sábado, 6 de enero de 2018

LUNES DE MIERDA


Mierda, otra vez lunes y todo vuelve a ser igual. Putos, putos, putos los días, putos los lunes por ocupar el primer día del calendario, putos todos ellos también. Despertar los lunes es infernal, el castigo semanal adelantado y no es que me queje del trabajo; no, el trabajo es fácil. Es muy fácil y hasta entretenido excepto por los lunes jodidos lunes.
6:30 am y una tiene que salir de la cama, tenderla, ver la maldita hora y de pronto ya dan las 7:00 am y una que andaba revuelta en recuerdos de las últimas dos semanas. Pero es que aún no logro comprender cómo ocurrió todo, aún sin comprender cuál fue el momento en el que perdí la cordura de toda mi buena vida, de mi buena conducta y postura. En solo semanas los papeles se encontraban revueltos, los labiales gastados, la ropita interior más sexy fuera de la cómodo y son las 7:10. Bañarse, refregar el jabón por las piernas, la entrepierna, sobar despacio, muy despacio para no dañarme estos pensamientos impuros que saltan de mí como avispas de un panal recién golpeado. No demorar mucho para no gastar jabón y para no demorar mucho tiempo porque de pronto ya son las 7:30 y tengo que empezar a vestirme para llegar temprano al laburo; coger el brassier, ya no importa el color, alisarse el pelo. Fue un lunes cuando ocurrió, sí, un maldito lunes, un puto lunes cuando nos conocimos. Es que fue todo así, raro, de improviso, un brusco sacudón de vida. Sentada una tranquila en una banqueta ocupada en los precios y rebajas del fin de mes, porque para ser franca los bolsillos en este siglo 21 empiezan a morderse el uno al otro, quizá la culpa no sea ni de nosotros por aumentar vertiginosamente día con día, pronto seremos tantos que no seremos nada y esto será un verdadero despelote, así andaba una, sentada en el parque, con la mirada puesta en los miles de peatones y compradores que salían del market frente a la silla donde me encontraba sentada aquel trágico lunes, malditos lunes, putos lunes. Se acercó con paso lento, menudo tipo arrastrando sus pasos con suavidad, un tipo sencillo y corriente pensé en un primer momento, porque nadie espera que le pase lo que me ocurrió cuando estuve sentada frente al market, porque nadie cree que le pueda pasar eso. Se sentó en la banca del frente y puso una botella al suelo y empezó a jugar con un lapicero. Dime si es no se siente ya algo diferente en estos días. Un tipo con una cerveza y un lapicero en plena plaza de armas, sentado frente a mí un lunes, un jodido lunes, malditos lunes.
Sacó una libreta y la colocó sobre su rodilla luego de cruzar las piernas, tomó nuevamente la botella y giró la tapa, dejó la chapa en la banca y empezó a libar, todo esto con la mirada puesta en mí, era muy notorio. Además todo lo hacía como si se tomase el tiempo en que pueda verlo bien y describir todo lo que hacía, sabía que lo estaba viendo y no sé si fue porque intenté torpemente peinarme o porque me mordí levemente los labios, demonios, aquella vez había sido un lunes cansado pero vivible, un lunes después del trabajo sentada en el parque, pero llegó él y lo altero todo aquel día, por eso detesto los putos lunes. Luego escribió algo sólo en ese momento bajo la mirada y yo ya estaba absorbida como si la cerveza del piso me la hubiera bebido yo de un porrazo, como ebria también empecé a contemplarlo, con más ganas cada vez, con más detenimiento. Porque él tenía movimientos lentos, muy pausado entre gesto y gestos, espacios largos entra cada sorbo, mientras aún me miraba y cruzamos miradas, demonios aún me arrepiento de todo, pero su mirada era cálida y tierna, a pesar de la cerveza y ese lapicero que daba vueltas y más vueltas en su mano, malditos lunes, putos lunes.
De pronto su mirada cayó con todo al cuadernillo ese y empezó con una violenta velocidad a escribir, escribía y no dejaba de hacerlo, levantando por pequeños intervalos la mirada, imaginaba que solo miraba mis piernas que son atractivas, o quizá miraba mi pelo todo maltratado por un lunes de trabajo y hasta puede que haya estado viéndome solamente los pechos, a ellos siempre les gusta los pechos enormes, las buchonas. Por eso siempre se ven secretarias con pechos grandes, como si el tamaño de copa tendría que ver con algo en el tamaño de los cerebros. Putos ellos, putos los lunes putos todos los hombres que se dedican únicamente a ver los pechos de las mujeres, putos aquellos que se sientan en un parque a escribir mientras beben una cerveza y van seduciendo a una desconocida que tuvo un mal día en el trabajo y decidió sentarse en la plaza frente a un market a ver pasar la noche.
Pero yo ya estaba viéndolo atentamente sin importar si me veía las piernas, el culo o las tetas, no importaba pues solo quería que me estuviese viéndome mientras escribía, sólo eso bastaba aquel jodido lunes, lunes de mierda por dios y estar recordando todo eso. Pero el reloj le recuerda a uno que hay que trabajar, porque ya dieron las 8:00 AM y una tiene que alimentarse para poder mantener esta figurita tan regia y divina. Yogurt, galletas dietéticas, stevia para endulzar, tres vasos de agua y una barra energizante antes de salir, para soportar el lunes maldito, ya fuera una puede fumarse un cigarrillo, esto es más porque la casa de una mujercita no debe de tener olor a tabaco ni a nada parecido, tan solo se debe de sentir el aroma amaderado de un perfume pedido en alguna revista que solemos repasar miles de veces en el trabajo, justo acabo de realizar otro pedido más, porque da la casualidad que el único aroma que me quedaba era el que había usado aquel lunes y yo no necesito nada que me recuerde ese puto lunes, por eso encargue a Carlita a que me traiga las últimas fragancias del mes. Tengo que olvidar los putos lunes por dios, ¿acaso no es posible hacer algo así?
Afuera solo reina el tráfico y los hedores arremeten con todo, el smog, el polvo, todo huele mal este triste lunes y peor aún es el camino al trabajo pues nuevamente atacan los recuerdos y siempre a la hora de ir en autobús, ahora él dejaba todo, la libreta, el lapicero, la cerveza y esa mirada de niño bueno para empezar a mirarme como hombrecito recién cumplido los 18, como un macho en celo y a mí se me fue subiendo también el papel de hembra sumisa, así de la nada, sin conocerlo, tan solo viéndolo aquel desastroso lunes y sintiendo ya su mirada acariciándome tan suavemente. Maldición, qué mierda con los lunes, qué mierda.
Pero tuvo el atrevimiento de acercarse, todo fue lento también: se levantó de la banca, dejó en ella todo lo que tenía, hablo de la botella, del lapicero y del cuadernillo para luego avanzar, con esa mirada aún fija en mí, empezó a dar pasos. Uno, dos, tres, cuatro, cinco y aún era lunes, dios mío, como sufro este lunes al recordarlo. Seis y siete pasos para llegar a mí, mientras tanto yo intentando esconder la mirada, es que ya me sentía en el papel como una actriz profesional y debía de evitarlo en un primer instante. Cómo empezó la conversación? Jajaja, quiere saber qué fue lo que dijo, es que una está preparada para cualquiera de esas chácharas baratas, del preguntar la hora, del disculpe sabe cómo llevo a este lugar, del saludo protocolar o del coqueteo suave, en verdad estaba preparada para ese tipo de conversaciones, pero no, la puta mierda, no fue así. Malditos lunes por eso, por él y su estúpida conversación inicial, malditos lunes de mierda, la puta mierda!
-Qué me dices si te invito a tomarnos un trago- dijo el muy puto un lunes, hace dos semanas y yo sentada sin esperar nada después del trabajo, preparada para cualquier conversación pero usó esa. Y no es que haya estado con ganas de beberme un trago, eso no, si no que fue más por su actitud, llegar y sentarse a la banca de un parque mientras destapa una botella de cerveza  y con ese lapicero dando vueltas en sus dedos y la libreta donde empezó a apuntar mientras me miraba con esa ternura y esa sonrisa. No le pude decir nada en ese momento, solo intercambiamos miradas, pero que hago aún contando si esta es mi parada. ¡Bajo, bajo! Demonios, putamadre, otra vez me pasé el paradero, por eso odio estos lunes de mierda, putos, putos lunes.
-Si, bajo por favor.
Otra vez la agonía del tráfico y los peatones uno a otro con pasos más presurosos. 8:15 de la mañana, parece que llegaré temprano al trabajo, al menos eso hace que este lunes sea un poco agradable, porque he llegado desde ese lunes tarde al trabajo, tarde a las reuniones, me he pasado el paradero todos los días y en  todos lados, me he olvidado cosas en casa. Mierda, la puta mierda nuevamente olvide las fotos para los documentos en el trabajo la puta mierda, mierda, mierda. Lunes de mierda. Y todo desde que lo conocí, maldición. Y no pude decirle nada, solo lo miré y con esos pequeños labios dibujados en su rostro musitó: ¿Me pareces una persona interesante, qué dices, vamos por unos tragos?
¿Qué iba a decir en ese momento, qué decir si no estaba una preparada para esas balas, mierda, sus ojos y sus labios, no me dí cuenta cuando me tomaba ya de la mano y mi cuerpo liviano ya estaba fuera de la banca donde me senté aquel maldito y puto lunes, hace dos semanas atrás. Preparada para acompañarlo a donde me lleve por un trago, porque de pronto quise beberme todas las copas de los bares, secar las cantinas y pub, cerrar los restaurantes y sin duda seguiría bebiendo, porque estarían ahí sus pequeños labios y esos ojos que ahora me pedían andar, así, tomados de las manos y es que recién nos acabábamos de conocer, con una pregunta poco usual: Nos tomamos un trago y demonios no sé si fueron estas palabras la que me hicieron seguir o todo en conjunto, desde que llegó y jugo con el lapicero, bebió la cerveza, me vió, escribió algo que sin duda le pedí luego que me lo lea, porque ya estaba en medio camino a tomarnos una bebida y me preguntaba también cosas como esa. Mierda, maldito lunes, perros, perras las conversaciones para las cuales no estamos preparados. No dije nada en el trayecto, sus manos eran cálidas, tanto que de pronto empezaron a sudar, empecé a sudar también yo porque era un calor agradable en el que te iba envolviendo y una se volvía tonta en ese momento pues ya lo iba siguiendo una, cruzamos la pista y en el market muchas personas con productos en mano, unos pagaban, otros escogían, el de polito rojo estaba comprando unos cigarrillos, la de reloj amarillo iba eligiendo algún snack para que se atragante, el de lentes oscuros pagando un ron con cola, una cajetilla de cigarros y una barra de chicles. Y si digo esto es porque realmente en aquel lapso de tiempo yo estaba presente en todos lados, podía ver incluso al lugar más alejado de aquella tienda, los chicos del fondo sacando cervezas, algo clásico: Un gordo, un chato un alto. Siempre las mismas coincidencias, así estuve en ese preciso momento en el que tomaba mi mano y ya estuvimos rodeados de todos pasos por todos lados, a medio metro a dos pasos de distancia y yo con el pensamiento aún ido, mierda, maldito lunes, y maldita conversación de aquel lunes, ¡mierda, mierda, mierda! Por qué a una le atacan estas ideas en medio de la calle mientras camino y ya no tengo esa sensación de estar observando todos los lados, ya no podía ser omnipresente, por eso lo odio, por dejarme probar de esa sensación y de ahora no estar aquí, porque mierda, son dos semanas pesadas, pura mierda es la ciudad y los días, porque él lo cambio todo cuando empezó a retirar la silla y me colocó ahí, se puso frente a mí, levantó la mano y llamó al chico que atendía: Dos cervezas por favor, dijo y aún enmudecida sin poder musitar nada, ahogada en la silla, mientras las botellas llegaban y nos bebimos todas rápidamente porque yo tenía mucha sed y las bebidas no me tranquilizaban, mierda, bebí, mierda, mierda.
-¡Cuidado animal! ¡Estúpido no ve que estoy en la acera¡ ¡use la ciclovía! ¡pues no es mi problema si no la hay!  ¡vaya por la puta carretera!
Las 8:20 y un estúpido tipo con bicicleta ha podido atropellarme, mierda con este día, todo sale mal, todo, absolutamente todo, menos mal nada malo me ha pasado el día de hoy. La puta mierda, mi taco, carajo, ahora que pensé que llegaba temprano al trabajo, mierda, mierda, putos lunes, ¡putos, putos, putos!  Llegaré tarde nuevamente, maldición, puta mierda de día. No recuerdo si cerca de la zona hay un zapatero, carajo, por qué precisamente a mí y todo un puto lunes, olvidando las fotos para esos documentos, con el tacón roto y ahora a solo cinco minutos para llegar a tiempo al trabajo, mierda, lunes de mierda. Y ahora otra vez, vuelta mierda en la acera sin saber si continuar el camino y llegar al trabajo o dar media vuelta e ir a casa a arroparme de una puta vez, renunciar al trabajo y largarme de aquí de una puta vez, de llegar a otra ciudad y poder usar otro nombre, poder no usar ningún nombre porque eso fue lo que él dijo aquella noche , cuando ya un poco subida de copas le pregunté con casi nada de inhibición: Qué tanto escribías en aquel cuadernillo?  Y sus ojos así, todo grandotes comenzaron a llenarse de una calma que podría haberme hecho llorar. –¿Quieres que los lea? Si! Respondí a su maldita pregunta, como si mi pregunta no haya sido dirigida a solo eso, pero no podría haberle respondido otra cosa que solo un sí, ya llena de todo tipo de excitación, con deseo tan solo de ver que vuelva a sacar la libreta, que la abra y que esos pequeños labios empiecen a dejar que sus palabras salgan y saber que pensaba en el momento exacto en el que estuvo viéndome, excitada, mierda, estaba realmente fuera de mí, pero nada que sacaba la nota y yo lo esperaba atenta al más mínimo movimiento, pero su mano solo llamó nuevamente y pidió otras cervezas, me miraba aún con esos ojos, esa mirada que trajo desde que se sentó frente a mí, y yo mierda, mierda, mierda a qué hora comienzas a sacar la puta libreta y te pones a leer lo que has escrito, carajo, vamos apura, qué lunes ya casi se va, seguramente las personas del market ya habrían salido, los chicos ubicados al fondo comprando un trago habrán salido y vuelto a entrar varias veces, una tras otra, y estarían y probablemente ebrios, pero nada que habla el maldito idiota, mierda y yo esperando atenta, viendo como sus dedos empiezan a golpear la mesita donde las botellas aguardaban vacías, viendo sus pequeñas uñas cortadas, viendo sus manos vacías, sin lapicero alguno y una esperando a que por fin hable, esperando que habrá la boca, esperando a un tipo que acababa de conocer pero que ya me tenía excitada, atenta, atontada, escuchándolo con todo el interés puesto en él, viendo sus gestos, hasta el más mínimo gesto aquella noche, noche de mierda, lunes de mierda y ya es las 8:30. Llegaré tarde otra vez al trabajo, otra reprimenda como las dos últimas semanas, los compañeros fastidiando, la chica del fondo murmurando cosas que ya ni me interesan oír, el nuevo chupándole la media al jefe seguramente con un: jefecito, yo no llego tarde al trabajo. Bah! Menuda mierda lo que pasan los lunes.
Pero yo esperaba ilusionada al texto, al puto texto para que pueda de una vez cambiarme los días lunes, los putos lunes luego del trabajo y estar sentada en la banca del parque hasta ser rescatada por la mirada de alguien que tenga los huevos de acercarse a decirme lo que ese puto, ese maldito puto me dijo: ¿Vamos a tomarnos unos tragos? Hubiera dicho no, carajo mierda, por qué solo me quede callada y dejé que me llevará a sus anchas, mierda, la puta mierda por mi actitud ese lunes, maldito día.
Otra vez todos afuera, es como si me esperasen, como si les gustara verme llegar tarde al trabajo, es que están ahí uno tras otro, con la sonrisa estúpida del trabajo, todos, malditos, los odio mierda, a todos a todos, como odio el puto lunes, lunes de mierda. Llego a mi sitio, pero esta vez el jefe no está, o quizá si pero está encerrado con la secretaria preparándose para los juzgados orales, cómo no, como si una no supiera lo que pasa en esas reuniones, pero a lo que iba con toda esta mierda que me viene acompañando desde ese maldito día, si, lo sé suena aburrido cuando lo repito, pero es que si supiera que paso también odiará los putos lunes de mierda. Esperé atenta hasta que el mozo llega con otras dos botellas de cerveza y ya era alrededor de media cajita cuando el muy orondo dice: Esta bien leeré algo, pero antes he de ir a los sanitarios y otra vez esa risita suave, otra vez ese espacio blanco entre sus labios, otra vez sus manos y el maldito lapicero dando vueltas en sus dedos, como si supiese que es me fascinaba. Salió y preguntó al mozo por los servicios y en ese momento pude por fin respirar, conté hasta tres: UNO DOS TRES y solté el aire, mierda, me sentí muy relajada y tranquila, en ese momento pude por fin estar preparada para su vuelta y exigirle que lea lo que venía escribiendo en aquel momento mientras se bebía una cerveza con su mirada fija sobre mí. La cerveza estaba sobre la mesa, los vasos estaban vacíos y su libreta reposaba ahí. Mierda, en serio su libreta estaba ahí, en a mesa, sola y yo frente a ella. Entonces viré varias veces esperando salga del baño. Pero demoraba y no recuerdo cuantas veces volteé y él nada que salía, me quedé un largo rato viendo la libreta con las ganas de tomarla y revisar todo lo que había dentro, seguro lo dejó para que lo pueda leer. Demonios y si solo lo dejó para ponerme a prueba. Si, con esos pensamientos estaba yo, luchando conmigo misma, esperando darme una respuesta y no sé cuanto paso ni cuanto duro ese momento, giré nuevamente y nada, demoraba demasiado y no lo pude contener más. Decidí nuevamente contar hasta tres, putamadre contar nuevamente a tres, contar varias veces hasta tres en un día lunes, eso no es común por díos, pero lo hice: uno, dos, tres y estiré la mano hasta coger la libreta verde, con la manos temblorosas viré una vez más para ver si salía o no, para saber si él estaba ahí vigilándome. Más nada todo seguía igual y decidí abrir la libreta.
Mierda, mierda, mierda! La primera hoja vacía, la segunda también la tercera igual. Revisé varias páginas y todas estaban vacías. Enojada, molestísima decidí ver la última cara, la puta mierda decía para mis adentros. Y por fin lo leí, estaba escrita con letra imprenta, lapicero azul, escrito perfectamente, con calma y sin errores:

 GRACIAS POR CANCELAR LA CUENTA.

Mierda, dígame usted si no es para partirse de la puta risa en medio del local, de gritar y maldecir a todos, porque el puto tan solo había estado…
-¡GURMENDI!
¿Si?
-A la oficina del gerente.

Mierda, mierda, mierda, no le digo a usted que los lunes son una puta mierda, lunes de mierda, semanas de mierda, putos, putos, puto.


-Melvin Jara

Nacido en Ayacucho, vivió en Pisco, San Clemente, gran parte de su vida. Aprendió a leer, escribir, amar y olvidar al mismo tiempo en que los verbos y oraciones lo iban devorando. Quizá conservó su corazón de cataclismos para perderlo en las aguas lizianticas. vive aún, aunque nadie sabe por cuanto tiempo. 
Es feliz, muy feliz.  

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