Aún recuerdo algunas de las historias que contaba el
abuelo, quien para mí parecía tener en esas ocasiones mil millones de años y
experiencia en brotes como telarañas en los ojos vidriosos, la cabeza deforestada
fatalmente y unos cuántos árboles albinos que se desmoronan por los costados lentamente
y aquellos oídos tan cansado que ya ni siquiera dejaban desfilar el sonido.
Sentado sobre el mueble de la sala, tomando su típica copita de ron para
calentar la garganta, dejando reposar luego la copa sobre la mesa mientras los
ahí presentes empezábamos a sentarnos alrededor para poder oírlo.
“Hace muchísimos
años –decía con una voz muy ronca que parecía taladrar las paredes- Incluso antes
de que yo naciera, hubieron hombres y mujeres que no solo vivían en la tierra
sino también en lo profundo del mar. Los
seres del agua en aquella época podían salir a pasear libremente por la tierra,
sin embargo los de la tierra no podían hacer lo mismo pues adentrarse a las
aguas podría significar su muerte. No crean que los de la tierra estuvieran
envidiosos pues tenían algo que los del agua envidiaban: podían sentir el
transitar de las sangre por las venas, el lento latido de un corazón bombeando
sangre.
Por ese entonces había una mujer aquaniana que se quedó
sentada a ver la puesta del sol, por ahí andaba un tipo terrestre que sin
dudarlo se acercó a ella y empezaron una conversación. Horas más tarde, luego
de muchos verbos, ambos empezaban descubriendo algo que desconocían y
comenzaron verse casi a diario, su lugar
de citas la banca.
Ambos pasaron varias lunas y varios soles en ese mismo
lugar. Ambos y el sol y la banca.
Ella con la desconfianza hirviendo y con inseguridad
mojando siempre sus mejillas decidió terminarlo de una vez una tarde cuando el
cielo estuvo completamente nublado, pues no había nada que pudieran hacer para
poder evitar el final. Se culpaba de no poder darle nunca el calor de un cuerpo
desnudo. Se lamentaba ser tan solo una masa acuosa.
A la noche ella se despedía de él, llorando
desconsoladamente, el hombre de la tierra dijo entonces que su corazón le pertenecía
a ella y que el latir de ese pequeño órgano era a causa de ese inmenso amor. La
mujer del agua completamente intrigada no supo que responder pues todo era tan
confuso atinando luego de unos minutos a pedirle el corazón sobre su pecho.
Él sin dudar y sin
pensarlo dos veces se arrancó el corazón de un solo tirón. Incrustando sus
manos en su pecho cubierto de ripio y guijarros pequeños, entregándoselo en las
manos. Ella tomo el órgano, se asustó al sentir viscosidad entre sus manos y
emitió un leve grito silencioso. Entonces el corazón también cubierto de
arcilla empezó a latir suavemente. Sintió como si crepitaran todas las
estaciones en la palma de su mano, sintió vivir por primera vez y viendo en
todas direcciones procedió a golpear el corazón contra su propio pecho, acto
seguido huyó a las profundidades mientras el cuerpo de terrestre tipo iba
cayendo al piso lentamente. Ya en casa y con el corazón en el pecho empezó su
propia tortura con el recuerdo de su amado cayendo al piso frío y desangrado.
Escapar no había sido una buena opción, así que también se quitó la vida inyectándose
una sustancia de color negro azabache.
Mientras tanto en la tierra luego de encontrar el cuerpo
tirado en cerca de una banqueta los pobladores asustados comenzaron a tejer
múltiples teorías de asesinos en serie y la noticia corrió rápidamente entre
los moradores. Todos salieron a ver el cadáver, temerosos uno con otros,
creyendo que el posible asesino se encontraba de incógnito entre todos los
presentes.
¡El asesino está entre nosotros! –Exclamaba una turba
enardecida, mientras cogían palos y piedras para defenderse.
¡Está muerta! –vociferaban en lo profundo del agua viendo
el cadáver de la joven. Un especialista se acercó a ver que tenía en el pecho,
saco lentamente el órgano viscoso y lo examinó con sumo cuidado, viendo a todos
a su alrededor dijo con voz suave: Tenemos que preguntar a los individuos de la
tierra cual es el funcionamiento de esto. Y sin más todos marcharon hacia la
superficie.
Justo cuando los habitantes del agua salían de esta con
el corazón en la mano, uno de los habitantes de la tierra vio el corazón en la
mano del doctor, entonces soltó un grito que alertó a los demás quienes cegados
por el miedo y la rabia de ver a tantos seres del agua salir llevando delante
de ellos el corazón de uno de los suyos se abalanzaron decididos a matarlos a todos. Se desató una cruenta lucha
que duro muchísimos años, lastimosamente todos los seres de la tierra fueron
acribillados, muchos de ellos arrastrados por redes hacía el fondo de sus
aguas. Acabado el combate, no quedaba ningún ser de la tierra, todos estabas
muertos, millones y millones de cuerpos tendidos, desangrados, descuartizados y
muchos millones más dentro del agua.
Para restablecer su mundo los habitantes del agua
decidieron apilar los cuerpos para incinerarlos y borrar toda evidencia de la
existencia de estos en el planeta. Llevaban apilados muchísimos cuerpos cuando
de pronto hizo su aparición el dios de turno, quien al ver a los laboriosos
seres del agua apilando los cuerpos no lo pensó y deduciendo que los del agua
mataron por solo dominio del mundo de un solo soplo eliminó a todo ser viviente.
Al ver los cuerpos tanto de los seres del agua y seres de la tierra, convirtió
la pila de cuerpos sobre la tierra en montañas e hizo volatizar los cuerpos de
los seres del agua. Desapareciendo sin dejar rastro.
Milenios después un nuevo dios recibía el planeta, este
al verlo tan deshabitado creo humanos de carne y hueso, creo plantas y todo lo
que ahora ves. Y al ver que estos eran interesantes se quedó a ver cómo nos
exterminábamos y juzgando a toda su creación”
Acababa y volvía a ver la ventana cerrada, sin volver a
emitir ningún sonido y sus ojos vidriosos llenos de nostalgia se perdían de los
míos que intentaban buscar respuestas en los suyos. Todos los años eran los
mismos, la misma escena hasta que murió y con él las historias más extrañas que
pude haber escuchado cuando era pequeño.
En ese entonces jamás creí lo que los demás decían de él.
Que estaba loco.
-Melvin Jara
No hay comentarios:
Publicar un comentario