Blog de cuentos, poemas, narraciones y otras pegadas. Algunos textos son de otros autores.
lunes, 28 de octubre de 2019
ASISTIENDO A MI PROPIO FUNERAL
miércoles, 18 de septiembre de 2019
Mi madre lloraba por haber parido una hija...
Mis padres me pusieron Magdiel. Magda para los más cercanos, Maggy para los amigos más jóvenes, bruja para mis hermanos. Nena para mi madre y Magdiel Rosario cuando mi padre estaba enfurecido. Para ti, como desees llamarme, después de todo los años que cargó encima importan nada, las heridas y golpetazos que también traen son ahora solo manchas en la enorme página en blanco que busco cubrir. Pues me cuesta mucho llenar el aire con mi voz. Sé que te has ido llenando de rabia y cólera conmigo, tal vez por no decir nada sobre y durante tus andanzas para mantenerte de alguna u otra forma en la casa. Pero ya no puedo más, he visto en tus ojos ese brillo suave y tintineante cuando lo ves, esa sonrisa pura que hace que se te contraigan los cachetes cuando te llama, tu nerviosismo y esa gotita de sudor que corre por tu frente cuando te escribe al celular. Y en el fondo me recuerdas a mí.
Claro que hablamos de distintas épocas, tú y toda la tecnología y todos los conocimientos que has ido almacenando en tus dispositivos. Tú y esa amplia gama por escoger y buscar alguien que te sea interesante. Tú navegando en el tiempo a diestra y siniestra.
Yo y las radio novelas, el derecho de nacer y sus capítulos nuevos cada mes, yo y las cartas de hojas de cuaderno com garabatos en ves de letras. Yo y los pocos libros de mi gaveta, los libros tristes los libros alegres los libros azules y amarillos . Yo y mis conversaciones púdicas a las cero horas y catorce minutos sentada en el mueble de la sala frente a la pantalla blanco y negro que solo tenía estática a esas horas. Yo y el Ring para las llamadas de a cinco soles por tres minutos en las filas largas para marcar.
Hay mucho que nos separa y con esto no quiero que pienses que guardo rencor por todas las veces que me alzaste la voz y me mandaste a callar, por las veces que te morias de vergüenza cuando preguntaban si yo era tu madre.
Nada de eso hija mía, vengo aquí con todo el amor del mundo a contarte la historia que intenté borrar por completo de mi vida y quemé esas pocas cartas y libros y todo lo que me ataba al recuerdo de aquel cuerpo castaño, aquellos ojos desorbitados, su pelo negro, sus palabras y el maldito silencio que lo acompañaba. Podría decirse que vengo advertirte.
La tarde fue incierta, tenía el pelo largo y grasoso, un extraño aroma añejo como a vino y cachina. Leía poemas de un tal Niels Hav y gritaba como un loco las palabras que se aprendía de memoria. Un cursi de los malos que bebía y reía como estúpido inflando el pecho como un pavo, Real. Un poco esquivo, vestía camisa manga larga y el pelo engominado. Fueron tardes y noches bajo la luna y el sol, pistas de baile y pasos tontos de moda, manos sudorosas, rosas de plásticos y risas aplausos al salir de cada función.
Mi madre sin embargo lloraba todas las noches en su cama maldiciendo su vientre por haber parido una hija que acabaría limpiando trastes en una casita alejada de la urbe, que probablemente tendría los dientes llenas de caries, al menos las que aún permanecían en la boca que mi madre a esas alturas imaginaba. La panza enorme y constantemente preñada. La casa llena de niños y pañales por limpiar junto a los trastos del almuerzo de ayer.
Los días avanzaban presurosos, el corazón se tornaba débil y calmo cuando él decía que mi cuerpo tenía el aroma del Ron y las frambuesas mezcladas en el mismo aire: "Te rodea muñeca" decía muchísimas veces, mientras se peinaba el pelo, con el peinecito de color celeste que llevaba en el bolsillo del pantalón.
Las cosas de pronto comenzaron a cambiar, él llegaba tarde y dejaba de peinarse. Se quedaba viendo al aire y acentia a todo lo que le decia. Hasta que un día dijo:
"Flaca, esto no funka. Es muy pesado y siento que ya no te necesito"
Dos días después lo vi funkando con una chica maquillada con enormes tacones y pelo corto. Una momia con aires de juventud. Tarde en contarle a mi madre mientras el dolor me destrozaba todas las tardes, noches y mañanas. Sentía como se me salía el pecho, se me secaban los pechos y me apestaba el sexo. Como me pasaba los días frente a la ventana de algún hotel fumando o solo viendo el techo y contando cuantas vueltas daba el ventilador.
Hasta que decidí contárselo a mi madre, cuando ella me encontró entrando a la casa a eso de las tres y treinta y cuarenta y dos de la mañana oliendo a trago y con los ojos rojos. Mi madre lo odio muchísimo. Lo odio y lo quiso al mismo tiempo. Su cabeza llena de complejos. A ella le fue imposible soportar verlo comer un trozo de carne haciendo caso omiso a los cubiertos de la mesa.
Lo amé como las flores a la primavera, con las hojas de mi cuerpo y con todas mis voces. Lo amé tanto hija, que aún por las noches siento oír su voz detrás de la ventana, ingresando con sus pasos raudos y su estupido andar altivo, llega a la mesa y dejaba cualquier cosa sobre la mesa, él odiaba tener la mesa vacía. Lo amé tanto que solo me queda estas palabras para tratar se describir en pocas lineas todo aquello que surgía de mi pecho por años.
Jamás volví a saber de él, salvo por algunos comentarios de terceros quienes se llenaba la boca comentando a voz elevada, mientras levantaban un tomate y se lo llevaban a la nariz para olfatearla,que su actual novia tiene un hijo de cinco a seis años que él ignora. Un hijo que vive con su madre a kilómetros de la ciudad. Que la mujer solo usa su dinero, como tantas otras veces lo hizo. Que se trataba de una reverenda vividora. Pasaron cuatro años cuando me enteré del trágico accidente vehicular dejó doce muertos. Entre ellos él. Lo curioso es que no venía en ninguno de los vehículos accidentados. Al contrario él salía corriendo a tomar la combi que lo llevaría a su trabajo cuando fue testigo del fatídico accidente entre una camioneta Nissan y un minivan de doce pasajeros, para entonces tenía ya dos hijos y un entenado con la chica esa, entró al vehículo y comenzó a bolsiquear a todos los pasajeros que pedían ayuda cuando recobraban la conciencia y volverse a desmayar. Los vecinos que llegaron al lugar vieron como él cerraba la puerta y cruzaba la pista para seguir esperando su combi. Lo demás fue un linchamiento con transmisión en todas las redes sociales.
Mi madre no acertó del todo en aquella historia que suele sacarme algunos suspiros de cuando en vez, claro que tiene que ver muchísimo en cuenta el hecho que haya tenido un final trágico. Pero si tuvo cierto grado de verdad cuando lloraba por haber parido una hija que acabaría lavando trastes...
Con todo el amor que me cabe en el pecho que te vio crecer, tu madre.
P.d. No creí necesario poner lo que quería decirte con toda la historia resumida en esas líneas. Eres mi hija, sé que lo entiendes.
martes, 27 de agosto de 2019
LA CONDENA
miércoles, 5 de junio de 2019
MISIVAS DE CORALINE
JAVIER GONZALES
JAVIER.
sábado, 18 de mayo de 2019
LOS RINOCERONTES NO SOLO FUMAN, TAMBIÉN MUEREN.
sudaban las manos y se me llenaba de gotitas de sudor en el pliegue y borde alar. No era para menos, encerrado tres semanas (es decir un dieciséis de septiembre del dos mil veintidós) en una habitación de hotel, sin poder dormir a causa de constante golpeteo del piso de arriba que por más que reclamará me decían que eran pequeñas reparaciones sumado a la racha de suerte mala aquel era el único hotel del pequeño pueblo y las pocas veces que había salido a tomarme una cerveza con intención de hacer amistades me tocaba con puro marica que me proponía barra libre si lo cachaba. ¡Carajo! como si tuviera la necesidad de un mecenas del trago. Los mandaba a la mierda o sólo les decía:
"Hoy cervezas
Pilsen
Cristal
San Juan
Jarras
Desmemorizador
Semen de pitufo"
viernes, 8 de febrero de 2019
Los suaves juegos de Susanita
Así que decidió llevarse el cachorro más flaco y pequeño, pues que puede hacer un pequeño animal si no alimentarse de lo poco que le pueda dar. Por eso una tarde, esto lo dicen ellos y para ser muy sincero hasta empiezo a creer absolutamente todo. ella llegó al basural y empezó a vernos a todos los que en esa mañana rondábamos las bolsas de basura, negras, azules, blancas y rojas o quizá naranjas, amarillos. Siempre bolsas y en una que otra ocasión algún pequeño o gran costal. Los olores y hedores mezclados, dejando el ambiente ácido y rasposo. De pronto me vio, moviendo la cola llena de sarna y las orejas casi descostradas rebuscando en la bolsa blanca que solo tenía agujas y vidrios, pero había un olor extraño, uno que me iba atrapando completamente y dejaba de importarme esos cosquilleos y la sangre que goteaba de mi nariz. era el más pequeño del basural y ella se me acercó, quitó la bolsa blanca, colocó dos pastillas en un trozo de pollo y me los puso a unos pocos centímetros. Imagínese para un can como yo, Callejero y hambriento, ese pedazo de pollo fue el paraíso, sí, el paraíso a tan solo centímetros de mi boca, a escasos centímetros el cielo. No sabía que desde entonces ella usaba pastillas desparasitadoras en cada pequeño trozo de carne que trajo. Después limpió mi nariz y lo cubrió con un líquido morado, a los ocho días la vimos llegar esta vez con unos guantes de látex y una jeringa con una extraña sustancia. Para entonces trajo galletas en forma de huesitos y en forma de corazón, eran deliciosas, pero pequeñísimas, al sentir su aroma me le acerqué moviendo la cola y la oreja que ahora iban cicatrizando, empezaba a crecerme pelo después de tanto tiempo.
Los cachorros de la zona decían que me empezaba a ver de la putamadre y por eso dejé que pinchara con esa maldita jeringa. Me dolió, pero creía firmemente en Susanita. Así entre visitas inesperadas paso lo que sería un largo mes, cuando ella llegó en una camioneta, ahora sé que era de su padre, un tal Ernesto. Se detuvo y me llamó con un poco de sus ya conocidas galletitas. corrí como un loco, con la lengua afuera y la cola moviéndose y las orejas alegres y estos ojos cubiertos de alegría y el olfato con ese aroma a rosas y jazmines a polen de azucenas a hojas de naranja con un poquito de anís y hierba luisa, ahora la oreja y la cola las tenía completamente sanas y libre de caracha o sarna. Susanita metió de un solo alce mi pequeño cuerpo en el coche y le dijo al chofer, puesto que su padre estaba en alguna de sus importantísimas reuniones en alguna de sus importantísimas industrias azucareras de la zona.
- ¡Arranca!
Se detuvo a los veinte minutos, en mi pecho una alegría desbordante hacia mover mi pequeña cola y me palpitaba el corazón de tanta alegría, mierda mierda mierda mierda iba a tener un hogar. Al bajar del carro me sentí nervioso y quise vomitar. Mojé cada una de las piedras que pude ver a mi alrededor, cada poste, cada pequeño trozo de árbol en lo que Susanita llamaba a su puerta, No hubo respuesta. entonces ella me alzó y sin decir nada me aventó encima de una pared de al menos tres metros de altura, Susanita era muy fuerte y pude pasar tranquilamente. Lastimosamente no soy como uno de esos felinos que siempre caen parados, caí hecho mierda, por poco y me lesiono una de las patas traseras. No lloré pues dentro vi árboles y pasto y aves y ramas y la alegría me desbordaba porque tenía tantos lugares nuevos para marcar. Espera a que Susanita entre y empezáramos a jugar, pero nada de eso paso. Pase oliendo todo en el jardín, marcando, persiguiendo a las aves y viendo a un gato marrón que se posó en una de las paredes a observarme mientras se lavaba los bigotes y el cuerpo. Le pregunté su nombre y el muy marica de animal ese, miraba siempre con desdén lamiéndose las bolas, el culo y la cola. A la noche llegó Susanita y su madre, su padre al parecer seguía en una de esas reuniones importantísimas en la azucarera. La madre de Susanita al verme rápidamente cogió una escoba y empezó a perseguirme por todo el patio armando tremendo follón:
- ¡Asqueroso animal! ¡¿quién te dejo entrar en mi hermosa casa?! ¡Lárgate!
Fue entonces que Susanita salto, con lágrimas en los ojos, para defenderme con todo el coraje de sus pocos años de edad. - Por favor madre, no lo deslome. Mire que es un perrito desmedrado, verá que nos encariñaremos y pueda que haya caído a nosotros para entregarnos alborozo. Susanita era hija única y siempre se hacía lo que ella quería, su madre aceptó luego de oír el pequeño discurso de su hija y me pude quedar en su casa. Durante esa semana estuve comiendo huesos que sacaba la madre y Susanita, galletitas y una que otra avecilla que se posaba en el jardín. Corría por todos lados, en el mar verde, los troncos que se volvían una jungla, no había bolsas a mi alrededor, solo hojas secas y hojas verdes, ramas, un techo verde que me cubre del otro techo azul. pasaron tres meses llenos de juegos y mordidas cuando todo cambio. Susanita ya no paraba en casa, ahora salía desde la mañana y regresaba muy entrada la noche. si no fuera por los pajarillos que se posaban en el patio me hubiera aburrido fatalmente. Al menos la comida era algo de lo que nunca me podría quejar. Fue un domingo, y es por eso que ahora creo todas las cosas que dicen de ella aquí en las calles.
Que desde un principio ella de deseaba llevarse al rottweiler de enorme cabeza, pelaje casi al ras del cuerpo, ojos de un color café, negro y enorme que también estaba abandonado, pero que sabía que su madre no la dejaría y por eso empezó llevando al perro más feo para acostumbrar a su madre, cómo les contaba. Ese domingo, Susanita me puso una cadena y me dijo qué saldríamos a pasear, al salir la camioneta esperaba afuera, yo emocionado iba moviendo la colita alegremente, saldríamos a pasear que cachorro no se alegraría, dígame usted. Entonces lo vi, en la camioneta, en el asiento de atrás. con su hocico enorme babeante y esa nariz mojada, esos horribles incisivos y caninos, esos ojos negros y el pelo negro y marrón. Enorme y babeante, Susanita me quitó la cadena y corriendo abrió la puerta de la camioneta. Brancco, que así se llamaba el rottweiler, ni bien tocó el suelo, debo decirles que ahora él también lucía completamente curado ya que antes se lo veía sarnoso y pulguiento, saltó hacia mi tumbándome al piso y mordiendo una de mis piernitas traseras. Lo único que hice en ese momento fue correr lo más lejos y cerca que pude, para poder ver a Susanita y ella me vuelva a salvar. Pero no fue así, Susanita acarició a Brancco y le dio unas galletas, volvió los ojos hacia donde yo estaba y riendo dijo:
-largo, perro de mierda.
Lo que sucede es que Susanita había amado al perro bravo y sabía que amigos suyos, de esos mayores que ella tenía, apostaban la vida entera en las peleas callejeras y Brancco era en un rechuchaumadre que podría partirles el culo a cualquier perrito de mierda. Luego todo es conocido en estos lares, ella y Broncco entraron a la casa, su madre nunca le preguntó nada acerca del pequeño animal. Dicen en las calles que Susanita meses antes de asistirme ya alimentaba al terrible Brancco con sendos trozos de bife y que sólo esperaba que ese terrible animal la acepte, es que Susanita miraba con ojos brillantes al Brancco desde que vio como revolcaba al mismo tiempo a cuatro pequeños cachorros. Ahora que pasó tanto tiempo, y sigo en mi basural, me acabo de enterar que el rottweiler atacó al padre de Susanita, lo intentaron salvar, pero el perro atacó a todos en la familia dejándolos gravemente heridos. Si hubiera sido yo el padre de Susanita y toda su familia hubieran acabado tranquilos su faena y hubiéramos jugados con alguna rama de su patio hasta casarnos y quedarnos dormidos con la lengua fuera y el corazón enorme. Pero no importa ya nada de eso, saben de cualquier manera solo lo estoy pensando, cada vez más seriamente. Aunque los olores que regresan de vez en cuando me indiquen lo contrario, que podría hacer si, de cualquier manera, soy tan solo un perro del basural.