Después del último sorbo, las botellas yacían vacías,
viró la cabeza buscando algo en la silenciosa habitación topándose de lleno con
la soledad. Empezaba a ver con dificultad las fotografías sobre la pared,
lentamente se volvían borrosas, sonriendo frente al espejo se dijo: -“Empiezo a
sentirme ebrio”
Cogió los últimos cigarrillos que dormían en el fondo del
armario, revisó la billetera, se puso la chaqueta. Entonces salió a caminar.
Necesitaba un poco de brisa, un poco de urbanidad, avenidas, claxon y farolas
lúgubres.
-De madrugada hace tanto frío.
Mientras cogía las llaves y salía con
las manos dentro de los bolsillos del pantalón. Al salir el viento golpeó de
lleno su rostro arañando lentamente las mejillas, dejándolas completamente
heladas. Dos pasos más adelante, el frío empezaba a treparle por los pies.
-¡Mierda! Sí que hace frío.
Dio unos pasos más antes de oír el rugido de un motor. Volteó rápidamente, las
calles vacías cargaban en su aire un manto de humedad, las luces del auto
empezaron a parpadear al verlo levantar la mano. Segundos después se encontraba
sentado, disfrutando de la calefacción del vehículo, rumbo al centro de la
ciudad.
Hace mucho frío a estas horas- dijo el chofer intentando
iniciar una conversación.
-Sí, me di cuenta.
¿Dónde es la fiesta?- musitó nuevamente el conductor.
-No sé, quizá ver el paisaje de madrugada sea una- Luego
de esto no volvió a decir nada.
Esos quince minutos de viaje, se iban deslizando
lentamente por la serpenteante carretera, los ojos ávidos y borrosos se iban
perdiendo fuera de aquella ventana, entre la oscuridad podía divisarse un
puente tan cansado que si pudiese se suicidaría una y otra vez para poder
evitar tanto frío sobre sus columnas; A lo lejos las montañas solo eran
pequeños puntos escondidos entre la noche.
¡Llegamos!
Bajó del auto y pagó el monto acordado, cerró lentamente
la puerta, se detuvo por unos minutos esperando que el auto se marchara.
Minutos después de estar luchando contra la avalancha de
ideas que lo iban enloqueciendo, sacó un cigarrillo y lo encendió. Dejando
escapar el humo por su nariz y suspirando dando varias pitadas, al ver acabado
el cigarrillo tiró la colilla al suelo y
continúo su paso.
La plaza estaba desierta, las calles sonreían
ambiguamente. De algunos locales salían jóvenes ebrios, en otras algunas
trabajadoras sexuales interceptaban a transeúntes ansiosos por un poco de
fricción, placer y fluidos que embriaguen sus cuerpos. Le llamó poderosamente
la atención el centro de la plaza, una mujer con el rostro completamente por su
cabellera, andaba lentamente, llevaba a su alrededor un aura de tristeza y
porque no decir un aspecto de locura. Se fue acercando hasta estar frente a
ella quien levantó la cabeza cuando sintió al tipo frente a ella. Entonces
ambos lograron reconocerse.
Estaba completamente mojada, las ropas que llevaba
estaban empapadas y del cabello le caían algunas gotas, hacía mucho frío, pero
ella estaba aún de pie.
-Mercedes ¿Qué pasó?
Dijo temiendo lo peor, se la imaginó siendo ultrajada y ella en la
desesperación y al verse sucia decidió quedarse parada en la ducha hasta quedar
como estaba ahora y salió a perderse por un largo rato.
-Joaquín- guardo silencio por un largo momento y se echó
a llorar.
Joaquín la abrazó, no supo si fue por caridad o por el
pasado que los unía a ambos. Hace tiempo atrás ambos habían compartido una relación,
que por cosas de la vida había acabado entre copas y una que otra mentira de
ambas partes, como suelen acabar las relaciones en tiempos actuales.
La tomó de la mano y la llevó a un hotel cerca de la
plazuela donde estaban, no dijo nada cuando el chico de recepción preguntó si
había pasado algo a la joven que venía con la ropa empapada.
-Por cierto ¿podría darme una bata y llevar a secar la ropa de la señorita?
-Claro, por qué no señor.
Tomó la llave, la bata y se dirigieron a la habitación,
el camino se hizo largo, cada puerta con el número incrustado en el pecho,
pasillos muertos, historias desbordando sabanas, otras tendiendo sobre la cama
nuevas historias más, quizá algunos saliendo de la ducha para adentrarse a un sueño, algunos en plena
lucha por placer, soledad de otros que buscan hallarse a sí mismos.
Llegaron al cuarto indicado, habitación 209. Al fondo del pasillo, alejados de la entrada.
Llegaron al cuarto indicado, habitación 209. Al fondo del pasillo, alejados de la entrada.
Ya dentro, le entregó la bata, la vio ingresando al baño.
Cerró la puerta, mientras se tumbaba en la cama y encendía un cigarrillo que
sacó de la cajetilla que dormía en el bolsillo de su pantalón.
Ella salió cuando el cigarro iba por la mitad, apagó el
cigarro y se vieron. Ya tenía el cabello seco y envuelto sobre la toalla, la
bata dejaba ver sus piernas y una parte de sus pechos, pero ella aún tenía la
mirada triste y frío en la piel. Mercedes giró nuevamente al baño y sacó su
ropa aún mojada. Cogió el teléfono del velador y llamó a servicio a la
habitación quien llegó apenas después de haber colgado. Mientras Joaquín veía
como Mercedes entregaba la ropa y agradecía al joven que llegó todo ojeroso y
cansado para luego desaparecer en el pasillo con las prendas dentro de una
tina.
Cerró la puerta y vio el cuerpo del joven tumbado sobre
la cama.
-Gracias Joaquín, no pensé encontrarte en este estado.
-¿Qué fue lo que pasó, por qué andas mojada a estas
horas?
-¿Por qué andas tú en las calles a estas horas, sabes que
es un peligro para quien no
conoce la ciudad completamente?
-Eso no importa, sólo que te encontré. Pero no rehúyas a
mis preguntas y dime.
-Joaquín, ¿aún te gusta mi cuerpo? Dijo mientras dejaba caer la bata al piso,
tenía dos senos pequeños, para que unas manos pequeñas o grandes la estrujaran
hasta llevarla al frenesí, era delgada, su cintura delicada y su sexo muy poco
poblado lo llevaron a épocas atrás cuando ella jugaba a ser mar y él a ser un
buceador llegando a las profundidades más dormidas de un cuerpo en plena
efervescencia.
-¿a quién no?
-¿Recuerdas la cicatriz que viste aquella noche?
-Sí.
-¿La quieres volver a ver?
-Hoy no.
Sin embargo su respuesta fue inútil pues ella estaba ya
dándole la espalda. Los ojos de
Joaquín fueron a parar en el trasero de la
mujer que tenía en frente, comenzaba a acalorarse, después sus ojos subieron y
se toparon nuevamente con aquella enorme cicatriz que iba de lado a lado,
marcando toda la espalda.
-Sigue siendo una grotesca cicatriz.
-jajaja, ¿siempre con tus exageraciones?
-Dime ¿Por qué andas en medio de la noche completamente
mojada?
-¡Dale con eso hombre! Si no respondo insistirás todo lo
que queda de noche.
-Sí, lo sabes. Cúbrete estarás con mucho frío.
-Bueno, está bien.
Cogió la bata del piso y se la puso
nuevamente. Él entristeció al ya no ver la desnudez de aquel cuerpo. Verás lo
que sucede no es por nada malo, es más una niñería. Me peleé con mi actual
enamorado y no sabía dónde huir, me sentía demasiado sola, demasiada vacía. Me
hallo encerrada en una carrera que no es de mi agrado, en un trabajo donde
dedico más de 10 horas diarias para acabar cansada y con poco tiempo para
vivir, lo que me resta de vida lo distribuyo en dormir, ver la teve, salir con
Alberto, así se llama mi actual enamorado, bueno no sé si aún seamos
enamorados. La soledad es una puta que espera los momentos en los que no
encontramos nada y entonces llega con los trajes más pequeños para seducirnos y
dejarnos embrujados y pagamos con penas y tristeza. ¿No te ha pasado?
-Yo convivo con ella, no tengo ningún problema.
-Pero es que no sabes lo que es despertarse y ver diario
una nueva marca de los años sobre tu piel y no ir aún a ninguna parte. He
olvidado mis sueños por un sueldo que solo me ayuda a vivir. ¡Joaquín me estoy
perdiendo!
-¿Bebes, fumas o consumes algo?
-No, sabes que no tengo esos vicios.
-He ahí el problema que no sabes lo que es estar
derrotado y salir nuevamente con una resaca a la calle o estar dopado y andar
soportando la vida sobre tu espalda, pero buscar la manera de dejar caer el
peso para ser libre.
-No entiendo nada de lo que dices.
-Lo suponía.
-¿Bebemos?
-Hoy no, no quiero verte llorando ni maldiciendo al
mundo.
-Bueno.
-¿Tienes el número de tu hermana?
-¿Para qué?
-La llamaré para que venga a recogerte.
-Entiendo, tienes que irte.
-Sí, estoy retrasado.
-¿No que solo saliste a caminar?
-Sí, pero tengo que perderme. Y ando retrasado.
- ¡Piérdete conmigo!
-Tú no sabes lo que es perderse, vives atada al miedo de
encontrarte sola.
-Este es el número de mi hermana, pero descuida yo la
llamaré. Joaquín, ehmm… gracias.
-No agradezcas no he hecho nada por ti.
-De todas maneras.
Él se levantó de la cama, se acercó a ella y la besó en
la mejilla.
-No te vayas aún, acompáñame mientras llegan a recogerme.
-pero… bueno, está bien.
Se volvió a recostar en la cama, ella dejó caer su cabeza
sobre su pecho. He iba contando como conoció a su actual enamorado y algunos
periplos de su trabajo, hablaba mucho. Joaquín solo fingía escucharla mientras
su mente divagaba aún por las calles desiertas, sabía que pronto llegaría el
alba, que no podría salir a caminar entre la oscuridad, que personas, muchas
personas comenzarían a llenar las veredas, sus voces irrumpirían la
tranquilidad que solo da la madrugada. No podría escribir algo, se lamentaba,
salía buscando silencio y se halló enfrascado en una conversación tan ahogada.
No se dio cuenta en qué momento se quedó dormida. Tenía un bello rostro y aún
podía verse sus dos pequeños pechos, los quiso acariciar por un momento pero
corría el riesgo de despertarla y de volver a escucharla por otro largo rato
más. Cogió el celular del velador y buscó el número de la hermana, lo halló y
marcó.
-Aló, soy Joaquín. Tu hermana está en la habitación 209
del hotel Parnaso, Sí. Vale, no te demores. Saludos.
Colgó, cogió la almohada y la colocó donde estaba su
pecho. Ella aún dormía. Se levantó y estuvo viéndola un tiempo. Cogió la colcha
del armario y la cubrió.
Se dirigió a la puerta, la abrió con sumo cuidado. Justo entonces
venía el chico de servicio a la habitación con la ropa ya seca de Mercedes. La
recibió, volvió a la habitación dejando la ropa sobre la cama y salió cerrando
cautelosamente la puerta.
Ya en la calle, el día estaba comenzando a dar señales de
vida. Se cubrió la cara al sentir el sol chocando y quemando sus ojos aún
soñolientos. Bajo la mirada y mientras andaba dijo en voz baja:
-Al menos es una historia que puedo escribir.
POR: Melvin Jara.
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