La conocí
en el campo, ella era una mujer de senos altivos, sonrisa de niña pudorosa,
cuerpo llamativo y un rostro normal. Por no decir hermosa ni fea.
Llevaba de
la mano a una pequeña de mirada triste pero con una sonrisa en los labios, una
de esas cautivadoras, de aquellas que te quitan la pena al verlas, al verla mi
pecho se llenó de emoción mis piernas
temblaron y sentí una enorme felicidad, pero no sabía quién era y
desconocía el por qué de mi reacción. A la mujer ya la había visto antes en una
tarde de alcohol. La niña me era desconocida, ella al verme soltó la mano de la
niña y corrió a mi encuentro, humedeció mis labios resecos y mordió con ansias de
amar, con deseo, con ilusión.
Azorado la
detuve y le dije: -No es lo propio ante los ojos de tu criatura.
Ella
sonriente solo respondió, con una mirada de sorpresa: -Ella no existe, será el
fruto de esta noche. La vemos porque el destino así lo quiere su vida está en
estos momentos en nuestros cuerpos. ¿Acaso no puedes ver tu viva imagen en
ella?
-Es
imposible, respondí al mismo tiempo en que me acercaba lentamente a la niña. La
intenté tocar de la mano pero no lo logré, paso sobre ella. ¡Acaso es esto una
ilusión!- Exclamé en mis adentros.
-Está en
nuestras mentes; querido. Susurro la joven. –Ella será nuestra prole, ella vino
solo a unirnos, apareció en medio de la noche y me explico lo que ahora te
explico a ti. Solo quiere asegurarse de que nacerá. Que tú y yo vida le daremos
¡Compréndelo!
No
comprendía que sucedía, como podía ver a esa niña y no poderla tocar. Ella de
pronto clavó su mirada en mis ojos y por unos instantes me alejé de la
realidad, me elevé y vi escenas de felicidad al lado de esa criatura: Desvelos
a causa de sus males y orgullo de sus logros. Al volver a la realidad solo
lloraba, lloraba como un niño cuando pierde lo que más desea, cuando siente
soledad en medio del jardín.
La niña al
verme de rodillas, con lágrimas en los ojos. Se acercó a escasos centímetros,
con su suave mano limpio mis lágrimas y me dio un beso en la frente, después
susurro lentamente: “Hasta pronto” y así desapareció dejando solo su imagen en
mis recuerdos.
Me levanté
y la mujer se me acerco. Nos miramos unos instantes que parecieron eternos.
Después mi mirada recorrió su cuerpo casi desnudo y deseoso, entonces mi
hombría despertó abultando mi bragueta. No estoy seguro si ella notó ese
pequeño cambio. Solo recuerdo que se precipitó a mis brazos besándome con locura
insana; mordiéndome los labios, rozando su cuerpo en el mío con tales
movimientos que lentamente ibas desapareciendo el pudor. Mis manos sobre su
espalda, mis labios en su cuello, los dedos desabrochando su camisón, mi lengua
jugando en el punto oscuro de sus pechos embriagándose de ganas de amar con
soltura y en medio de delirios.
Y el campo
se volvió lecho, el viento nos desvistió. Uniendo nuestros cuerpos y yo
ingresando al placer de su cuerpo con temor. La fiesta de placer y unión llego
a su máximo punto, el la hierba descansando, dormitando ya los cuerpos
fatigados de la entrega, de esas largas horas de gocé y derroche de amor.
La pradera
entonces adquirió un aroma dulce y áspero a la vez; mis ojos de vez en cuando
volteaba a ver su cuerpo desnudo, mi deseo
recorría nuevamente cada parte en mis labios aún reposaban el sabor de
tus cumbres y el pantanal que queda más debajo de su ombligo.
Ella
susurro a mi oído algo que no escuche, a pesar de todo mi mente vagaba en la
imagen y sonrisa de aquella hermosa niña y mirando el cielo de mis ojos, unas
lágrimas cargadas de alegría y de dolor emano.
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