martes, 30 de mayo de 2017

AMISTADES

                                                                                          (Por estar aquí y en todos los personajes.)



-¡Bah!, ese André no es un buen tipo- escuchaba decir a una de las que te rodeaba.

No sé si sean solo ideas mías o tal vez es la acumulación del cansancio de la semana, por los días sobre las horas/ las horas sobre ruedas/ quedando completamente abatido, lo que me empuja a la necesidad de inventarme esta sensación de odio por todas ellas que ahora te rodean, como si fuera una ronda y ellas tomaran el papel de murallas. Es que, también pueda que no sea necesario imaginarlas a todas ellas odiándome de porrazo como si fuera yo el tipo que aventó el globo que las fue a empapar en pleno carnaval y ellas uniformadas, listas para una clase con la mochila ahora también mojada ¡Y los libros, los apuntes, los calendarios y todo lo demás completamente mojados! Aunque nadie sepa si en verdad a donde irá es a clases, las mochilas se prestan para todo (dímelo a mí). Así me veían todas, miradas llena de gritos que raspan de a poquitos, de esos que cortan delicadamente  a uno cuando siente miedo:

-¡Pervertido!
-¡Idiota!
-¡Vagabundo!
-¡Pirómano!
-¡Embustero!

Y etcéteras salen de sus ojos que son ahora ametralladoras. Me odian y es un sentir tan intenso que cada uno me odia más que la otra, ellas lo toman como un juego porque es fácil, porque eso hacen las amigas. Y así todas cuidando en la ronda para que el lobo no pase la línea, para mantener la tranquilidad de la sala, de las calles, de la nación.  Las veo a todas a regañadientes, levantando las manos como si cargasen algo demasiado pesado, fingen no verme pero lo hacen, son buenas, pero no tanto pues yo lo sé. Incluso sé quién me odia más, de entre todas ellas es la de lentes aunque claro siempre son estas; la del lentes y es que es la más notoria, como me ve y como me sigue con la mirada desde que llego a su campo de visión –dejo la mochila a un lado y te busco con la mirada y ella lo ve todo como en un programa de teve  llena de escenas a cámara lenta, sacó los cuadernos para los apuntes, te busco con la mirada y la suya desaparece, es aquí que tengo pocos segundos para verte directamente a los ojos. Pero ya estás envuelta en otras conversaciones- entonces espero a cruzar miradas para entender el motivo de ese sentimiento tan agrio: por mí, pero ella y por todas ellas. Agacha la mirada, busca en el suelo palabras que ella sabe no encontrará y yo solo veo mis travesuras de colegio cuando molestaba a otras como ellas “Cuatrojos”. Es aquí que deja de verme la de lentes y empieza Juana quien es la más alta de todas, es guapa cuando se voltea y no solo por el trasero, si no por los risos definidos, a ella le hacen casos todas y seguro solo es por el tamaño y los muslos que dejan ver sus jean push-up, ella es la que señala siempre, ha de ser que es la mente maestra de todos los crímenes que probablemente haya cometido el grupo, ve con mayor panorama los asuntos aunque parezca callada, sé que es la que más habla y no se guarda de nada para los insultos, lo digo por sus labios, tiene el labio inferior más grueso, típicos labios que engruesan por soportar los constantes ir y venir del labio superior.

Las demás solo me odian por seguir la corriente, por ejemplo la de cabello quemado solo finge todo pues la vi hace unas semanas yendo al cine -me senté al fondo de la sala, cuando volteé y a tres asientos estaba ella, la de cabello quemado pues es graciosa porque junto al sol logra enceguecer a quienes la molesten aprovechando esos segundos  les empieza a dar golpecitos en la rodilla   a todos y ríe corriendo-empezaba a sudar y se notaba nerviosa cuando me vio, ha de ser que como estaba sola sin las demás sintió que no había motivo para odiarme y por eso no supo cómo reaccionar; por eso digo que ella no siente lo que las demás pero finge hacerlo y sabe fingir muy bien.
A Carola todo le da igual, es que anda ocupada en sus cosas y sus temas- el examen de anatomía, el oral con el profesor de dermatitis, las pastillas que debe recetar a los desahuciados- que ya son tantas como para pensar en alguien y más aún para ese vulgar sentimiento. Aunque su instinto la lleva a detestar a quien ronda a una de sus amigas y eso lo cumple ella con facilidad. Carola a pesar de sus apuros y disparates y el poco tiempo para pensarlo detenidamente, porque también tiene sesión de juzgado y busca interpelar una zanahoria en la corte suprimida, tiene que odiar a alguien y lo toma como un relajo desestresante que no afecta a nadie en  lo absoluto.
Así andan todas ellas cuando quiero buscarte, así son todas: porque así son las amigas, dicen repetidas veces y vuelven al ataque para distraerte:

-Es un animal
-Desquiciado
-Arrogante
-Subnormal
-Pedante

Y otra vez vuelven a la rondita susurrando más improperios, pero nadie está contando, cuatro, cinco, seis, siete; y entre todas han contado hasta ocho para suprimir el gritito final que se guardan de cada madrugada a las 3 am en el baño a escondidas con esas cremas y todo los instrumentos fálicos que cargan en la mochila.

 Así me ven todas cuando se han tragado la mañana sacando los malos deseos y se sienten cansadas, por eso me detestan: porque puedo dejarles los ojos en blanco sin tocarlas ni hablarles. Me odian y se odian también porque no las miro con el detenimiento que anhelan merecer, porque mis ojos te buscan a ti que andas metida nuevamente en conversaciones con todas ellas que me miran y no soy santo de su devoción pero las emociono y eso las encabrita a todas ellas. Pero eso no importa, porque andamos metidos en un lío no tan inusual: yo te busco y tú no quieres que lo haga porque suena menos entretenido cuando ya no me gana el miedo por perder. 

-MELVIN JARA

viernes, 19 de mayo de 2017

ANDRÉ SEGOVIA.



Vivía a dos casas desde que tenía unos tres años, llegaba de un pueblo lejano. Aunque nunca supe de donde, hay cosas que no se preguntan así nada más, porque es mejor no saber absolutamente todo, siempre dejar un halo de misterio. Tenía dos carros rojos, eso me llamó muchísimo la atención, por lo cual me acerqué a saludarlo cuando éramos niños. Tenía los ojos tristes y una delgada línea dibujada en los labios que se abrieron suavemente cuando me dijo su nombre: André Segovia, tan despacito que lo insté a que volvería a decirlo.

-Dilo fuerte.
-ANDRÉ SEGOVIA

Lo comprendió rápidamente pues mientras volvía a cerrar su pequeña boca estiraba su mano con un carrito rojo en ella. Esto fue lo que nos hizo amigos en aquel entonces, aquella vez jugamos hasta entrada la tarde. Era experto creando historias y con la ilación de estas, jugamos por ejemplo a carreras imaginarias atravesando el desierto de la costa, él iba describiendo los caminos que recorríamos e iba inventando poblaciones y pobladores que salían de casa dispuestos a ver la magnífica competencia, todos los vecinos  inundaban las callecitas con palabras de halago  para ambos autos rojos que avanzaban levantando polvo y casi volando iban dejando atrás su pequeño caserío, hablaba muy bien y con tremenda voz a pesar de los pequeños labios dibujados en su rostro. Pasamos aquella vez por muchos pueblos y muchas personas sorprendidas salían de sus imaginarias casas a ver el espectáculo y mezclarse con la polvareda que dejamos.
Así era cuando lo conocí, por los carritos rojos y por la imaginación que lo acompañaba a pesar de ser pequeño y flaquito. Lleno de tráfico y peatones dentro de su cabeza. Así era él, así lo conocí, así nos conocimos y jugamos por mucho tiempo, pero yo a esa edad no sabía la definición exacta de esa palabra y sólo jugamos. 
Pasaron muchos meses luego de aquella vez, él era poco de salir mientras que yo era una mataperro y paraba en las esquinas ganando canicas a diestra y siniestra para luego negociarlas y volverlas a ganar, hasta que volvió a salir cargando los carritos con los que jugamos una tarde. Dejé a mis oponentes y salí a pasarle la voz:
-¡André! Vamos a jugar, salió de mi boca como una ametralladora.
En respuesta solo hubo silencio, no me miraba, sus ojos centrados en los carritos rojos con llantitas limpias. Ahora tenía el traje limpiecito y estaba bien peinado, volví a pasarle la voz:
-¡André! Jugamos a las canicas, pensando que tal quería que también yo comparta algo, te presto mis caninas, ¡mira! Tengo de varios colores; mientras sacaba algunas entre lecheritas, americanas y las japonesas. 

Tampoco habló, pero esta vez sus ojos vieron fugazmente a la ventana de su casa donde su madre con mirada de soldado y sus brazos cruzados esperaba atenta, ahí lo comprendí.
No dije nada, guardé las canicas en el bolsillo de donde las saqué. Lo vi por última vez, aún con ganas de jugar con el carrito rojo con las llantitas limpiecitas mientras narraba alguna nueva historia de esos pueblitos que recorrimos durante nuestra carrera, pero esta vez no sería así y todo por culpa de su madre que seguro no quería que su niñito se ensucie la camisa recién planchadita.

-Vieja conchetumare, dije y salí a seguir con el negocio de mis canicas.


-Melvin Jara

martes, 9 de mayo de 2017

¿QUIÉNES GRITAN?


He salido por fin, después de largos meses encerrado bajo tierra. Me asustaron los estallidos y los cuerpos en putrefacción, me asustaron también la cantidad de casquillos de bala regada por el piso, todas doradas y relucientes.
Salí buscando algo que llevarme a la boca, pero solo vomité lo poco que tenía comido en día. Todo por ver al jovencito que vivía en la casa de enfrente, el pobre no tenía lengua y lo arrastraron por lo visto por varias cuadras, todo raspado y sangre en el asfalto en varias cuadras, también tenía agujeros en el pecho por donde se arrastraban gusanos completamente amarillos. Vomité todo, quizá porque lo conocí desde muy pequeño cuando jugábamos a esconder cuetecillos en los parques y de pronto verlo con ese olor a perro atropellado. Esta guerra va matando  a todos y a los pocos que han quedado vivos se les ha ido olvidando que viven. Mata a los más inocentes esta absurda guerra y esto lo sé porque las madres lloraban todas juntas en las plazas, abarrotando cada espacio de lágrimas con miembros de sus hijos: ¡Las malditas minas, quiten las malditas minas! Repetían todas, no era para menos pues sus hijos saltaban despedazados por el cielo dejando de nubes gotas de sangre que dejaban en ellas ríos de lágrimas. Mueren todos en este país y todo por la maldita guerra, morimos todos y los que no también de cualquier modo. No encontré nada en lo que queda de ciudad, porque hasta las casas estás desmembradas. Caminé mucho, entrando a casas vacías y abandonadas todas con las alacenas vacías y apolilladas sin rastro de que alguien haya vivido en ellas, casas tristes y bombardeadas.
Afuera hay polvo y ese desagradable olor que traspasa los pulmones, hedor tibio y refrescante de carne triturada se apodera de todas las calles como en el pasado el tráfico, es una ciudad completamente muerta, seguro los pocos estaban también escondidos en búnker, esos precavidos. Pero nadie guarda reservas para muchos años, el tiempo pasa rápidamente y nos lija a uno en la existencia. Pero el hambre no pasa, este espera y aprieta en el estómago como cuando el miedo se apodera de nosotros.
Se me entumeció la pierna izquierda de tanto caminar, falta de práctica asumo yo, es que pasa uno meses encerrado escondiéndose de las bombas y de los cuerpos desmembrados y de vomitar tanto tiempo, en una pequeña caja de acero protegido a metros bajo tierra. Caminé más, arrastrando y luchando contra la pierna izquierda entumecida luego la derecha también cayó rendida. Di pasos lentos por algunas cuadras más, ¡nada de comer! Salvo un pequeño trozo de papel en blanco, ha de saber que la guerra ha manchado todo de sangre a excepción de esta hoja en la que escribo porque quiero llegar a casa.

Melvin Jara.



domingo, 7 de mayo de 2017

Generacional

El acto repetitivo
golpear las teclas miles de veces
suprimir
suprimir
suprimir
muchas veces más
suprimir
golpear alocadamente las malditas teclas
como si la vida se nos pasara en ella
y pronto todas forman palabras y nombres
frenéticamente golpeas las teclas
ahora es una D acompañada de consonantes
ahora puede ser una M o quizá una maldita H
muda
pero escandalosamente visible en ese tamborileo de letras
que pasan a ser borradas
otras veces más
caprichos
arranques
desencuentro
sueños
pesadillas
murmuros
susurros
recuerdos
una casa
miles de personas
la puerta
y la ventana
los vidrios saltando
el piso cubierto
las gavetas
las gaviotas
cobardía
frenesí
cosas mías
cosas tuyas
cosa de todos
de nadie
otra conversación
y el A B C D nuevamente
saltando en la pantalla
por los golpetazos
que se va uno dando
contra las teclas
suprimir
suprimir
suprimir

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