sábado, 28 de julio de 2018

DÍA DEL GARROTE

Fue un viernes como hoy, hace veintiséis años. Todo comenzó una mañana tranquila, en las radios los programas de moda eran aquellos que más discusiones tenían. En los sets de televisión habían largas colas de mujeres con el cuerpo totalmente desnudo, habían también familias que incluso peleaban, algunos iban a los arañazos y moratones. La noticia en la prensa escrita iba desde violaciones hasta aprovechamiento de los recursos del pueblo. Pero a nadie le importaba tanto estas cosas. Total, es la pizca de sal perfecta para el caldo de cultivo que como sociedad hemos ido cocinando.
Como bien dije, comenzó un viernes como hoy, porque muchos se preguntarán ahora que ya es un día institucionalizado y respetado a lo largo de toda nuestra selva, Sierra y Costa. Desde el sur, centro y el norte de la República Peruana. Dieciséis de julio, señor. Al siguiente día, no sé supo nada en los diarios porque en aquel entonces solían publicar lo que “conviene" al país, así que la noticia salió cuando ya hubieron más casos.
Todo comenzó en Lima centro, once dos puntos cuarenta y dos. El individuo identificado como 18191547 acababa de sufrir un asalto a mano armada, cuando lleno de indignación y hastío, cogió una varilla de acero de aproximadamente unos cuarenta centímetros de largo, por unos dos centímetros de diámetro y comenzó a golpear al delincuente que iba revisando la billetera del agraviado. El tipo llego a darle sesenta y dos golpes, todos con el fierro. Llegando a romper la cabeza del asaltante reconocido como 34678998. Las fuerzas del orden entonces llegaron a la escena del crimen y lo llevaron a una celda donde luego fue juzgado y condenado a tres años de prisión efectiva, quiero decir tres años luego de todo tipo de apelaciones y amparos y cuanta documentación se tuvo que presentar para bajar los treinta años que querían dar en primera instancia. Los vecinos del lugar donde ocurrieron los hechos comenzaron a publicar por las redes sociales, esa misma tarde, el vídeo del brutal acto que fue tomada por la sociedad como una manera eficaz de frenar la delincuencia, ya que las autoridades al parecer andaban coludidas a estas, al punto de no saber a quién recurrir. En sus post solo se leía el enojo que estos cargaban luego de ser víctimas también de otros tipos de robos. Al día siguiente, a eso de las tres y veintitrés de la mañana, un sujeto de mediana estatura identificado como 92190400 fue atacado por dos adolescentes quienes con un cuchillo en la mano lo despojaron de sus pertenencias dejándolo acostado en el piso sin corté alguno. Al parecer el chico gritó y despertó a los vecinos quienes invadidos de cólera salieron y molieron a palos a los dos pillos. La policía nada pudo hacer y tan sólo recogió los cadáveres írreconocibles de ambos chiquillos. En las noticias tampoco se oyó de este lamentable hecho. Claro está que en las redes sociales habían videos y algunos post que insinuaban al levantamiento del pueblo, ante tantos robos y violencia por parte de los fascinerosos, quienes ya no temían a las autoridades corruptas, hubo publicaciones virales de juntas vecinales arengándose a tomar la justicia por sus manos. Habían tantos likes y compartir que uno al verlos recordaba con nostalgia las cadenas de curación y el compartir de Amén que tanto circulaban por aquel entonces, la gente llena fe siempre estuvo presente.
Lo mismo pasó al día siguiente en dos distritos de Lima. Y al siguiente día en tres distritos. A la semana había sido asesinados muchos delincuentes, incluyendo comercializadores de pasta básica en varios puntos de la ciudad, la policía nada podía hacer en contra de la muchedumbre que cada vez empezaba a salir a las calles llevando bajo la chompa una varilla metálica. Los diarios comenzaron a hablar del grave problema de la muerte a garrotazos y que no era lo correcto. En las televisoras recordaban que gracias a la ola de agarrotamiento la delincuencia había bajado diez por cierto esa semana. En las radios los locutores agradecían a los pobladores y su nueva lucha, esperando que está se intensifique y se pueda por una buena vez eliminar toda delincuencia. Pronto en menos de un mes, todo el país era testigo de agarrotamiento a los delincuentes. En cuarentaycinco días los asaltos se redujeron a cero. Los noticiarios celebraban poder caminar tranquilos por las calles sin ser víctima de algún asalto: se puede beber con libertad decían en dos o tres programas para adultos. En algunos periódicos sacaban tips para elegir un garrote fuerte y liviano. Las televisoras ahora presentaban los videos más sanguinarios tomados por usuarios de los diez más brutales agarrotamientos de la semana. Claro que siempre maldiciendo al delincuente que era atacado ya sea por la turba o una sola persona. A los dos meses era raro oír sobre algún asalto en las ciudades, las mujeres llevaban garrotes que emitían choques eléctricos para sentirse más segura.
Parecía que llegaba un tiempo de cambio para el país, un tiempo de calma a una sociedad tan golpeada por la delincuencia cuando se oyó en las noticias que dos mujeres se agarraron a garrotazos en un mercado de la sierra peruana por, y esto no es alguna broma, dos kilos de melón coquito. Al parecer las dos llegaron al mismo tiempo y pidieron al unísono el último melón que quedaba. Comenzaron a jalarse la una a la otra, cuando en medio de la riña se acercó el comerciante, ambas mujeres sacaron de su cartera varillas de metal y comenzó la pelea que acabó siendo una batalla campal. Al tercer mes las autoridades de la mano con los medios de comunicación empezaban su campaña para evitar que las personas lleven varillas de Protección, puesto que cada pequeña pelea ocasionada, disputa o simplemente porque alguien caía mal a un grupo de personas, comenzaban a llover garrotazos de todas partes y en todas las direcciones. En Palacio de gobierno, el presidente caminaba dando vueltas en la pequeña oficina de su despacho, se notaba asustado y preocupadísimo, tenía ya las uñas muy cortadas de tanto mordérselas. En plena reunión decidieron enviar un mensaje a la nación, donde indignado, el mandatario comenzó a amenazar a todo aquel que vuelva a ocasionar algún incidente que acaben en garrotazos, dijo que los metería preso y que no importaría si fuera una ciudad entera. Seguido de esto agradeció a todos por comprender, se persigno y acabó con un: “Amén, hermanos”.
La población se asustó al ver a las fuerzas Armadas y la Policía en todas las calles y todas las plazas, tanquetas en la casa de Pizarro. Fue entonces que los garrotazos pasaron a ser algo así como un deporte más. A escondidas y alejados de la ciudad, comenzaban a reunirse semana a semana más personas desde jóvenes a personas muy maduras, mujeres e incluso autoridades locales. Todos rodeados, con sus garrotes de última generación, comenzaban a correr y golpear a quien se tuviese cerca. Claro está que para estos juegos comenzaron a crear reglas, siendo la de mayor rigor el de llevar su vara forrada para así proteger la vida de los demás participantes. Al sexto mes en los trabajos muchos llevaban moratones y pequeños hematomas, muy pocas veces en la cara. Los permisos por fracturas comenzaron a aumentar desenfrenadamente. En la tele todos los programas invitaban a especialistas en Reumatología. En los periódicos comenzaron a aparecer anuncios de armaduras de ule. En las radios sonaban el electro y la propaganda:
“cuida tus huesos, cuidado hermano, no vaya a ser, que se te dañen. Y sufrirás y lloraré, porque ahora es muy difícil, movilizarse”.
 Las autoridades estaban tranquilas pues a estos los protegía la defensa del país. Pasaron siete, ocho meses y las cosas empezaron a empeorar en el país, más del cuarenta y cinco por ciento de los trabajadores del país se hallaba ausente con permiso médico por alguna lesión o producto de tantos hematomas. Aunque había disminuido el porcentaje de asaltos y demás crímenes, al parecer la ciudadanía había tomado el camino del garrote como desestresante. Esto lo supieron luego de enviar durante el noveno mes a sus informantes y censantes. Al decimos mes se reunieron congreso, jueces, fiscales, ministros y el mismísimo presidente. Bebieron vino de cinco dólares la copa, pisco de cuarenta y dos grados con un valor de quince dólares el shot, whisky de veinte dólares  cada hielo y completamente ebrios aprobaron una ley que al año siguiente instauró el “Día Del Garrote”.
Se dijo también en la reunión, entre voces gangosas y rostros sudados, que se usarían los estadios para las celebraciones, plazas y colegios para poder darle al ciudadano la oportunidad de desestresarse una vez al año y golpear el garrote contra un vecino suyo, decidieron que deberían usar máscaras también para evitar posibles ajusticiamientos, la medida del garrote y el grosor del recubrimiento, la cantidad de golpes que se podría dar a una persona, etc. Pero claro que todas esas indicaciones que tomaron en aquella reunión las tienen ustedes en las cartillas que se les entregó al inscribirse. Ahora que saben un poco más sobre cómo se instauró en nuestro País el día del garrote puedan ustedes rememorar a sus conciudadanos quienes también buscaban que su voz logre hacerse valer en el tiempo. Gocen que este día es especialmente para ustedes.” “Pueden pasar los de las puertas A, B y C” “Repito, pueden pasar los de las puertas A, B y C.” 

Cuando todos hubieron ingresado, por los parlantes se pudo escuchar un tétrico Amén.



-Melvin Jara.

sábado, 9 de junio de 2018

CASO NRO 321 ABARRACIN FERNANDEZ

Poco a poco la imagen frente a la pantalla comenzó a envejecer, la nariz y las orejas comenzaron a crecerle, el rostro se llenaba de arrugas, la piel del cuello le colgaba ligeramente. En el margen derecho de la pantalla:

Edad Actual: 23 años
Edad estimada: 57 años
Monto Ofrecido: 19041992.00 nuevos soles
Beneficiarios: 
Honorata Agustina Fernández Puya (Madre)
Doménico Albarracín Fernández (Titular)*

* Al monto ofrecido se le restarán el costo de las operaciones por problemas hepático, pulmonar y cardiovascular. En caso someta a algún tipo de tratamiento.


Los ojos de la simulación parecían las de un maniquí y esto le provocaba un poco de miedo, mientras su mente aún trataba de leer correctamente la cifra que podría cobrar su madre, observaba bien los numeritos mientras mentalmente los iba contando: unidad, decena, centena, una de millar, decena de millar, centena de milla, unidad de millón, decena de millón. Diecinuevemillonescuarentayunmilnovecientosnoveintaydos nuevos soles. Hacia una lista de lo que podría comprar con ese dinero, una casa en la playa la cual podría alquilar, abrir un restaurante o un bar, quizá ambos, un salón de belleza y una barbería. Podría comprarse un auto y hasta quizá dos y alquilarlos, podría incluso con lo que le sobrase practicarse una pequeña cirugía para que pueda verse más joven y radiante. Tantas cosas que podría su madre hacer con todo ese dinero que le ofrecía el gobierno para reclutarlo como soldado y pueda combatir por su país. 

La noticia había llegado a él por medio de unos volantes que repartían en el mercado central, el tipo que le dio el papelito le dijo: 
-Compañero, todos tenemos problemas económicos. Por eso el estado está dispuesto a ayudarte, sólo tiene que demostrar tu amor a tu bandera –Se dieron un fuerte aprentón de manos como despedida. 

Luego de dos meses de indecisión, un infarto a su madre, el embargo de la casa, la medicina, la poca cobertura del seguro, el miedo a perder a la única mujer que logró amarlo como era. La idea de luchar por su país aún le daba miedo, se veía cayendo al piso, lentamente como en las tantas películas. Antes de caer en la depresión, sonrió al verse sobreviviendo, se vio victorioso en el campo de batalla, levantando el arma, cubierto de lodo y sangre de los enemigos, sudor y hambre en todo su cuerpo. 

-Entonces, si acepta. Tiene que colocar sus manos en esta pantalla para poder escanear sus huellas dactilares –dijo la señorita, sus ojos volvieron a leer la solapa que tenía su apellido, Ramos. 

-Disculpe, tengo una pregunta ¿el dinero se lo entregan inmediatamente o cómo es el trámite? –dijo mientras limpiaba sus sudorosas manos con las toallitas que entregó la señorita Ramos, tenía unos ojos pequeños y una cara alargada. Por un momento la cara de aquella mujer también empezó a envejecer en su imaginación, el rostro con la nariz más grande, la oreja engrosada y los lunares como colgajos horribles en la cara. Los senos erguidos caerían y serían también peso extra en un cuerpo cada día más cansado. Pensó en lo que ella también tendría que haber recibido para enlistarse a las fuerzas armadas de su país.

- Pues, verá. Se realiza dos abonos, la primera de un 30% del monto total –mientras sus dedos se deslizaban rápidamente- es decir cincuentaysietemilcientoveinticincomilnovecientossetentayseis soles. La cual se realizará a más tardar nueve meses luego de embarcarte a tu primera misión –Sacó de su gaveta un formulario, le indicó un cuadrito- aquí pondré la cantidad de misiones que tendrás que realizar, serán cuatro. A la segunda misión  el abono volverá a ser del 30 por cierto. Se le entregará una tercera de 40 % y cuando llegues a casa luego de las misiones se te tratará en los mejores hospitales del estado, acabado esto se te entregará lo que reste del monto antes ofrecido. Tienes alguna otra pregunta. 

Todo lo que la Srta Ramos decía sonaba mecánicamente, llena de números y porcentajes, lleno de cuotas y abonos cada cierto tiempo. De pronto ya no podría comprar la casa e instalar los negocios, quizá ahora tendría que dejar que su madre elija, era ella quien elegía siempre después de todo. 

-¿Entonces solo tengo que poner mis manos en la pantalla? –mientras dejaba caer la toallita de papel sobre la mesa. 
Colocó ambas manos sobre la pantalla, esta cambió de blanco a verde, rojo y finalmente blanco. 

- Ahora diga acepto las cláusulas del contrato con voz firme y clara –y Ramos insertó el formulario en la impresora. Mientras tecleaba frenéticamente- Listo, ahora con voz clara y fuerte.

-  ACEPTO LAS CLAUSULAS DEL CONTRATO. 

Ramos lo vio a los ojos, parecía triste pero acabó regaladole una sonrisa que a leguas se notaba fingida. Quizá le recordaba algún familiar que también se había enlistado y no volvió jamás. Había escuchado muchas historias sobre soldados que se enlistaron y murieron antes de llegar al campo de guerra ya sea por algún misil o alguna bomba lanzada a su movilidad. Sin embargo los pocos que regresaban del campo de batalla llegaban a su casa un mes y luego partían rumbo a otro país a vacacionar de por vida, al menos esas eran las fotos que se veía en los muros de los cuarteles. 
La impresora emitió pitidos rápidos y el formulario salió disparado, ahora se veía su rostro y sus datos personales. La señorita Ramos revisó un momento el documento, copió el código de cuartel y presionó Enter.

- Firme aquí por favor Sr. Albarracín –señalando una línea al final del documento, mientras con su mano derecha sacaba la hoja impresa. 
Firmó mientras escuchaba las indicaciones:

- En dos días tiene que acercarse al cuartel número 32, en caso se le dificulte llegar tiene que saber que hay movilidad ese mismo día en la plaza de armas de la ciudad. Debe saber usted que los soldados del país son tratados con respeto por su valor y su entrega al país. La movilidad sale a las 3 de la tarde, tendrá usted ahí a 29 compañeros de primera tropa. Si no tiene otra pregunta, le entrego su boleto y su contrato para que su madre pueda tramitarlo ya mismo. Si fuera posible, mañana.

Firmó rápidamente –era increíble lo rápido que el estado acepta soldados sin saber siquiera si en verdad aman a su país, preguntaba Albarracín. Su madre decía siempre en las reuniones familiares que no comprendía a su hijo pues no dejaba nunca de hablar. Ametrallaba todos los rincones de la casa con su vocecita, que desde que aprendió a hablar no había dejado de llenar la casa de ruido, de alguna historia que podía esconderse en los cuartos o entre las macetas de la casa. La señora Honorata no comprendía como su pequeño hijo podía contar tantas cosas a la vez- recibió la hoja con el boleto impreso, quiso besar a la srta Ramos, pero ella ya había estirado su mano.

- Un placer, valiente soldado por amar tanto a su patria. 

Sacó tres caramelitos de una bolsa escondida en su gaveta, solía hacerlo con todos los voluntarios. Le hacía sentirse caritativa con aquellos tristes jóvenes. 
Probablemente, pensaba ahora ella, Albarracín seria usado como carnada en alguno de los ataques perpetrados en busca del posicionamiento de otro país que podría incluso ser el suyo, se sentía mal pues si esto pasaba su madre no podría cobrar su segunda cuota y que tendría que conformarse con el primer bono el cual tendría que sufrir del corte del 10% de retención como impuesto de guerra. Que si sobrevivía a la primera misión que duraba un año, no podría ver a su madre pues entraría en capacitación y lo someterían a análisis para saber su condición médica. Que varios médicos darían un veredicto. Que probablemente prueben nuevas drogas con él por tres meses y lo manden a países a matar niños que se mueren de hambre. Y si en caso volvía, lo dejarían ir a casa por dos meses, que lo citarían al médico un par de veces más, que sería tratado por psiquiatras para ver la magnitud de los traumas almacenados en tanto genocidio. Que ahora probarían nuevas pastillas, experimentarían con su cerebro tratando de ver cuánto soporta el cerebro humano que si no acaba loco, acabaría suicidándose y en el mejor de los casos podría ampararse en la ley que exoneraba al soldado de un año de misión a cambio de llevar diez muchachos a inscribirse al noble ejército estatal. Quería contarle la verdad, pero sabía que si no se limitaba a realizar su trabajo, tendría problemas y podría desaparecer de la noche a la mañana y que nadie se inmutaría, salvo las madres del orfanato de donde salió firmando también un formulario similar para poder ayudar a mantener a quienes ella consideraba una familia. 

- Sírvase, noble y valiente guerrero –dijo y su voz casi se quiebra. 

Albarracín tomó los caramelos y salió metiéndose los tres a la vez antes de abandonar la oficina. Me gustaría continuar y decirles que Albarracín logro sobrevivir, pero Ramos acertó y el chico murió antes de llegar al campo de batalla, en las noticias solo salió que un buque del ejército estatal había caído bombardeado por los del estado Irascible, que fallecieron 1500 soldados. Felizmente su madre no supo de la muerte de su hijo pues falleció a los diez días a causa de otro paro cardiaco, que no llegó a cobrar nunca el 30% del monto que ofrecieron a su hijo por entregar su vida a la patria. 
Albarracín, antes de morir iba también inventando una historia como esta y se la contaba a sus compañeros mientras su nave iba siendo atacada por el enemigo, como en casa iba dejando que su voz se apodere de todos los rincones, ya no sentía miedo porque tenía la confianza de que regresaría a casa, que su madre estaba en buenas manos, que entregarse al ejército estatal era una bendición en su vida, menuda mierda ¿o usted opina distinto?

sábado, 26 de mayo de 2018

PIZARRA BLANCA.


En la necesidad por transcribir, volví a copiar como tantas otras veces. Buscando únicamente salvarme de la pantalla en colapso. Saberme aún con despertar en pijama y sonreír frente al espejo. Transcribiendo todo y de todos, para nadie. Transcribir para dejar sentadas todas las palabras que salen disparadas en esa gigante pantalla que es mi mente. Por esto la necesidad de soltar aquí, línea tras línea y mientras copio líneas empiezo a leer y olvidar al mismo tiempo.

James y la manía insana de caminar siempre puesto, con los dedos y el constante ir y venir hacía su nariz. Snif, snif, sniiiiif. En él y su pequeño hijo quien con suerte no llegue a copiar esas manías tan peculiares del progenitor. En su paranoia injustificada, sus días de encierro, las paredes y un triste techo desnudo. huyó un día y ni volvió a llamar. Se alucinaba el nuevo salvador y constantemente repetíamos la siguiente conversación:

* Viste los milagros que han ido pasando? Los viste en youtube?

-Cuáles milagros son esos?

* Hereje de mierda.  –Y muchas otras veces algunas variantes como-  seguramente buscan también asesinarme –e incluso- Eres acaso la reencarnación de Iscariote.

James corriendo, gritando que volvían a conspirar en su contra, pensando que buscaban deshacerse del nuevo mesías. Por eso el ouruboros en su brazo. Corría y corría, James corría y siempre iba tratando con vehemencia sonarse el bulto imaginario atascado en su nariz. Sniiiiiiiiif, niiiiiif.
Y logré pasarme unas líneas, librando así la congestión de palabras que vengo sufriendo, una tras otra.

Diana y la angustia de la búsqueda eterna que le dejó un mal sueño donde guardaba celosamente el recuerdo del aroma perfecto, de ese que aquella madrugada logro robarle una lágrima de felicidad al despertar. Diana y la confusión de sus dieciocho años y el mal docente quien le dijo que había una manera para poder tener el olfato más fino que incluso los perros en una de esas conversaciones que se dan en el patio de un colegio de pago. Diana y sus pequeños apuntes en el cuaderno rosa que sacó a escondidas de una tienda comercial, dibujando delicadamente, copiando una y otra vez las mismas palabras:

Buscar sudar                                                                     Después tan solo aspirar.


Buscar sudar                                                                     Después tan solo aspirar.

Buscar sudar                                                                     Después tan solo aspirar.

Buscar sudar                                                                     Después tan solo aspirar.

Buscar sudar                                                                     Después tan solo aspirar.

Buscar sudar                                                                     Después tan solo aspirar.

Buscar sudar                                                                     Después tan solo aspirar.

Buscar sudar                                                                     Después tan solo aspirar.

Buscar sudar                                                                     Después tan solo aspirar.

Por eso visitaba los huertos, las playas y las montañas. Iba corriendo para poder llegar sudada y aprovechar, empezar por aspirar profundamente. Hasta que un día un tipo la comenzó a seguir, ella huyó triste pues sentía la seguridad que aquel día podría encontrar ese aroma por el cual se desvivía. Así fue que invitó a un primo lejano suyo, es decir un primo "político". resumiendo falso, para que la acompañase en sus caminatas hasta lograrlo encontrarlo. Buscaron maneras de sudar, encontraron más de una y esto facilito enormemente la tarea. Aunque aún no habían logrado encontrar dicho aroma, ya habían sudado tanto que sus padres comenzaron a preocuparse y decidieron llamarme:

-  Por favor, habla con ella. Sé que puedes ayudarla. -y sus ojitos grandes morían en medio de la súplica.

Accedí como de costumbre, toque tres veces la puerta que a duras penas llegaba a rosa, pero Diana no mostraba señales de vida. Toque aún vez más, preparado para irme, cuando salió a regañadientes. Al verla tan flaca y buscando respirar hondamente, como quien trata de capturar la infinidad de aromas que habitaban con nosotros en aquel momento. Diana y el nerviosismo que infundía sobre los demás. Diana y la pregunta que brotó de mis labios, lacerando todas las cicatrices escondidas en su pecho.

"No te has puesto a pensar que quizá el aroma ese anda enredado en algún vientecillo mientras te dedicas a sudar?"

Y esa fue la última vez que la vi, porque también corrió, enojada. Deteniéndose para estirar su brazo e intentó peinarme como era su costumbre. Desistió, corrió unos metros y acabó lléndose a pasos largos y arrastrados, sacando el celular de la cartera, buscando el número del primo para volver en su titánica búsqueda. Sudando, sudando, buscando, dudando. En una habitación con ventanas rotas y ventiladores por todos lados… Diana y su peculiar nariz.

Pizarra en blanco, otra vez un breve instante de albura. Me duelen los dedos, ha de ser la edad y este constante transcribir con la pizarra blanca que pronto deja de estarlo.

Joseline, Joseline…
Escaleras, lluvia, un perro. Joseline y las tardes tomando helado, perdón, una leche asada mientras su suave voz:
           
 < Imaginemos como es la vida de cada ser en este local. -mientras con la mirada 

Joseline y el deseo por comenzar el juego y elergirse a ella misma para disparar palabras que hilvanaban historias. Viviendo en todas las casas y caminando en todas las calles, jugando en todas las playas y en todas las maquinitas. Historias en las que faltaba al colegio para ir a correr compitiendo con el río. Amaba el helado, pero hablaba tanto que las bolas de helados se descongelaban y se volvían un charco marrón.

Joseline dijo una vez que tenía un libro que compró en uno de sus viajes, un libro que al ver supo que me causaría felicidad absoluta. llegó a casa con el libro bajo sus brazos, también termino desapareciendo entre los días y las cortinas de una casa de cinco pisos, molesta por no acércame a su boca cuando la noche se reflejaba en sus labios y yo miraba y preguntaba:

"¿Cómo es posible que pueda brillarle a una los labios" 

Joseline y el bofetón que me dió cuando empezó a llover, se mojaba el traje y quizá podrían despertar su madre y le recordaría que por encima estaba el amor filial. Joseline y la despedida triste en el hospital esperando el alta del hermano que poseía una enfermedad desconocida. Joseline y las ideas que su madre le metió después de visitar todos los hospitales:

-Hija, es probable que a tu hermano le hayan hecho maldad

A lo que ella respondía a regañadientes que lo que decía estaba demasiado jalado de los pelos puesto que vivían en pleno siglo XXII. Pero todo cambio cuando su madre dijo una tarde de frío julio:

-El brujo me dijo que el daño era para tu padre pero que se hizo la limpia y todo el daño le cayó a Jhonatan.

Joseline, quien no había conocido nunca a su padre, se vió envuelta de tantos sentimientos que fueron desvaneciendóse de todas las calles a las cuales la acompañé en cada una de sus posibles vidas de cada tarde mientras nos sentamos a comer primero un helado, para volverse una leche asada. Joseline y la tristeza que dejó en mis oídos cuando entonaba tan suavemente, que incluso lograba enternecer el más gélido corazón, y busco una leche asada mientras su vocecita va contruyendo lentamente aquella canción

    < Aiso tsuki taiyou na oto de sabireta furui mado wa koware ta…

Afuera la ciudad lleva en el pecho algunas horas y uno que otro minuto. Todo afuera, siguiendo la línea que intersecta con las demás líneas. Afuera todos detrás de la línea, sobre la línea, esperando desaparecer la línea.
Todo lo que vuelve a ser vacío se va cubriendo de otros nombres que no necesariamente son falsos, nombres que también guardan algo de verdad. Más líneas que cubren la calma y me vuelcan otra vez.

Korina, el transitar de siempre. Korina y las preguntas sueltas que miles de veces quedan en el aire, esperando quién sabe que  como respuesta. Korina y su voz quebrada para no responderse a sí misma, para no escucharse. Korina y una pequeña plazuela, el reloj Avon marcando las 14:45. Cuerpo cansado, vientre árido, tostado por un sol que aún no se apaga, desgastado por las tormentas de arena, en la que muchos poetas dicen encontrar la belleza absoluta de la vida. Korina y el amor que perdió en el mar, siempre en el mar. Ella y sus pequeños desastres que la apartaban brevemente del sucedáneo. Su fascinación por fotografiar sombras y asirlas al tiempo. Su delgado cuerpo de cabellera lisa, los años escondidos en alguna gaveta, en algún colegio, una pequeña aula de clases. Con el reloj marcándole 14:46 y aún ella, sonriente. Con su carterita y su voz algo ronca, arremetiendo en contra los gobernantes del país:

~  Ya van cinco ex mandatarios en prisión -tapando su boca para ocultar su pequeña sonrisa-  parecen todos tristes tigres que perdieron el trigal.

Korina y las noticias a medio día. Su viva voz sacudiéndose estrepitosamente, mientras el conductor hace comentarios sarcásticos sobre los hermano Kukkinoyi olvidando como siempre al pueblo, desde su voz emergente, con sus muslos sosteniendo los verbos para correrse en ellos. Korina y las arrugas que aparecen en sus recuerdos, su necesidad de ser sentirse de otro, por eso volvía tantas veces, por hallar en el niño la mirada egoísta. Pero de pronto Korina y el enorme problema, que acabo siendo la respuesta a todos sus años en vela. Korina y el adiós que dejo atorado en una conversación, sus pasos sobre las arenas, el cuerpo y los años y la arena y el tiempo. Korina y el miedo por escucharse, por responderse.


Transcribir, solo queda transcribir. De todo, de todos. Para saberse liviano, para no cargar a todos lados tantas palabras sobre la pizarra blanca. Seguir línea a línea, palabra a palabra. Se me hizo tarde, otra vez, y los años también ensanchan los huesos, hace frío, olvido que se acumula de palabras. 

Transcribo, para evitar el colapso, el tráfico que hasta ahora he intentado evadir. Estoy cansado, como tantos otros que no lo dicen, que no les importaolvidaré, transcribo, transcribo, vivo, porque aprendimos desde niños a ir detrás de la línea, blanca, tan blanca.



-MELVIN JARA-

lunes, 2 de abril de 2018

GAME’S BOY


.Tamare, chibolo. A qué hora dejarás de jugar en esa asquerosa máquina. Llevamos tres horas. Después tu mamá se queja y dice a la gente que yo no pago cuando te gastas todo en ese viejo juego.
-Espera tío, solo una última partida. Es que está difícil. Esto de jugar a Nac.er es cada vez más difícil
.Mocoso, entiende. Es tan sólo un juego. En vez de estar malgastando, deberías darle algo a tu madre. ¿No sabes que ya he perdido proveedores por culpa de ella?
-Lo sé, lo sé. Es que siempre tengo la corazonada que esta vez sí lo lograré. En esta pude llegar a buen nivel. Estuve casi a punto de llegar a ser parte de los principales clanes. Tenía muy buen puntaje y esto lo tenía en dinero. El juego es un poco antiguo y los pagos se hacen con monedas, unas cositas circulares  y pedazos de papel que servían para comprar cosas para el ítem y también algunos placeres audiovisuales.
.He jugado un montón de veces, es una huevada. Cuando juego en modo bigbang acabo casi obedeciendo las instrucciones, parece que fuera un modo automático para mí. He jugado si, varias veces en modos como ILUMINADO pero no he logrado pasar de los 26 minutos y en modos como DESQUICIA mis avatares han sido jóvenes y empiezo a asesinar a todos, ¿sabías que te dan puntos extras por asesinar? Ya luego me fue estresando estar más 25 minutos, a lo mucho llegaba a 27 en esa mierda.
-Es que no entiendes el juego, al menos creo que ahora lo hago y si llego a 15000000000 puntos podría cambiarlos por unos zapatos nuevos, ¿me vería bien no crees?
.Ya mierda, apura, tengo sueño.
-Esperas, vuelvo en un toque.
Y sin decir más, se puso los lentes y los audífonos. Otra vez el sonido de los truenos, la lluvia. Tomo asiento, las paredes de vidrio volvieron a aparecer, encerrando al despeinado Andrew. El pequeño cubo se iba llenando de humo. A continuación gritos, voces dando indicaciones: Cuente hasta tres. Uno, dos, tres. Señora puje, puje. Ya casi viene. ¡Puje!
Claro que Andrew no escucha, empieza el juego y el nacimiento del ítem seleccionado sucede. Esto le suma muchos puntos ya que si logra diferenciar el juego de la realidad en los primeros minutos podría uno obtener incluso uno que supere al de Kunter Jaruko. Dentro todo es tan real, podría decir que son los lentes y los audífonos los que las vuelven tan reales. A Fritz no le gusta el sonido de la lluvia y de los truenos porque le recuerda la venida de huaycos y se caga de miedo y cuando empieza el juego se confunde y empieza a distorsionarlo todo porque el miedo hace que uno pierda la confianza. Entonces juega casi a modo automático.
Observa en las pantallas como la vida del ítem de Andrew va obteniendo puntos a temprana edad. Vuelve a subir sus puntos en razonamiento e imaginación. Los libros que escribe le suman puntos extras y logra completar algunas misiones ocultas. Llega a 13000000000 puntos. Parece que lo logrará, se dice para sus adentros Fritz mientras se echa al suelo. Lleva ya media hora en la máquina. De pronto en las pantallas los puntajes empiezan a detenerse. En las pantallas ahora solo se observa imágenes de una mujer con cabellos negros, lunares en el rostro, cerca del labio, estrellas en un cielo viviente. Bonita silueta con hitos bien marcados, cicatrices  en forma de montañas. Los puntos se detienen y lleva ya 35 minutos. Si las cosas siguen así no podrá conseguir las tabas, Fritz quiere pasarle la voz, pero es por las huevas pues no lo escuchará y el cubo sigue cubierto de humo, a Fritz lo deja entumecido, casi dormido. Quizá por eso tiene miedo.
Cuando los puntos se quedan estáticos es porque empieza uno a confundir la realidad con el juego, por eso se detienen. Seguro el hipotálamo estaba poniéndolo en graves aprietos. En la pantalla de pronto no sólo aparecía aquella mujer, si no que ahora la acompañaba un niño. Los puntos de Andrew comenzaron a descender. Ahora ya no era 13000000000, estaba en 9000000000. Las cosas empezaban a salirse de control. No pudo pasar de 10000000000. Pasaron 50 minutos y ahora en la pantalla apareció una jovencita de amplia sonrisa, piernas largas, ojos saltones acompañada de una niña muy parecida al padre. Los puntos cayeron a pique. Tan solo con 3000000000.
Fritz se levantó. En la parte baja del cubo un reloj indicaba que habían ya transcurrido 53 minutos. Probablemente le quedaran unos 20 minutos a lo mucho.
.Bah, solo ha vuelto a perder el tiempo.
Se levantó, se limpió el short, la camiseta y recostó su cuerpo en un poste de alumbrado público. Los puntos ahora no pasaban de 5000000000.
Las cosas no llegaron a cambiar mucho, se veía esfuerzo por no llegar a cero, con los números subiendo y bajando y bajando, subiendo y la interminable caída. Además a partir de los 50 minutos uno ya se encuentra comprendiendo el juego y puede dedicarse a sumar puntos por cualquier medio. Ve la pantalla, los puntos suben y logra pasar los 6000000000. Al parecer solo se anda llenando de cobits, o monedas, o dinero. Como lo quieran llamar.
La pantalla vuelve a mostrar imágenes de una nueva mujer, esta vez una de edad, tiene las manos llena de arrugas y usa un bastoncito para poder movilizarse. A decir verdad es casi a la edad del ítem de Andrew. Gasta sus últimos 6000000000 puntos y en la pantalla ella y su cano pelo aparecen en lo que parece ser una casita de campo rodeada de montañas y días de lluvia. Logra mantenerse en 1000000000 durante unos doce minutos, las pantallas se apagan luego de ver a las tres mujeres rodeándolo y lo que pareciese un interminable silencio para regresar a su transparencia donde se logra ver tan solo pequeños rastros de la humareda. Los vidrios vuelven a desaparecer. Los lentes se apagan, el audífono ya no reproduce sonido alguno.
Andrew despierta, se despoja rápidamente de todo y sale tan rápido que incluso no espera el ticket amarillo con la cifra 1000000000.
.Qué pasó, chibolo. No que esta vez sí lo lograrías. Pura boquilla nada más eres.
-Cállate. Sé que lo lograré. Pero será en otro momento. Me he quedado con la cuenta vacía.
.Te dije, mejor no hubieras jugado esa mierda y tendríamos para irnos a comer algo, eres un huevón chibolo. ¡Un huevón-azo!, ya te dije que esos juegos son para la gente más pendeja, que ya comprende de esas cosas. Aunque casisito lo logras.
-Sí, lo sé. ¿Puedo ayudarte esta semana a recoger latas?
.¿Prometes no volver a gastar tus paga en este puto juego?
-No, pero que dice. ¿A poco no soy el mejor recogedor de toda la comarca?
.Está bien, antes compra pan y lleva a tu casa, no vaya a ser que tu vieja me espante a todos mis proveedores.
Entonces Andrew cerró los puños, enojadísimo. Otra vez se había quedado a punto de lograrlo. Quizá todo eso era verdad y era un juego para adultos. No le importaba, estaba convencido que ahora si podría llegar al puntaje y entonces sólo sacrificaría su ítem y despertaría y podría por fin esperar el ticket rojo con los 15000000000 para cambiarlos por unos zapatos de color negro. Así en su casa su madre no volvería a decir que uno anda perdiendo tiempo en las maquinitas de mierda. Quizá incluso lo dejase dedicarse a los juegos y podría ser como su ídolo, Kunter Jaruko. Famoso por ganar en todo tipo de máquinas y de todas las versiones, incluso llegó a obtener un 20000000000 en uno de similar al que jugaba Andrew con tan solo 19 minutos de juego.
De pronto el cielo azul se cubrió de nubes oscuras en cuestión de segundos, la lluvia se desató, cerca de las montañas caían rayos y se oían truenos. Llovía y todo parecía indicar que volverían a ocurrir más huaycos.
.Vamos chibolo, no vaya a ser que no podamos llegar a casa.






-Melvin Jara

sábado, 17 de marzo de 2018

DOMINGO ENTRE PATAS

 (fotografía sacada de: El lar de los conformes disconformes)

La reunión iba siendo amena, tres tipos sentados acompañados de unas cervezas, unas y otras y otras, sin saber que acabarían siendo cuatro cajas al final del día. Iban recordando luego de nueve años lo que fue la vida en el colegio allá por los años 90’s.
-Recuerdas a la Romy, dijo Pedro mientras destapaba la botella de cerveza, tiene ahora tres o cuatro hijos. Está maltratada y hasta parece más vieja que antes. Putamare, cuando recuerdo lo del cole me entra una melancolía de mierda.
-Ah verdad, llegaste a estar con ella ahora que recuerdo, jajaja. Este pendejo casi barre con el salón. Oe y los fallos loco, los fallos. Tío Carlitos, traite una cajetilla de veinte marca lucky.
-Si Daniel, jajaj ese Pedro y pensar que hoy estamos celebrando que eres papá. No la hagas larga pes Pedro, suelta la botella que también cargamos con sed. Ah, la otra vez vi a la Romy en el mercado, pero ella se paltea, me desvió la mirada y se quitó en una de ahí. Estaba algo gorda.
Ellos hablaban mientras sus pensamientos volvían al momento exacto de la última foto que se sacaron junto a la promoción, recordaban como ese día llegó la profesora Bertha que era más profesor que profesora. Y les dijo: Chicos todos al patio, lleven cada uno una silla. Salieron todos cargando las sillas nuevas que el estado había mandado luego del terremoto. Pedro, Daniel y André tenían en ese entonces diecisiete, diecisiete y dieciséis el último. Cada uno tenía un recuerdo distinto del día aquel. Daniel recordaba más el color amarillo de la ropa interior de Estelita que vio sin que ella se diese cuenta en plena clase de matemática pues todos estaban concentrados en resolver los ejercicios y este comenzó a gatear por el salón para hacer una broma a Pedro que se sentaba en las primeras filas. Daniel moría por Estelita desde que llegó al colegio por primera vez, Estelita tenía casi diecinueve años y era la mayor de toda la clase por eso no hacía caso al chico nuevo. Estelita estaba también concentrada en los ejercicios, sentada con las piernas abiertas ignorando que alguien captaba ese cuadro para nunca más olvidarlo. Pedro recordaba más el miedo que lo invadía pues era la última semana de clases y pronto tendría que decidirse a por una carrera que lo pueda sacar de la pobreza. André tenía la foto en su memoria, todos ellos y las sillas nuevas, las chicas con las piernas entrecruzadas en la misma dirección. Recordaba las insignias prendidas en la camisa de todos los compañeros de clase a la profesora Bertha sentada en medio con una sonrisa de oreja a oreja. Recordaba que Bertha era quien le había puesto ese apodo que lo venía cargando desde aquellas épocas: carejerma.  Recordaba a las compañeras de clase a Aurora y su rostro quemado mientras preparaba un dulce en su casa, a Nellida y a Susana con sus conversaciones depravadas donde el castigo al novio era tomarse el semen del amigo de este. Recordaba a María, la morenita que jugaba siempre al menoseo con quien sea del salón, era bajita y delgada y fácil de levantar. A Carmen y su polito blanco de educación física en clase de computación. Ese impulso que lo llevó a morderle los senos, la sonrisa de esta y el silencio de sus ojos. Pasaban todas por la mente de André. Lisset y su mirada de pericote, Yoselinne y el hermoso trasero meneante en la fiesta por el aniversario del colegio, la Bélgica y su gancho de ropa como sujetador del pelo, Yanet y el silencio absoluto mientras iba sobándole las piernas durante un trabajo grupal de lenguaje. Todas ellas en el recuerdo aún, todas ellas en la foto.
-Salud por tu paternidad gordo, ya era hora también – levantando su vaso para que los demás lo sigan.
-¡Salud Daniel!
-¡Salud chicos!
Los tres saliendo de sus recuerdos de secundaria.
-Oe, ¿recuerdan a Duro?
André y Pedro se quedaron pensativos un rato, Daniel iba sirviendo nuevamente otro vaso y pedía tres chelas más con una seña para continuar:
-Ya bueno, duro esta cagadazo, la otra vez fui a visitarlo y el man está que se vuelve loco. Incluso ha intentado suicidarse un par de veces. Y hasta se ha metido a esa agrupación de terrucos, ¿cómo se llama? ¡Ah! Patria Roja.
-Pero él quería ser el mejor abogado –agregó André mientras sacaba un cigarrillo de la cajetilla sobre la mesa.
-Si pe’ Andrecito, pero la vida es cagona y ahora ese man está cagadazo. Oe recuerdan cuando Duro dijo aquella vez que estábamos con los trabajos: Vao a relajar la mente y nos quedamos todos pensativos hasta que el sacó de su mochila las revistas porno, jajajaja.
Pedro que ahora tenía la botella de la Cusqueña de trigo y su fallito lucky strike con pastillas de mora en su boca botó todo el humo para poder hablar:
-Ese duro no ha caído tanto, ¿recuerdan a Maro? Pues él sí que ha sufrido como mierda. Se le murió el chibolo recién nacidito. Lo sé porque vi su foto colgada en el Facebook.
-Los años nos dejan dolores irremediales Daniel, Pedro. ¿Acaso ustedes no han sufrido?
-Nuestros dolores no se comparan pes, nosotros no la hemos pasado tan mal después de todo –Añadió Pedro- Sabían que Alejandro sufrió un accidente en moto. Iba con su viejito quien falleció inmediatamente. Alejandro se salvó por el casco. Ese huevón está postrado en su cama, parece que ya no caminará y tiene que cargar la muerte de su viejito encima. Como te digo André nuestros compañeros sí que la han pasado bien bravo estos nueve años.
-Bueno casi todos Pedro, a la mierda volvimos a secar otra botella. Tío otras dos chelitas. Pedro ¿cómo es esa pomada de que eres el cúpido de la promo? Jajaja
-Jajaja, pendejo. Bueno, esas son huevadas André. Era mi cumple y estaba tranquilazo cuando mi sobrinita me dijo que un camión había llegado y que bajaron y preguntaron por mí. Te juro que yo ni sabía nada. Al salir me topé con la Bélgica y su ex, el Melendez. Me quedé boquiabierto la gringa estaba un poco picada, parece que ya venían empezando hace un buen rato. Me saludaron por mi cumple y pasaron a mi casa…
En ese momento Daniel que pagaba por las bebidas interrumpió.
-¿Oe pero la gringa no está casada?
-Espera pe’, déjame contarte cómo fue la nota. Si, la gringa está casada y tiene ya su chamaquito con un profe mayor que ella, pero llegaron a mi casa picados y ahí entre baile y baile los vi a Melendez y a la gringa en afanes bien serios. Se habrán quedado solo una hora luego se quitaron sin despedirse. Se fueron ya ebrios. Quién sabe lo que paso después, pero de que la gringa se metió una pichanguita se la metió. Y ya, hablando de pichanguitas cuándo nos metemos un partidito pes, hace tiempo que estoy sin hacer deporte.
Daniel que ya empezaba a picarse cogió la cajetilla de cigarros, la encontró vacía y volvió a llamar al tío Carlos para que saque otra cajetilla más. Para él era inconcebible beber sin fumar.
-¿André y qué fue lo del supuesto reencuentro que tendríamos luego de diez años?
-Puta, lo veo difícil si ya la mayoría tienen sus hijos, ustedes dos por ejemplo ya casi ni salen por andar chambeando para sus críos. Además no creo que la gente se recuerde de esa promesa en la fiesta de promo.
-¿El chuz si se recuerda, acaso no leyeron su post? La gente si se acuerda André, Si yo y Pedro nos acordamos también. Ah, ese chuz ya tiene su tercer hijo y su cuarta mujer. Fue cagón eso de perder al año de haber acabado el cole a su flaquita, parece que eso le ha chocado como mierda.
-Bueno, quién sabe. Quizá sólo lo hace porque es un arrecho de mierda. Como ustedes pes ¿o me van a decir que no le sacaron la vuelta a sus señoras?
Ambos Daniel y Pedro se quedaron callados y para matar el silencio que los agobiaba tomaron de un solo bocado sus rubias bebidas. En la calle se respiraba tranquilidad, los autos y los peatones sin ningún sobresalto, el tío Carlos que empezaba a conversar en la otra mesa sobre lo jodido que está la situación para los maestros, de la huelga que no parará hasta que el estado reconozca la labor que realizan.
-¡Salud por la paternidad del gordo pes, conchasumare!
-¡Salud!
-¡Salud!
Los vasos volvieron a chocar, las botellas volvían a quedarse vacías y el cenicero se llenaba con más colillas.
-Tío Carlitos, deja de andar jodiendo a los demás y pásanos dos chelitas más.
-Ya chibolo, pero más respeto –respondió el dueño del bar mientras se acercaba a la refrigeradora- No tengo más cusqueñas de trigo muchacho, ¿te parece bien si te doy unas ricas y espumosas Pilsen?
-¡Bacán! Las Pilsen son más ricas que esta huevada de trigo.
-Tú lo has dicho André –dijo por última vez Carlos y sacando las cervezas de la refri se las llevó a la mesa.
-¿Oe Pedro y qué sabes de la gente? –preguntó Daniel mientras llenaba su vaso.
-Ah, vi hace dos semanas a Estela…
-No jodas huevón, ¿qué te dijo?
-Ni mierda Daniel, no me dijo ni mierda si la pendeja es botadaza, me vió y se hizo la loca. Esta bien rica la mierda esa, quizá por eso se bota así de feo.
-Nada de eso –replicó André- según me datearon se ha casado con un tío de monedas y que ahora no recuerda que estudió en un colegio estatal.
-Debe de ser porque se veía bien producida. Peinadita, con su bolsito rojo y con un culazo de campeonato. Relájate Daniel ¿o te sigues cagando por la Estelita?
-Bueno, ya no. Pero me viene a la cabeza recuerdos de la fiesta de promo. Mientras bailaba con ella le dije que había visto su ropa interior y que era de color amarillo. Se lo dije porque estaba un poco picado, era la primera vez que bebía pes, así que no se caguen de risa.
-Pero que te dijo ella pes –Interrumpió André llevándose a la boca el vaso con cerveza.
-Ah –Continuó Daniel con voz emocionada- me dijo si no quería ver también los que llevaba ese día.
-¡A la mierda! Y no contaste nada.
-Es que pensé que sólo me pertenecía ese recuerdo de Estelita en pañitos menores, pero si ya se casó y es botada ya no importa.
-Ya, pero continúa con la historia pes pendejo
-Espera pe’ André, vamos a mojar antes la garganta para la locuacidad.
Volvieron a chocar sus vasos y bebieron rápidamente su contenido. Eran las nueve de la noche y ya iban por la primera caja de cerveza. El local empezaba a llenarse de gente que tomaban asiento y pedían cervezas, pisco, ron. Se enfrascaban en conversaciones que iban desde fútbol, el triunfo de Alianza Lima. Política con todos los sinsabores del gobierno, de las huelgas y los malos pagos a los empleados públicos, de la corrupción que se comió todo el país desde que independizaron. Hablaban de todo, con un murmullo general donde podía uno escuchar sobre las posiciones sexuales que más le gustaba y hasta de cómo se levantaban a las chibolitas pulpinas.
-Ya bueno, como les iba diciendo Estelita me preguntó si no quería verle los calzones en pleno baile. Claro que yo dije que si con la cabeza. El calor me subía y se apoderaba de mi cuerpo. Acabó la canción y me dijo que la acompañe al baño. Ustedes estaban pegados con las botellas y con la gente, las chicas estaban llorando despidiéndose y los viejos estaban también en plena chupeta. La seguí, su vestido moradito dejaba ver sus piernas blanquitas y yo me preguntaba qué color llevaría en ese momento. Llegamos al baño y ella ingresó primero, me dijo que pase y así lo hice. Me preguntó si ya estaba preparado. Afirme nuevamente con la cabeza, estaba nervioso y no pude gesticular palabra alguna. La muy pendeja se rio y se metió al sanitario dejándome parado. Cerró con seguro la puerta, porque yo empujé la puerta tratando de ganarme con todo. Habrá demorado unos quince segundos. Luego la puerta se abrió y estaba ella parada sonriente sosteniendo entre los dedos una tanguita de color blanco. Era una tanguita pequeña, riendo me lo dio y antes de irse me dijo: Espero sepas aprovecharlo Danielito y se fue dejándome parado, sosteniendo la ropita blanquita con fuerza.
-Jajaja, ¿pero acaso eso fue todo?
-Si Daniel, eso fue todo, ¿no jodas? –También preguntó Pedro.
-Si muchachos, eso fue todo porque luego de meterme una jalada de ganzo oliendo su tanguita. Salí del baño y la busqué con la mirada por todos lados. El resto ya lo saben. Me acerqué a ustedes y les pregunté si la habían visto.
-Si, ella se fue con Ricardo a otra fiesta. –Respondió André conteniendo la risa.
-¿Putamare y porque no me dijeron eso?
-Es que era nuestra fiesta de promo y no queríamos cagarte la fiesta loco, pero ya fue ¿si o no?
-Si André, ya fue conchasumare. Otro salud por la Estelita pes.
Los tres rieron y llenaron sus vasos para el brindis.
-Carlitos, ¡otras dos más porfa!
-A la orden Pedrito.
Trajo las cervezas, cobró por ellas y se fue a la mesa donde estaban dos ancianos bebiendo coca cola con ron Pomalca.
-Oe, ¿saben algo del gatito? –preguntó André.
-Ese Kenyo de mierda, dónde carajos estará –Se apresuró Daniel en responder.
-Yo lo vi hace dos meses en Pisco, estaba con su flaca.
-¿La chatita de su cuadra?
-Si André, esa misma. Llevan un buen tiempo juntos.
-Si, pero no sabías que gatito se rayó conmigo porque pensaba que yo me estaba gileando a su enana.
-¡Jaaaa! –Dijeron al unísono Pedro y Daniel.
-Serio pes. Todo fue porque una tarde en el cole me pidió que le escriba una carta romántica. Yo lo hice normal si después de todo me iban a caer unas monedas. Pero al parecer la flaca no se convenció del todo de que él lo haya escrito. Y ya pes, luego de acompañarlo a su casa a la salida, como todas las tardes luego del cole, me iba a mi casa tranquilazo y veo en la esquina parada a su chata, pasaba normalazo yo escuchando música en mi Disc-man y la flaquita se me acerca, tuve que quitarme los audífonos. Era bonita la enana esa, y me pregunta así de arranque: Tú escribes las cartas románticas de tus amigos ¿verdad? Puta, yo me quedé heladazo. Asentí y la flaca se me abalanza con un abrazo y sus labios buscando los míos. La esquivé y justo en ese momento Kenyo sale de su casa y se gana con la escena. La flaca se quitó en una y Kenyo no me volvió a dirigir la palabra.
-Si, esa enana era pendejita, si a mí también me quiso pulsear.
-No jodas Gordo, ¿también a ti?
-Si, la chibola quería con todos. Quizá por eso estaba con el Kenyo también.
-¡Mierda! Pero ya dejemos de hablar de hembritas que me dan ganas de llamar a unas nenas –dijo con tono sarcástico Pedro- Más bien qué saben de Chuito, me enteré que su viejita acaba de fallecer.
-Sí, hace un mes y medio que falleció. Ahora Chuito anda todo hecho mierda, creo que ni se cambia de ropa.
-¿Estaba estudiando idiomas creo?
-Si André, pero creo que lo dejó.
Volvían a secar las botellas, bebían sin pausa. Tres vasos que no se permitían quedar vacíos. La mesa pequeña con tres tipos recordando, haciendo cuentas de los nueve años pasados y contando absolutamente todo lo que sabían de sus condiscípulos. Ya sea por efecto de la bebida o simplemente para no dejar en silencio la mesa. Recordaban el nombre de la promoción, ese nombre que Carmen soltó en medio de bromas: Alfred Nobel, que la promo se llame Alfred Nobel. ¡Porque somos una promoción dinamita!
-¿Sabían que el chibolito de la Carmen tiene leucemia?
-Nada, no sabía.
-Ni yo sabía nada.
-Bueno, eso me dijo Banny entre lágrimas la otra vez que lo encontré tomando en la calle con uno de sus vecinos.
-Mierda, pobre Banny y la nera.
Ya eran las once la noche, seguían bebiendo mientras fumaban. O fumaban mientras bebían. Recordando y contando lo que sabían de sus demás compañeros de clases. Dejándose llevar por el alcohol que iba soltando sus lenguas. Era una promoción de jóvenes que tuvieron una vida difícil, se contaban todo esto porque el dolor ajeno disminuye los dolores propios. Y dieron las doce y una de la mañana. Ellos aun bebiendo ya en su cuarta caja. Ebrios cantando canciones de Yosimar y Jambú, porque se habían quedado sin historias ajenas que contar. Ninguno durante esa noche contó algo de su vida, ni por casualidad ni por el exceso de tragos. Pero bebían sin detenerse para nada. Lo último que se dijeron fue una fecha en la que se volverían a reunir, en la que volverían a contar las mismas historias o quizá ponerse al día con nuevos detalles de la vida de sus compañeros. Pero nada de contar algo de ellos, nada de eso. Solo hablar de los demás y listo, mientras bebían. Fue a eso de las dos de la mañana que cada uno salió rumbo a su casa, con los pasos tambaleándose, con la cabeza dándoles vuelta, lentamente luego de despedirse. Sin saber si se volverían a encontrar en ese fecha. Sin saber nada porque llevaban ahora los dolores ajenos y quién sabe quizá en el transcurrir del tiempo antes de la fecha pactada alguno de ellos sería ahora víctima de los años y de los dolores que trae en su andar. No lo sabían, no lo sentían porque iban ebrios y faltaban tan solo tres horas para que amanezca. Ese día ninguno de los tres fue a trabajar porque despertaron tarde, con resaca y con los bolsillos anémicos.


A:
Daniel y Pedro. 
Por pendejos.


-Melvin Jara.


viernes, 9 de marzo de 2018

EL CLUB DE LOS PIRÓMANOS.

Vagamos como dos tontos, cargando cada una de las calles que íbamos dejando, sobre nuestros hombros. Las esquinas y sus interminables preguntas, el cruce peatonal y todas las muertes imaginables. Vagamos, de arriba, de abajo. Por las calles desoladas, las casas y alguna anciana sentada en su balcón, una anciana triste en el balcón que solo tiene ante sus ojos ladrillo y más ladrillo. No importaban cuantos pasos se dieran aquella noche, no importaba absolutamente nada en aquel momento. Levantamos pasos, constantemente y tantas veces antes de llegar. Tres tipos me detuvieron, en tres lugares distintos. Tres veces repitieron las mismas palabras. Tu pelo, siempre tu pelo, tres veces halagaron tu pelo en medio del tráfico. Y tú: tranquilo viejo, es normal que lo digan, porque de verdad tengo un bello pelo, sí o no viejo. Y ellos, los tres, tres veces si morena es un bellísimo pelo. Pueda que haya sido un solo tipo el que apareció las tres veces. Pasamos por la plaza y te venían terribles ganas por llegar al teléfono de la esquina, ese cerca al tragamonedas en el que entramos y me dejaste esperando sentado frente a una máquina y me dediqué a verlos, tipos ansiosos que abrían los ojos pensando que eso llama al triunfo, que es un acto de buena suerte. Los veo ávidos de llenarse los bolsillos y salir con la frente en alta, por fin, pero no. Sus ojos reflejaban la tristeza por perder constantemente, por perder siempre, el rostro de todos en la sala comenzaba a llenarse de tristeza, otra ronda sin ganar. Y la anciana que siempre podrá ser otra, sentada en el balcón intentando recordar aquellos años mozos, volviendo a sentir sus pasos como los nuestros, tratando de llegar pronto y poder soltarse los grititos escondidos en el bolso, recuerda de seguro que las calles no tenían tantos ladrillos por aquel entonces, que durante la noche más oscura pudo arder libremente hasta volverse sudor, convertirse en algo cercano a las cenizas.
Qué largas se nos hacen las calles, qué pequeña es la ciudad que nos rodea. ¿Por qué no desaparecemos de una vez de tanto bullicio? me dices, me sudan las manos. Estoy nervioso, lo sabes y quieres invitarme una cerveza, sabemos que no será sólo una, desisto de todo trato. Seguimos andando, como dos perros que buscan un poco de agua en medio del desierto del sur, puertas cerradas, lugares llenos, callecitas cubiertas de basura, lodo y no quisiste ensuciarte en aquel lugar. Son mis mejores tacones, dijiste.
Caminamos dando vueltas por la avenida central, deteniendo nuestros pasos únicamente cuando algún auto se cruza frente a nosotros, Deteniéndonos para dejar pasar el auto que pudo arrollarnos, que pudo patinar y quedar dando campanadas en plena madrugada, puede que la caja de cambios se le acabe estropeando, que los muelles no funciones más y que sean nuestros cuerpos los que se interpongan en su camino.
Se hace tarde y lo único que ha ido subiendo han sido los años, los años y su vejez como único síntoma, los años y los vacíos ocultos en horario de trabajo.  La jornada cíclica de trabajo, dices. Porque para tus ojos la eternidad es detenerse a cada instante, escapando de cualquier rincón, enredarse entre verbo y carne, teñir el color de las paredes con historias y cuadros escondidos entre las manchas de la pared, blanca, siempre blanca.

Líneas, amarillas, blancas, líneas negras, negrísimas líneas. Nos dibujamos sobre piedras, pasto, tierra y sombras. Árboles que ya tienen nombres, los repites en tu cabeza, quizá más de tres veces y ahora sé que no serán solamente tres, que vendrán otros tipos y sabré estarme atento. Por suerte memoricé el rostro y la barba y el cabello cano y  su andar liviano, esquivando a los demás transeúntes, ebrio de alegría, saltando para evitar correr. Volvemos sin darnos cuenta al mismo muro, el lugar nos extrañaba tanto que al vernos floreció, casi de inmediato. Solté tu mano para acercarme a oler aquellas flores, demoré lo que se demora en apreciar un aroma, volví la cabeza pero ya era tarde, otra vez tarde, muy tarde porque las puertas estaban cerradas y los nervios se me iban contrayendo, era tarde porque ya el fuego iba apoderándose de todas las paredes y gran parte del techo.

El mismo viejo, sentado en el primer piso, mientras su mujer quien probablemente se encontraba recordando historias en el balcón, nos abrieron la puerta y nos permiten pasar. No se bebe en este lugar, no se grita en este lugar, no se corre en este lugar, no se canta en este lugar, no se recuerda anteriores muertes. Aquí se muere cada día. Nos entrega las llaves y te sonríe.

Dentro es arder como en una olla a presión, las paredes lo estrujen a uno cada vez que olvida su propio nombre. Entonces, tú, como tantas otras veces, cogiste el mechero verde que tenías en casa, prendiste. Me llevaste corriendo y alrededor el rótulo de las puertas eran las únicas que iban aumentando de cifra. cientocuarentayuno, cientocuarentaydos, siento los pies cansados, un vacío en el estómago me recuerda que aún estoy nervioso, que no podemos incendiar cualquier lugar solo porque querrámos.

Llegamos por fin, después de tanto andar, de tanto dejarnos entre el tráfico y el recuerdo de los fantasmas que desde ahora también nos seguirán por todos lados. Llegaste y ya nada te importo, ni siquiera el hecho de que podías maltratar tu cabello y ya no habría un cuarto tipo diciendo: Hey tío, mira que hermoso pelo tiene esa mulata.

Retiraste la tapa y dejaste que el combustible bañara todo el mechero, lo volviste a hacer unas tres veces hasta sentirte segura que realmente podría prenderlo. No demoró mucho, los fósforos, la mecha encendida, el mechero ingresando por una de las ventanas. Las cortinas cubiertas de fuego, la casa llena de humo, el calor que lo habitaba todo, la combustión que iba en a aumento, fuego. !Fuego! Gritaba la vieja que corría escalera abajo, gritando !Fuego! !Fuego! salgan todos que hay mucho fuego. Los ancianos se toparon con todas las puertas cerradas, las ventanas trancadas, se encontraron sin salida y llegaron al centro de la sala, mientras se cogían de las manos, sonreían, ambos, ella con sus recuerdos desde su balcón, él entre los diarios con los cambios políticos, con muertes y asesinatos cada vez más interesantes, cada vez más entretenidos.

Corrimos, otra vez, corrimos hasta la casa vacía donde muchos otros pirómanos se reunían. Pide algo para el calor, dijiste. Porque estabas aún ardiendo y el encendedor bailaba entre tus dedos. Bebimos dos o tres copas para sosegar la garganta.  Me avergonzaba preguntar si aquello no había sido un crimen, tenía miedo de saberme culpable, miedo de carbonizar a dos ancianos, más que miedo, la culpa que lo atrapa a uno como un pequeño calambre que dura dos a tres horas y que luego se agiganta.
Bebías, bebías por los dos, un tipo triste no debe de alcoholizarse, lo repetías siempre que ahora lo siento tan cierto.  Detuviste el quinto vaso, bebías como si no te importa el hecho de haber asesinado a un par de ancianos tristes, de una casa triste, de paredes blancas y pequeñas camas. Bebías acaso para poder olvidar
Esta vez incendiemos el cementerio, casi lo gritaste, mientras reías con las manos tapándote los ojos, porque seguro ya lo veías todo, con total claridad, por eso reías y te tapabas la cara, por eso reías y repetías por tercera vez: Esta vez el cementerio.
Me detuve, esperando respuestas, o al menos medias verdades. Con el vaso sobre la mesa, los tipos reunidos todos con ropa negra, bebidas claras. Noche que se extingue, podría decirse que eran las tres y veinticinco de la mañana.
¿Qué te sucede?, dijiste y tu voz sonó tan fuerte que me hizo temblar. ¿Será acaso que te dan lástima esos dos viejos?, pensé que lo sabías. Y sus ojos volvieron a la bebida, respiró tan profundamente que los demás parecieron notarlo, dos de ellos intentaron levantarse, seguramente a decir también que hermoso pelo mulata, que hermoso pelo. Y tú, como tantas otras veces sólo sonreirías y optarías por andar con pasito de gacela, con tanta delicadeza que los peatones se ponían a gritar para que por favor se apurara.
Pensé que lo sabías, repetiste una vez más. Pensé que lo sabías. Mi trabajo es asesinar a personas que no tienen nada por lo cual vivir, ellos estaban tan viejos y tan cansados, al parecer lo conversaron y se dieron cuenta que ya nada podría pasar en sus vidas, se sentían miserables puesto que sus hijos, si, tenían dos hijos. Un varón y una mujer que ahora es madre y se ha olvidado de ellos, el varón que intentó vender la propiedad cuando su padre enfermó. Por eso se sentían miserables y llegaron a este lugar, justo a esta mesa en la que estamos sentados y bebemos, perdón, bebo. Me parece muy bien que ya no bebas en esta ocasión. Me parece bueno, realmente bueno. Sí,  aquí mismo se sentaron y pidieron un poco de pisco puro y una botellita de agua mineral para ella. Quería que todo pareciera un accidente, pues el amor de los padres, sobretodo de la madre quien se negaba en dejar la propiedad que seguramente les causara problemas, optó por asegurarla contra cualquier accidente dejando como beneficiarios a sus dos hijos. Por eso bajaron rápidamente y se abrazaron en la sala, seguro se despedían. Bebiste nuevamente. Tienes que entender nene que este negocio es así, a veces uno no entiende a los clientes.
Ah por cierto, mientras te tapabas los ojos, nuevamente, evitando así que pueda verle esos ojos jubilosos. Será esta vez un cementerio y descuida el que nos contrató también está cansado de lidiar todos los días con los muertos.





-Melvin Jara