Poco a poco la imagen frente a la pantalla comenzó a envejecer, la nariz y las orejas comenzaron a crecerle, el rostro se llenaba de arrugas, la piel del cuello le colgaba ligeramente. En el margen derecho de la pantalla:
Edad Actual: 23 años
Edad estimada: 57 años
Monto Ofrecido: 19041992.00 nuevos soles
Beneficiarios:
Honorata Agustina Fernández Puya (Madre)
Doménico Albarracín Fernández (Titular)*
* Al monto ofrecido se le restarán el costo de las operaciones por problemas hepático, pulmonar y cardiovascular. En caso someta a algún tipo de tratamiento.
Los ojos de la simulación parecían las de un maniquí y esto le provocaba un poco de miedo, mientras su mente aún trataba de leer correctamente la cifra que podría cobrar su madre, observaba bien los numeritos mientras mentalmente los iba contando: unidad, decena, centena, una de millar, decena de millar, centena de milla, unidad de millón, decena de millón. Diecinuevemillonescuarentayunmilnovecientosnoveintaydos nuevos soles. Hacia una lista de lo que podría comprar con ese dinero, una casa en la playa la cual podría alquilar, abrir un restaurante o un bar, quizá ambos, un salón de belleza y una barbería. Podría comprarse un auto y hasta quizá dos y alquilarlos, podría incluso con lo que le sobrase practicarse una pequeña cirugía para que pueda verse más joven y radiante. Tantas cosas que podría su madre hacer con todo ese dinero que le ofrecía el gobierno para reclutarlo como soldado y pueda combatir por su país.
La noticia había llegado a él por medio de unos volantes que repartían en el mercado central, el tipo que le dio el papelito le dijo:
-Compañero, todos tenemos problemas económicos. Por eso el estado está dispuesto a ayudarte, sólo tiene que demostrar tu amor a tu bandera –Se dieron un fuerte aprentón de manos como despedida.
Luego de dos meses de indecisión, un infarto a su madre, el embargo de la casa, la medicina, la poca cobertura del seguro, el miedo a perder a la única mujer que logró amarlo como era. La idea de luchar por su país aún le daba miedo, se veía cayendo al piso, lentamente como en las tantas películas. Antes de caer en la depresión, sonrió al verse sobreviviendo, se vio victorioso en el campo de batalla, levantando el arma, cubierto de lodo y sangre de los enemigos, sudor y hambre en todo su cuerpo.
-Entonces, si acepta. Tiene que colocar sus manos en esta pantalla para poder escanear sus huellas dactilares –dijo la señorita, sus ojos volvieron a leer la solapa que tenía su apellido, Ramos.
-Disculpe, tengo una pregunta ¿el dinero se lo entregan inmediatamente o cómo es el trámite? –dijo mientras limpiaba sus sudorosas manos con las toallitas que entregó la señorita Ramos, tenía unos ojos pequeños y una cara alargada. Por un momento la cara de aquella mujer también empezó a envejecer en su imaginación, el rostro con la nariz más grande, la oreja engrosada y los lunares como colgajos horribles en la cara. Los senos erguidos caerían y serían también peso extra en un cuerpo cada día más cansado. Pensó en lo que ella también tendría que haber recibido para enlistarse a las fuerzas armadas de su país.
- Pues, verá. Se realiza dos abonos, la primera de un 30% del monto total –mientras sus dedos se deslizaban rápidamente- es decir cincuentaysietemilcientoveinticincomilnovecientossetentayseis soles. La cual se realizará a más tardar nueve meses luego de embarcarte a tu primera misión –Sacó de su gaveta un formulario, le indicó un cuadrito- aquí pondré la cantidad de misiones que tendrás que realizar, serán cuatro. A la segunda misión el abono volverá a ser del 30 por cierto. Se le entregará una tercera de 40 % y cuando llegues a casa luego de las misiones se te tratará en los mejores hospitales del estado, acabado esto se te entregará lo que reste del monto antes ofrecido. Tienes alguna otra pregunta.
Todo lo que la Srta Ramos decía sonaba mecánicamente, llena de números y porcentajes, lleno de cuotas y abonos cada cierto tiempo. De pronto ya no podría comprar la casa e instalar los negocios, quizá ahora tendría que dejar que su madre elija, era ella quien elegía siempre después de todo.
-¿Entonces solo tengo que poner mis manos en la pantalla? –mientras dejaba caer la toallita de papel sobre la mesa.
Colocó ambas manos sobre la pantalla, esta cambió de blanco a verde, rojo y finalmente blanco.
- Ahora diga acepto las cláusulas del contrato con voz firme y clara –y Ramos insertó el formulario en la impresora. Mientras tecleaba frenéticamente- Listo, ahora con voz clara y fuerte.
- ACEPTO LAS CLAUSULAS DEL CONTRATO.
Ramos lo vio a los ojos, parecía triste pero acabó regaladole una sonrisa que a leguas se notaba fingida. Quizá le recordaba algún familiar que también se había enlistado y no volvió jamás. Había escuchado muchas historias sobre soldados que se enlistaron y murieron antes de llegar al campo de guerra ya sea por algún misil o alguna bomba lanzada a su movilidad. Sin embargo los pocos que regresaban del campo de batalla llegaban a su casa un mes y luego partían rumbo a otro país a vacacionar de por vida, al menos esas eran las fotos que se veía en los muros de los cuarteles.
La impresora emitió pitidos rápidos y el formulario salió disparado, ahora se veía su rostro y sus datos personales. La señorita Ramos revisó un momento el documento, copió el código de cuartel y presionó Enter.
- Firme aquí por favor Sr. Albarracín –señalando una línea al final del documento, mientras con su mano derecha sacaba la hoja impresa.
Firmó mientras escuchaba las indicaciones:
- En dos días tiene que acercarse al cuartel número 32, en caso se le dificulte llegar tiene que saber que hay movilidad ese mismo día en la plaza de armas de la ciudad. Debe saber usted que los soldados del país son tratados con respeto por su valor y su entrega al país. La movilidad sale a las 3 de la tarde, tendrá usted ahí a 29 compañeros de primera tropa. Si no tiene otra pregunta, le entrego su boleto y su contrato para que su madre pueda tramitarlo ya mismo. Si fuera posible, mañana.
Firmó rápidamente –era increíble lo rápido que el estado acepta soldados sin saber siquiera si en verdad aman a su país, preguntaba Albarracín. Su madre decía siempre en las reuniones familiares que no comprendía a su hijo pues no dejaba nunca de hablar. Ametrallaba todos los rincones de la casa con su vocecita, que desde que aprendió a hablar no había dejado de llenar la casa de ruido, de alguna historia que podía esconderse en los cuartos o entre las macetas de la casa. La señora Honorata no comprendía como su pequeño hijo podía contar tantas cosas a la vez- recibió la hoja con el boleto impreso, quiso besar a la srta Ramos, pero ella ya había estirado su mano.
- Un placer, valiente soldado por amar tanto a su patria.
Sacó tres caramelitos de una bolsa escondida en su gaveta, solía hacerlo con todos los voluntarios. Le hacía sentirse caritativa con aquellos tristes jóvenes.
Probablemente, pensaba ahora ella, Albarracín seria usado como carnada en alguno de los ataques perpetrados en busca del posicionamiento de otro país que podría incluso ser el suyo, se sentía mal pues si esto pasaba su madre no podría cobrar su segunda cuota y que tendría que conformarse con el primer bono el cual tendría que sufrir del corte del 10% de retención como impuesto de guerra. Que si sobrevivía a la primera misión que duraba un año, no podría ver a su madre pues entraría en capacitación y lo someterían a análisis para saber su condición médica. Que varios médicos darían un veredicto. Que probablemente prueben nuevas drogas con él por tres meses y lo manden a países a matar niños que se mueren de hambre. Y si en caso volvía, lo dejarían ir a casa por dos meses, que lo citarían al médico un par de veces más, que sería tratado por psiquiatras para ver la magnitud de los traumas almacenados en tanto genocidio. Que ahora probarían nuevas pastillas, experimentarían con su cerebro tratando de ver cuánto soporta el cerebro humano que si no acaba loco, acabaría suicidándose y en el mejor de los casos podría ampararse en la ley que exoneraba al soldado de un año de misión a cambio de llevar diez muchachos a inscribirse al noble ejército estatal. Quería contarle la verdad, pero sabía que si no se limitaba a realizar su trabajo, tendría problemas y podría desaparecer de la noche a la mañana y que nadie se inmutaría, salvo las madres del orfanato de donde salió firmando también un formulario similar para poder ayudar a mantener a quienes ella consideraba una familia.
- Sírvase, noble y valiente guerrero –dijo y su voz casi se quiebra.
Albarracín tomó los caramelos y salió metiéndose los tres a la vez antes de abandonar la oficina. Me gustaría continuar y decirles que Albarracín logro sobrevivir, pero Ramos acertó y el chico murió antes de llegar al campo de batalla, en las noticias solo salió que un buque del ejército estatal había caído bombardeado por los del estado Irascible, que fallecieron 1500 soldados. Felizmente su madre no supo de la muerte de su hijo pues falleció a los diez días a causa de otro paro cardiaco, que no llegó a cobrar nunca el 30% del monto que ofrecieron a su hijo por entregar su vida a la patria.
Albarracín, antes de morir iba también inventando una historia como esta y se la contaba a sus compañeros mientras su nave iba siendo atacada por el enemigo, como en casa iba dejando que su voz se apodere de todos los rincones, ya no sentía miedo porque tenía la confianza de que regresaría a casa, que su madre estaba en buenas manos, que entregarse al ejército estatal era una bendición en su vida, menuda mierda ¿o usted opina distinto?
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