Mierda, otra vez lunes y todo vuelve a ser
igual. Putos, putos, putos los días, putos los lunes por ocupar el primer día
del calendario, putos todos ellos también. Despertar los lunes es infernal, el
castigo semanal adelantado y no es que me queje del trabajo; no, el trabajo es
fácil. Es muy fácil y hasta entretenido excepto por los lunes jodidos lunes.
6:30 am y una tiene que salir de la cama,
tenderla, ver la maldita hora y de pronto ya dan las 7:00 am y una que andaba
revuelta en recuerdos de las últimas dos semanas. Pero es que aún no logro
comprender cómo ocurrió todo, aún sin comprender cuál fue el momento en el que
perdí la cordura de toda mi buena vida, de mi buena conducta y postura. En solo
semanas los papeles se encontraban revueltos, los labiales gastados, la ropita
interior más sexy fuera de la cómodo y son las 7:10. Bañarse, refregar el jabón
por las piernas, la entrepierna, sobar despacio, muy despacio para no dañarme
estos pensamientos impuros que saltan de mí como avispas de un panal recién
golpeado. No demorar mucho para no gastar jabón y para no demorar mucho tiempo
porque de pronto ya son las 7:30 y tengo que empezar a vestirme para llegar
temprano al laburo; coger el brassier, ya no importa el color, alisarse el
pelo. Fue un lunes cuando ocurrió, sí, un maldito lunes, un puto lunes cuando
nos conocimos. Es que fue todo así, raro, de improviso, un brusco sacudón de
vida. Sentada una tranquila en una banqueta ocupada en los precios y rebajas
del fin de mes, porque para ser franca los bolsillos en este siglo 21 empiezan
a morderse el uno al otro, quizá la culpa no sea ni de nosotros por aumentar
vertiginosamente día con día, pronto seremos tantos que no seremos nada y esto será
un verdadero despelote, así andaba una, sentada en el parque, con la mirada
puesta en los miles de peatones y compradores que salían del market frente a la
silla donde me encontraba sentada aquel trágico lunes, malditos lunes, putos
lunes. Se acercó con paso lento, menudo tipo arrastrando sus pasos con
suavidad, un tipo sencillo y corriente pensé en un primer momento, porque nadie
espera que le pase lo que me ocurrió cuando estuve sentada frente al market,
porque nadie cree que le pueda pasar eso. Se sentó en la banca del frente y
puso una botella al suelo y empezó a jugar con un lapicero. Dime si es no se
siente ya algo diferente en estos días. Un tipo con una cerveza y un lapicero
en plena plaza de armas, sentado frente a mí un lunes, un jodido lunes, malditos
lunes.
Sacó una libreta y la colocó sobre su rodilla
luego de cruzar las piernas, tomó nuevamente la botella y giró la tapa, dejó la
chapa en la banca y empezó a libar, todo esto con la mirada puesta en mí, era
muy notorio. Además todo lo hacía como si se tomase el tiempo en que pueda
verlo bien y describir todo lo que hacía, sabía que lo estaba viendo y no sé si
fue porque intenté torpemente peinarme o porque me mordí levemente los labios,
demonios, aquella vez había sido un lunes cansado pero vivible, un lunes
después del trabajo sentada en el parque, pero llegó él y lo altero todo aquel
día, por eso detesto los putos lunes. Luego escribió algo sólo en ese momento
bajo la mirada y yo ya estaba absorbida como si la cerveza del piso me la
hubiera bebido yo de un porrazo, como ebria también empecé a contemplarlo, con
más ganas cada vez, con más detenimiento. Porque él tenía movimientos lentos,
muy pausado entre gesto y gestos, espacios largos entra cada sorbo, mientras
aún me miraba y cruzamos miradas, demonios aún me arrepiento de todo, pero su
mirada era cálida y tierna, a pesar de la cerveza y ese lapicero que daba
vueltas y más vueltas en su mano, malditos lunes, putos lunes.
De pronto su mirada cayó con todo al
cuadernillo ese y empezó con una violenta velocidad a escribir, escribía y no
dejaba de hacerlo, levantando por pequeños intervalos la mirada, imaginaba que
solo miraba mis piernas que son atractivas, o quizá miraba mi pelo todo
maltratado por un lunes de trabajo y hasta puede que haya estado viéndome
solamente los pechos, a ellos siempre les gusta los pechos enormes, las
buchonas. Por eso siempre se ven secretarias con pechos grandes, como si el
tamaño de copa tendría que ver con algo en el tamaño de los cerebros. Putos
ellos, putos los lunes putos todos los hombres que se dedican únicamente a ver
los pechos de las mujeres, putos aquellos que se sientan en un parque a
escribir mientras beben una cerveza y van seduciendo a una desconocida que tuvo
un mal día en el trabajo y decidió sentarse en la plaza frente a un market a
ver pasar la noche.
Pero yo ya estaba viéndolo atentamente sin
importar si me veía las piernas, el culo o las tetas, no importaba pues solo
quería que me estuviese viéndome mientras escribía, sólo eso bastaba aquel
jodido lunes, lunes de mierda por dios y estar recordando todo eso. Pero el
reloj le recuerda a uno que hay que trabajar, porque ya dieron las 8:00 AM y
una tiene que alimentarse para poder mantener esta figurita tan regia y divina.
Yogurt, galletas dietéticas, stevia para endulzar, tres vasos de agua y una
barra energizante antes de salir, para soportar el lunes maldito, ya fuera una
puede fumarse un cigarrillo, esto es más porque la casa de una mujercita no
debe de tener olor a tabaco ni a nada parecido, tan solo se debe de sentir el
aroma amaderado de un perfume pedido en alguna revista que solemos repasar
miles de veces en el trabajo, justo acabo de realizar otro pedido más, porque
da la casualidad que el único aroma que me quedaba era el que había usado aquel
lunes y yo no necesito nada que me recuerde ese puto lunes, por eso encargue a
Carlita a que me traiga las últimas fragancias del mes. Tengo que olvidar los
putos lunes por dios, ¿acaso no es posible hacer algo así?
Afuera solo reina el tráfico y los hedores arremeten
con todo, el smog, el polvo, todo huele mal este triste lunes y peor aún es el
camino al trabajo pues nuevamente atacan los recuerdos y siempre a la hora de
ir en autobús, ahora él dejaba todo, la libreta, el lapicero, la cerveza y esa
mirada de niño bueno para empezar a mirarme como hombrecito recién cumplido los
18, como un macho en celo y a mí se me fue subiendo también el papel de hembra
sumisa, así de la nada, sin conocerlo, tan solo viéndolo aquel desastroso lunes
y sintiendo ya su mirada acariciándome tan suavemente. Maldición, qué mierda
con los lunes, qué mierda.
Pero tuvo el atrevimiento de acercarse, todo
fue lento también: se levantó de la banca, dejó en ella todo lo que tenía,
hablo de la botella, del lapicero y del cuadernillo para luego avanzar, con esa
mirada aún fija en mí, empezó a dar pasos. Uno, dos, tres, cuatro, cinco y aún
era lunes, dios mío, como sufro este lunes al recordarlo. Seis y siete pasos
para llegar a mí, mientras tanto yo intentando esconder la mirada, es que ya me
sentía en el papel como una actriz profesional y debía de evitarlo en un primer
instante. Cómo empezó la conversación? Jajaja, quiere saber qué fue lo que
dijo, es que una está preparada para cualquiera de esas chácharas baratas, del
preguntar la hora, del disculpe sabe cómo llevo a este lugar, del saludo
protocolar o del coqueteo suave, en verdad estaba preparada para ese tipo de
conversaciones, pero no, la puta mierda, no fue así. Malditos lunes por eso,
por él y su estúpida conversación inicial, malditos lunes de mierda, la puta
mierda!
-Qué me dices si te invito a tomarnos un
trago- dijo el muy puto un lunes, hace dos semanas y yo sentada sin esperar
nada después del trabajo, preparada para cualquier conversación pero usó esa. Y
no es que haya estado con ganas de beberme un trago, eso no, si no que fue más
por su actitud, llegar y sentarse a la banca de un parque mientras destapa una
botella de cerveza y con ese lapicero
dando vueltas en sus dedos y la libreta donde empezó a apuntar mientras me
miraba con esa ternura y esa sonrisa. No le pude decir nada en ese momento,
solo intercambiamos miradas, pero que hago aún contando si esta es mi parada.
¡Bajo, bajo! Demonios, putamadre, otra vez me pasé el paradero, por eso odio
estos lunes de mierda, putos, putos lunes.
-Si, bajo por favor.
Otra vez la agonía del tráfico y los peatones
uno a otro con pasos más presurosos. 8:15 de la mañana, parece que llegaré
temprano al trabajo, al menos eso hace que este lunes sea un poco agradable,
porque he llegado desde ese lunes tarde al trabajo, tarde a las reuniones, me
he pasado el paradero todos los días y en
todos lados, me he olvidado cosas en casa. Mierda, la puta mierda
nuevamente olvide las fotos para los documentos en el trabajo la puta mierda,
mierda, mierda. Lunes de mierda. Y todo desde que lo conocí, maldición. Y no
pude decirle nada, solo lo miré y con esos pequeños labios dibujados en su
rostro musitó: ¿Me pareces una persona interesante, qué dices, vamos por unos
tragos?
¿Qué iba a decir en ese momento, qué decir si
no estaba una preparada para esas balas, mierda, sus ojos y sus labios, no me
dí cuenta cuando me tomaba ya de la mano y mi cuerpo liviano ya estaba fuera de
la banca donde me senté aquel maldito y puto lunes, hace dos semanas atrás.
Preparada para acompañarlo a donde me lleve por un trago, porque de pronto
quise beberme todas las copas de los bares, secar las cantinas y pub, cerrar
los restaurantes y sin duda seguiría bebiendo, porque estarían ahí sus pequeños
labios y esos ojos que ahora me pedían andar, así, tomados de las manos y es
que recién nos acabábamos de conocer, con una pregunta poco usual: Nos tomamos
un trago y demonios no sé si fueron estas palabras la que me hicieron seguir o
todo en conjunto, desde que llegó y jugo con el lapicero, bebió la cerveza, me
vió, escribió algo que sin duda le pedí luego que me lo lea, porque ya estaba
en medio camino a tomarnos una bebida y me preguntaba también cosas como esa.
Mierda, maldito lunes, perros, perras las conversaciones para las cuales no estamos
preparados. No dije nada en el trayecto, sus manos eran cálidas, tanto que de
pronto empezaron a sudar, empecé a sudar también yo porque era un calor
agradable en el que te iba envolviendo y una se volvía tonta en ese momento
pues ya lo iba siguiendo una, cruzamos la pista y en el market muchas personas
con productos en mano, unos pagaban, otros escogían, el de polito rojo estaba
comprando unos cigarrillos, la de reloj amarillo iba eligiendo algún snack para
que se atragante, el de lentes oscuros pagando un ron con cola, una cajetilla
de cigarros y una barra de chicles. Y si digo esto es porque realmente en aquel
lapso de tiempo yo estaba presente en todos lados, podía ver incluso al lugar
más alejado de aquella tienda, los chicos del fondo sacando cervezas, algo
clásico: Un gordo, un chato un alto. Siempre las mismas coincidencias, así
estuve en ese preciso momento en el que tomaba mi mano y ya estuvimos rodeados
de todos pasos por todos lados, a medio metro a dos pasos de distancia y yo con
el pensamiento aún ido, mierda, maldito lunes, y maldita conversación de aquel
lunes, ¡mierda, mierda, mierda! Por qué a una le atacan estas ideas en medio de
la calle mientras camino y ya no tengo esa sensación de estar observando todos
los lados, ya no podía ser omnipresente, por eso lo odio, por dejarme probar de
esa sensación y de ahora no estar aquí, porque mierda, son dos semanas pesadas,
pura mierda es la ciudad y los días, porque él lo cambio todo cuando empezó a
retirar la silla y me colocó ahí, se puso frente a mí, levantó la mano y llamó
al chico que atendía: Dos cervezas por favor, dijo y aún enmudecida sin poder
musitar nada, ahogada en la silla, mientras las botellas llegaban y nos bebimos
todas rápidamente porque yo tenía mucha sed y las bebidas no me tranquilizaban,
mierda, bebí, mierda, mierda.
-¡Cuidado animal! ¡Estúpido no ve que estoy
en la acera¡ ¡use la ciclovía! ¡pues no es mi problema si no la hay! ¡vaya por la puta carretera!
Las 8:20 y un estúpido tipo con bicicleta ha
podido atropellarme, mierda con este día, todo sale mal, todo, absolutamente
todo, menos mal nada malo me ha pasado el día de hoy. La puta mierda, mi taco,
carajo, ahora que pensé que llegaba temprano al trabajo, mierda, mierda, putos
lunes, ¡putos, putos, putos! Llegaré tarde
nuevamente, maldición, puta mierda de día. No recuerdo si cerca de la zona hay
un zapatero, carajo, por qué precisamente a mí y todo un puto lunes, olvidando
las fotos para esos documentos, con el tacón roto y ahora a solo cinco minutos
para llegar a tiempo al trabajo, mierda, lunes de mierda. Y ahora otra vez,
vuelta mierda en la acera sin saber si continuar el camino y llegar al trabajo
o dar media vuelta e ir a casa a arroparme de una puta vez, renunciar al
trabajo y largarme de aquí de una puta vez, de llegar a otra ciudad y poder
usar otro nombre, poder no usar ningún nombre porque eso fue lo que él dijo
aquella noche , cuando ya un poco subida de copas le pregunté con casi nada de
inhibición: Qué tanto escribías en aquel cuadernillo? Y sus ojos así, todo grandotes comenzaron a
llenarse de una calma que podría haberme hecho llorar. –¿Quieres que los lea?
Si! Respondí a su maldita pregunta, como si mi pregunta no haya sido dirigida a
solo eso, pero no podría haberle respondido otra cosa que solo un sí, ya llena
de todo tipo de excitación, con deseo tan solo de ver que vuelva a sacar la
libreta, que la abra y que esos pequeños labios empiecen a dejar que sus
palabras salgan y saber que pensaba en el momento exacto en el que estuvo
viéndome, excitada, mierda, estaba realmente fuera de mí, pero nada que sacaba
la nota y yo lo esperaba atenta al más mínimo movimiento, pero su mano solo
llamó nuevamente y pidió otras cervezas, me miraba aún con esos ojos, esa
mirada que trajo desde que se sentó frente a mí, y yo mierda, mierda, mierda a
qué hora comienzas a sacar la puta libreta y te pones a leer lo que has
escrito, carajo, vamos apura, qué lunes ya casi se va, seguramente las personas
del market ya habrían salido, los chicos ubicados al fondo comprando un trago
habrán salido y vuelto a entrar varias veces, una tras otra, y estarían y
probablemente ebrios, pero nada que habla el maldito idiota, mierda y yo
esperando atenta, viendo como sus dedos empiezan a golpear la mesita donde las
botellas aguardaban vacías, viendo sus pequeñas uñas cortadas, viendo sus manos
vacías, sin lapicero alguno y una esperando a que por fin hable, esperando que
habrá la boca, esperando a un tipo que acababa de conocer pero que ya me tenía
excitada, atenta, atontada, escuchándolo con todo el interés puesto en él,
viendo sus gestos, hasta el más mínimo gesto aquella noche, noche de mierda,
lunes de mierda y ya es las 8:30. Llegaré tarde otra vez al trabajo, otra
reprimenda como las dos últimas semanas, los compañeros fastidiando, la chica
del fondo murmurando cosas que ya ni me interesan oír, el nuevo chupándole la
media al jefe seguramente con un: jefecito, yo no llego tarde al trabajo. Bah!
Menuda mierda lo que pasan los lunes.
Pero yo esperaba ilusionada al texto, al puto
texto para que pueda de una vez cambiarme los días lunes, los putos lunes luego
del trabajo y estar sentada en la banca del parque hasta ser rescatada por la
mirada de alguien que tenga los huevos de acercarse a decirme lo que ese puto,
ese maldito puto me dijo: ¿Vamos a tomarnos unos tragos? Hubiera dicho no,
carajo mierda, por qué solo me quede callada y dejé que me llevará a sus
anchas, mierda, la puta mierda por mi actitud ese lunes, maldito día.
Otra vez todos afuera, es como si me
esperasen, como si les gustara verme llegar tarde al trabajo, es que están ahí
uno tras otro, con la sonrisa estúpida del trabajo, todos, malditos, los odio
mierda, a todos a todos, como odio el puto lunes, lunes de mierda. Llego a mi
sitio, pero esta vez el jefe no está, o quizá si pero está encerrado con la
secretaria preparándose para los juzgados orales, cómo no, como si una no
supiera lo que pasa en esas reuniones, pero a lo que iba con toda esta mierda
que me viene acompañando desde ese maldito día, si, lo sé suena aburrido cuando
lo repito, pero es que si supiera que paso también odiará los putos lunes de
mierda. Esperé atenta hasta que el mozo llega con otras dos botellas de cerveza
y ya era alrededor de media cajita cuando el muy orondo dice: Esta bien leeré
algo, pero antes he de ir a los sanitarios y otra vez esa risita suave, otra
vez ese espacio blanco entre sus labios, otra vez sus manos y el maldito
lapicero dando vueltas en sus dedos, como si supiese que es me fascinaba. Salió
y preguntó al mozo por los servicios y en ese momento pude por fin respirar,
conté hasta tres: UNO DOS TRES y solté el aire, mierda, me sentí muy relajada y
tranquila, en ese momento pude por fin estar preparada para su vuelta y
exigirle que lea lo que venía escribiendo en aquel momento mientras se bebía
una cerveza con su mirada fija sobre mí. La cerveza estaba sobre la mesa, los
vasos estaban vacíos y su libreta reposaba ahí. Mierda, en serio su libreta
estaba ahí, en a mesa, sola y yo frente a ella. Entonces viré varias veces
esperando salga del baño. Pero demoraba y no recuerdo cuantas veces volteé y él
nada que salía, me quedé un largo rato viendo la libreta con las ganas de
tomarla y revisar todo lo que había dentro, seguro lo dejó para que lo pueda
leer. Demonios y si solo lo dejó para ponerme a prueba. Si, con esos
pensamientos estaba yo, luchando conmigo misma, esperando darme una respuesta y
no sé cuanto paso ni cuanto duro ese momento, giré nuevamente y nada, demoraba
demasiado y no lo pude contener más. Decidí nuevamente contar hasta tres, putamadre
contar nuevamente a tres, contar varias veces hasta tres en un día lunes, eso
no es común por díos, pero lo hice: uno, dos, tres y estiré la mano hasta coger
la libreta verde, con la manos temblorosas viré una vez más para ver si salía o
no, para saber si él estaba ahí vigilándome. Más nada todo seguía igual y
decidí abrir la libreta.
Mierda, mierda, mierda! La primera hoja
vacía, la segunda también la tercera igual. Revisé varias páginas y todas
estaban vacías. Enojada, molestísima decidí ver la última cara, la puta mierda
decía para mis adentros. Y por fin lo leí, estaba escrita con letra imprenta,
lapicero azul, escrito perfectamente, con calma y sin errores:
GRACIAS POR
CANCELAR LA CUENTA.
Mierda, dígame usted si no es para partirse
de la puta risa en medio del local, de gritar y maldecir a todos, porque el
puto tan solo había estado…
-¡GURMENDI!
¿Si?
-A la oficina del gerente.
Mierda, mierda, mierda, no le digo a usted
que los lunes son una puta mierda, lunes de mierda, semanas de mierda, putos, putos,
puto.
-Melvin Jara
Nacido en Ayacucho, vivió en Pisco, San Clemente, gran parte de su vida. Aprendió a leer, escribir, amar y olvidar al mismo tiempo en que los verbos y oraciones lo iban devorando. Quizá conservó su corazón de cataclismos para perderlo en las aguas lizianticas. vive aún, aunque nadie sabe por cuanto tiempo.
Es feliz, muy feliz.
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