jueves, 15 de diciembre de 2016

HEY TÚ ¡ARRIBA LAS MANOS!


fotografía de Jorge Aguayo.


Habían esperado ese día con tantas ansias, tanto que incluso ensayaron muchas veces para evitar errores. Se conocieron en una de esas borracheras de barrio con cumbia y un poco de chicha en los parlantes, los vasos iban y venían, en esas borracheras se conocieron y digo esto antes de decirles que solo fueron dos.
Ya no empezaré con esos cuentos de antes, en los que dos se volvían millones y tres era simplemente un ataque blitzkrieg. Ahora digo la verdad y solo fueron dos. Ellos bebían como cuando eran jóvenes, es decir a vaso lleno como si estuviesen en una competencia, puede que entre copa y jarra se hayan decidido a realizarlo o quién sabe, el hecho es que lo lograron. Es que unas copas demás y creemos que podemos realizar todo, creemos poseer superpoderes y buscamos que nos disparen a lo Superman, en la vista. Hay de quienes intentan saltar un enorme muro queriendo entrar a un lugar lleno de pena y toma impulso retrocediendo unos metros para poder hacerlo con más facilidad, en sí, para serles franco cuando hay copas de más hay de todo y nada. Ahí lo planearon y estoy seguro que bebieron muchas cervezas, eso que no dieron tumbos mientras salían del bar donde aún sonaba algunas canciones que sin duda en esos momentos ellos no sabían si eran cumbia o chicha, pero salieron sin inmutarse, como si las bebidas no les hubiera hecho mella alguna, afuera los esperaba el ruido de una ciudad cansada del caos y los gritos de cada día.
El más alto es el que llevaba la réplica de una Jericho 941, la tenía por debajo de la camisa sobresalida, metida entre la correa del pantalón. Debieron de salir por primera vez en el día a eso de las seis de la noche, a esa hora pocos deciden entrometen o empezar a grabar, así que aprovecharon esa hora para salir, no fue difícil encontrar la víctima a tres cuadras y media del bar, empezaron a conversar entre ellos, dándose las últimas indicaciones antes de proceder. Las arengas son buenas antes de cada lucha. La víctima iba observando las calles con detenimiento, incluso pudo percatarse de los tipos que venían del otro lado de la calle con mala intención, iban conversando seguro dándose indicaciones por si intentase correr. Se dio cuenta pero continuó su andar, despreocupado como tantas otras veces, metió las manos al bolsillo trasero del pantalón y solo encontró el lapicero y una nota arrugada, los demás  bolsillos del pantalón estaban vacíos como la calle en la que ahora andaba, mientras se dirigía hacia otro futuro asalto, otro más y no es que haya pasado por muchos, solo fueron varios pero en poco tiempo, La idea no lo martirizaba pues ya iba preparando también los futuros diálogos para tratar de alargar el suceso.  Aunque fue en vano, porque pasaron por ambos costados y uno de ellos, el más bajo, lo tomó por el cuello, la víctima que no esperaba ese movimiento se quedó estático, pues pensó que el ataque sería frontal, quizá con un: Hey tú, ¡arriba las manos! después de todo eran dos. Apretándole el cuello y sostiendolo por entre el sobaco estuvo el más bajo, mientras el alto sacó el arma escondida y la empujo entre el estómago de la víctima que ni se inmutó al ver el arma.
-Dame todo lo que tienes cunchatumadre.
Mientras metía la mano en el bolsillo derecho de la casaca negra que llevaba puesta y sacaba un celular. Eso era todo, pero el alto no lo comprendió y mientras el más bajo lo tenía sostenido le increpó por el dinero.
-¡La plata mierda, apura!
Pero no había ya nada en los bolsillos, metió la mano en el bolsillo trasero del pantalón y solo encontró el lapicero y pedazo de papel arrugado.
-No tengo nada más, ya fu…
Y un golpe salto, con arma incluida, en el rostro del tipo que venía caminando en la desierta calle, solo, percatándose del atraco en el que estaría sumido. Brotó un poco de sangre y los nervios se apoderaban de los ahora asaltantes.
El más bajo, qué sostenía aún al tipo por el cuello jaló con fuerza hacía el piso dejándolo tendido en la acera, con la frente abierta y llena de sangre. El miedo aún lo asaltaba y empezó a patear varias veces, como para que no los vea alejarse, para que pierda el valor de levantarse. Acabado esto empezó la huida de ambos, del más alto y el bajo. Ambos llenos de adrenalina, corrían sin decirse nada como si estuviesen en una competencia por ver quien llega primero a un punto inexistente. El más alto que le llevaba la delantera viro en la esquina, iba asustado, tan asustado que cuando el celular empezó a vibrar lo tiró al piso, destrozándolo completamente, pero eso no importaba pues el más bajo estaba detrás intentando superarlo en la carrera y continuaron la huída hasta desaparecer entre el gentío de un boulevar.
La víctima, que se levantaba, los seguía con la mirada, viéndolos perderse entre el tumulto de autos y peatones, entre la línea blanca de la carretera con el boulevar. La calle aún estaba desierta, avanzó un poco y vio una tienda con gafas en el mostrador, pidió al dueño le prestase el baño para poder lavarse la cara, el vendedor no preguntó absolutamente nada, es más ni lo vio y dejó que usará el baño. Ya dentro luego de lavarse la herida, sacó del bolsillo escondido entre la correa unos billetes, tomó solo uno y guardo los demás, salió del baño, pidió una de las gafas oscuras, pagó y salió caminando como si nada hubiese ocurrido, al llegar a la esquina solo recogió el chip del equipo y camino en línea recta unas tres cuadras. Se topó con un bar, Bar “Chelona”. La herida ya no le sangraba pero aún le dolía un poco la cabeza.
Fue así que se enteró de que el más alto y el bajo se conocieron en una borrachera de barrio, de esas en las que las cervezas vienen y van, escuchó todo, hasta las risas que salían después de recordar el celular impactando al piso. Claro que ellos no se dieron cuenta pues estaban emocionados con su primer asalto, tanto que ni voltearon a ver al tipo que estaba sentado tres mesas detrás de ellos, ahora con unas gafas y con unas cervezas demás.

-Melvin Jara.

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