miércoles, 11 de enero de 2012

AMOR SIN ATADURAS


Busco a una dama sincera y jovial,
que llene mi vida con el solo hablar,
y cada que ría logre cautivarme sin vacilar
con suaves susurros llene mis oídos cual musical.

Aun no puedo ver ese refulgir rozagante
que logre por completo y de una vez cegarme
para poder amar sin ver a ella entregarme,
brindarle mis versos en un papel brillante.

Aquella mujer idónea, no perfecta
con defectos, problemas y solucionarlos.
Llegar juntos de la mano al final de la recta.
Tener sueños locos, luchar hasta realizarlos.



Cada mañana despertar  y no ver una modelo,
ver a una mujer dormida sin maquillaje alguno.
Preparar no tan bien y a la cama llevar el desayuno.
Su sonrisa ver todo el día eso es lo que anhelo.

Una mujer que no llore por zapatos
que no me mande a cumplir mis sacramentos;
no me pida aquella bisutería, e
ir a la florería
cada tarde o a inicios de bendito día.

Cuando me encuentre sumido en mi mundo,
invada el cuarto con carcajadas, estruendosas.
Pues solo aquella mujer con su cariño,
cambia mi existencia, ese que un día fue inmundo.

Una dama que olvide las fechas por completo,
que no me imponga que marca de champú usar.
Ambos contemplar el racimo del azahar.
Ver a su lado el azul del cielo, despierto.

Oír juntos las baladas entonada por las aves,
llegar al cielo, a puertas sin emplear llaves.
Una mujer con carácter bravío para poder amar,
una dama doncella que no tema nunca a mi mar.

UNA NOCHE DE VICIOS POR TU ADIÓS


Lamentábase en la calle; dando grito
con su sucia camisa y su pantaloncito de tela,
con las manos manchadas de alquitrán.
Dentro de sus bolsillos, solo cigarrillos solo van.
Esos recuerdos, en su mente retumban y lo flagela,
es el hombre que sufre sin cesar, el del triste mito.

Cargando sobre él la cirrosis y la sobredosis de su mundo,
envuelto en el éxtasis de su propia perturbación.
Inhalando el vaho que emite la vida, con desesperación.
Aferrándose a sus pensamientos cercanos al inframundo.

Se desplomo ante la mirada funesta de transeúntes;
quienes murmuran en voz baja, dañándolo en su mísero ser.
Nadie se atreve a socorrerlo, dicen a sus hijos no lo apuntes,
y se alejan aprisa del lugar, aunque pueda fallecer.

Sumido en sueños, imágenes borrosas pero felices pasan.
Por su mente saturada de sus alucinaciones,
se ve en ellas la sonrisa de una dama, su amada.
Lágrimas caen de sus ojos cerrados; caen sobre la balaustrada.
Y en su se desbordan las más sublimes emociones.
Siente que su amor y su alucinación lo abrazan.

Ya de noche y el aun en la acera, completamente afligido,
soportando el inmenso frio de la inmunda ciudad,
las miradas de transeúntes y golpes con toda maldad.
Sin conocer el porqué de su actuar, del alma está dolido.

Llego a casa, cansado y la vio tirada en el suelo,
corrió a socorrerla, pero fue inútil, su cuerpo ya frio
en el suelo lo esperaba, murió y nació su delirio.
Desde entonces con sus vicios el pobre no halla consuelo.

CALAMITOSAS DECLARACIONES


La tristeza de primavera, lo gris del verano
me recuerda que un día acabo todo lo nuestro.
Y el terrero eriazo, mi temple que es día a día vano.
Mis lamentos que con el pasar es cada vez más siniestro.


Moral altiva, existencia efímera y manipuladora,
cada quien con sus problemas, se cortan las venas,
y veo las horas pasar, nadie llega a mi mecedora.
¿Ya son más de mil noches que quizá solo cenas?


La cabeza me retumba, por tanta cerveza,
y mis labios rajados por tantos cigarrillos fumados,
aborreces a quienes piden licores con cerezas.
Y a las parejas que andan de manos, atados.


Los estúpidos transeúntes, sin mirar andan.
Preocupados por su bienestar físico,
sin embargo llenan manicomios, jóvenes y locos.
Lo que sucede hoy mañana no ha de pasar, mandan,
los enemigos de lo imaginable, el hombre tísico.
Dañan cual caída infernal desde el cielo, como cocos.


Y así acaba lo que nunca quise escribir,
concluye con un largo pesar,  mi triste final.
Puede que pronto deje ya mi mundo, deje de vivir.
No me importaría nada, pues el mundo es algo infernal.