viernes, 24 de marzo de 2017

OTRA HISTORIA POR ESCRIBIR


Después del último sorbo, las botellas yacían vacías, viró la cabeza buscando algo en la silenciosa habitación topándose de lleno con la soledad. Empezaba a ver con dificultad las fotografías sobre la pared, lentamente se volvían borrosas, sonriendo frente al espejo se dijo: -“Empiezo a sentirme ebrio”

Cogió los últimos cigarrillos que dormían en el fondo del armario, revisó la billetera, se puso la chaqueta. Entonces salió a caminar. Necesitaba un poco de brisa, un poco de urbanidad, avenidas, claxon y farolas lúgubres.

-De madrugada hace tanto frío.
 Mientras cogía las llaves y salía con las manos dentro de los bolsillos del pantalón. Al salir el viento golpeó de lleno su rostro arañando lentamente las mejillas, dejándolas completamente heladas. Dos pasos más adelante, el frío empezaba a treparle por los pies.

-¡Mierda! Sí que hace frío.

Dio unos pasos más antes de oír el rugido de un motor. Volteó rápidamente, las calles vacías cargaban en su aire un manto de humedad, las luces del auto empezaron a parpadear al verlo levantar la mano. Segundos después se encontraba sentado, disfrutando de la calefacción del vehículo, rumbo al centro de la ciudad.
Hace mucho frío a estas horas- dijo el chofer intentando iniciar una conversación.

-Sí, me di cuenta.

¿Dónde es la fiesta?- musitó nuevamente el conductor.

-No sé, quizá ver el paisaje de madrugada sea una- Luego de esto no volvió a decir nada.

Esos quince minutos de viaje, se iban deslizando lentamente por la serpenteante carretera, los ojos ávidos y borrosos se iban perdiendo fuera de aquella ventana, entre la oscuridad podía divisarse un puente tan cansado que si pudiese se suicidaría una y otra vez para poder evitar tanto frío sobre sus columnas; A lo lejos las montañas solo eran pequeños puntos escondidos entre la noche.

¡Llegamos!

Bajó del auto y pagó el monto acordado, cerró lentamente la puerta, se detuvo por unos minutos esperando que el auto se marchara.
Minutos después de estar luchando contra la avalancha de ideas que lo iban enloqueciendo, sacó un cigarrillo y lo encendió. Dejando escapar el humo por su nariz y suspirando dando varias pitadas, al ver acabado el cigarrillo  tiró la colilla al suelo y continúo su paso.
La plaza estaba desierta, las calles sonreían ambiguamente. De algunos locales salían jóvenes ebrios, en otras algunas trabajadoras sexuales interceptaban a transeúntes ansiosos por un poco de fricción, placer y fluidos que embriaguen sus cuerpos. Le llamó poderosamente la atención el centro de la plaza, una mujer con el rostro completamente por su cabellera, andaba lentamente, llevaba a su alrededor un aura de tristeza y porque no decir un aspecto de locura. Se fue acercando hasta estar frente a ella quien levantó la cabeza cuando sintió al tipo frente a ella. Entonces ambos lograron reconocerse.
Estaba completamente mojada, las ropas que llevaba estaban empapadas y del cabello le caían algunas gotas, hacía mucho frío, pero ella estaba aún de pie.

-Mercedes ¿Qué pasó?

Dijo temiendo lo peor, se la imaginó siendo ultrajada y ella en la desesperación y al verse sucia decidió quedarse parada en la ducha hasta quedar como estaba ahora y salió a perderse por un largo rato.

-Joaquín- guardo silencio por un largo momento y se echó a llorar.

Joaquín la abrazó, no supo si fue por caridad o por el pasado que los unía a ambos. Hace tiempo atrás ambos habían compartido una relación, que por cosas de la vida había acabado entre copas y una que otra mentira de ambas partes, como suelen acabar las relaciones en tiempos actuales.
La tomó de la mano y la llevó a un hotel cerca de la plazuela donde estaban, no dijo nada cuando el chico de recepción preguntó si había pasado algo a la joven que venía con la ropa empapada.

-Por cierto ¿podría darme una bata y llevar a secar la ropa de la señorita?

-Claro, por qué no señor.

Tomó la llave, la bata y se dirigieron a la habitación, el camino se hizo largo, cada puerta con el número incrustado en el pecho, pasillos muertos, historias desbordando sabanas, otras tendiendo sobre la cama nuevas historias más, quizá algunos saliendo de la ducha  para adentrarse a un sueño, algunos en plena lucha por placer, soledad de otros que buscan hallarse a sí mismos.
Llegaron al cuarto indicado, habitación 209. Al fondo del pasillo, alejados de la entrada.
Ya dentro, le entregó la bata, la vio ingresando al baño. Cerró la puerta, mientras se tumbaba en la cama y encendía un cigarrillo que sacó de la cajetilla que dormía en el bolsillo de su pantalón.
Ella salió cuando el cigarro iba por la mitad, apagó el cigarro y se vieron. Ya tenía el cabello seco y envuelto sobre la toalla, la bata dejaba ver sus piernas y una parte de sus pechos, pero ella aún tenía la mirada triste y frío en la piel. Mercedes giró nuevamente al baño y sacó su ropa aún mojada. Cogió el teléfono del velador y llamó a servicio a la habitación quien llegó apenas después de haber colgado. Mientras Joaquín veía como Mercedes entregaba la ropa y agradecía al joven que llegó todo ojeroso y cansado para luego desaparecer en el pasillo con las prendas dentro de una tina.
Cerró la puerta y vio el cuerpo del joven tumbado sobre la cama.

-Gracias Joaquín, no pensé encontrarte en este estado.

-¿Qué fue lo que pasó, por qué andas mojada a estas horas?

-¿Por qué andas tú en las calles a estas horas, sabes que es un peligro para quien no 
conoce la ciudad completamente?

-Eso no importa, sólo que te encontré. Pero no rehúyas a mis preguntas y dime.

-Joaquín, ¿aún te gusta mi cuerpo?  Dijo mientras dejaba caer la bata al piso, tenía dos senos pequeños, para que unas manos pequeñas o grandes la estrujaran hasta llevarla al frenesí, era delgada, su cintura delicada y su sexo muy poco poblado lo llevaron a épocas atrás cuando ella jugaba a ser mar y él a ser un buceador llegando a las profundidades más dormidas de un cuerpo en plena efervescencia.

-¿a quién no?

-¿Recuerdas la cicatriz que viste aquella noche?

-Sí.

-¿La quieres volver a ver?

-Hoy no.

Sin embargo su respuesta fue inútil pues ella estaba ya dándole la espalda. Los ojos de 
Joaquín fueron a parar en el trasero de la mujer que tenía en frente, comenzaba a acalorarse, después sus ojos subieron y se toparon nuevamente con aquella enorme cicatriz que iba de lado a lado, marcando toda la espalda.

-Sigue siendo una grotesca cicatriz.

-jajaja, ¿siempre con tus exageraciones?

-Dime ¿Por qué andas en medio de la noche completamente mojada?

-¡Dale con eso hombre! Si no respondo insistirás todo lo que queda de noche.

-Sí, lo sabes. Cúbrete estarás con mucho frío.

-Bueno, está bien.

Cogió la bata del piso y se la puso nuevamente. Él entristeció al ya no ver la desnudez de aquel cuerpo. Verás lo que sucede no es por nada malo, es más una niñería. Me peleé con mi actual enamorado y no sabía dónde huir, me sentía demasiado sola, demasiada vacía. Me hallo encerrada en una carrera que no es de mi agrado, en un trabajo donde dedico más de 10 horas diarias para acabar cansada y con poco tiempo para vivir, lo que me resta de vida lo distribuyo en dormir, ver la teve, salir con Alberto, así se llama mi actual enamorado, bueno no sé si aún seamos enamorados. La soledad es una puta que espera los momentos en los que no encontramos nada y entonces llega con los trajes más pequeños para seducirnos y dejarnos embrujados y pagamos con penas y tristeza. ¿No te ha pasado?

-Yo convivo con ella, no tengo ningún problema.

-Pero es que no sabes lo que es despertarse y ver diario una nueva marca de los años sobre tu piel y no ir aún a ninguna parte. He olvidado mis sueños por un sueldo que solo me ayuda a vivir. ¡Joaquín me estoy perdiendo!

-¿Bebes, fumas o consumes algo?

-No, sabes que no tengo esos vicios.

-He ahí el problema que no sabes lo que es estar derrotado y salir nuevamente con una resaca a la calle o estar dopado y andar soportando la vida sobre tu espalda, pero buscar la manera de dejar caer el peso para ser libre.

-No entiendo nada de lo que dices.

-Lo suponía.

-¿Bebemos?

-Hoy no, no quiero verte llorando ni maldiciendo al mundo.

-Bueno.

-¿Tienes el número de tu hermana?

-¿Para qué?

-La llamaré para que venga a recogerte.

-Entiendo, tienes que irte.

-Sí, estoy retrasado.

-¿No que solo saliste a caminar?

-Sí, pero tengo que perderme. Y ando retrasado.

- ¡Piérdete conmigo!

-Tú no sabes lo que es perderse, vives atada al miedo de encontrarte sola.

-Este es el número de mi hermana, pero descuida yo la llamaré. Joaquín, ehmm… gracias.

-No agradezcas no he hecho nada por ti.

-De todas maneras.

Él se levantó de la cama, se acercó a ella y la besó en la mejilla.

-No te vayas aún, acompáñame mientras llegan a recogerme.

-pero… bueno, está bien.

Se volvió a recostar en la cama, ella dejó caer su cabeza sobre su pecho. He iba contando como conoció a su actual enamorado y algunos periplos de su trabajo, hablaba mucho. Joaquín solo fingía escucharla mientras su mente divagaba aún por las calles desiertas, sabía que pronto llegaría el alba, que no podría salir a caminar entre la oscuridad, que personas, muchas personas comenzarían a llenar las veredas, sus voces irrumpirían la tranquilidad que solo da la madrugada. No podría escribir algo, se lamentaba, salía buscando silencio y se halló enfrascado en una conversación tan ahogada. No se dio cuenta en qué momento se quedó dormida. Tenía un bello rostro y aún podía verse sus dos pequeños pechos, los quiso acariciar por un momento pero corría el riesgo de despertarla y de volver a escucharla por otro largo rato más. Cogió el celular del velador y buscó el número de la hermana, lo halló y marcó.

-Aló, soy Joaquín. Tu hermana está en la habitación 209 del hotel Parnaso, Sí. Vale, no te demores. Saludos.

Colgó, cogió la almohada y la colocó donde estaba su pecho. Ella aún dormía. Se levantó y estuvo viéndola un tiempo. Cogió la colcha del armario y la cubrió.
Se dirigió a la puerta, la abrió con sumo cuidado. Justo entonces venía el chico de servicio a la habitación con la ropa ya seca de Mercedes. La recibió, volvió a la habitación dejando la ropa sobre la cama y salió cerrando cautelosamente la puerta.
Ya en la calle, el día estaba comenzando a dar señales de vida. Se cubrió la cara al sentir el sol chocando y quemando sus ojos aún soñolientos. Bajo la mirada y mientras andaba dijo en voz baja:

-Al menos es una historia que puedo escribir. 

POR: Melvin Jara.

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