sábado, 14 de octubre de 2017

ESCRIBIR ME HACE LIBRE Y SUELTO


He de ser franco con ustedes y conmigo mismo. Muchas veces tome por verdad mis propias mentiras, siempre la manía de tarrajear mis palabras, de adornarme incluso estando desnudo. Pero es que esto de escribir no ha sido elección mía, ese dizque don no me lo ha dado nadie, las letras tampoco me eligieron ni por casualidad. Caigo para cubrirme de letras, caigo y me queda tan solo acomodar oraciones para lograr contar una historia realmente falsa.
Malo en la pintura con dibujos que pasan a ser de primariosos, fálicos, carentes de identidad, garabatos sin cuerda. Y lo he intentado, tantos cuadros que se han venido a la mente, desde los más psicodélicos con colores turquesa y verde, los paisajes de amanecidas de marzo hasta agosto, cuadros fríos y tristes de julio, heladas semanas las de agosto. Tengo tanto en mente pero todo lo que sale de mis manos son garabatos y digo la verdad ahora, para no estar en vergüenza en lo tan poco que me queda por vivir.
Si hablamos de cantar tampoco manejo la cadencia y el ritmo de una voz cantora. Con un graznido de un ave agonizante que huye de la garganta para no ahogarse perpetuamente. Si supieran de los sueños y del corto intento de niño en esta rama artística, los pequeños conciertos por entonces, sobre las ruinas de una ciudadela ignorada, con los zapatitos de charol y la camisa blanca como la sonrisa que jamás lograré esbozar.
Estas manos que sirven de sustento al lápiz tampoco son adiestrados como para tocar algún instrumento musical, ni de cuerda, ni de viento, ni de percusión. Nada en lo que pude apoyarme, a pesar de los intentos fallidos y de los esfuerzos que duraron poco. Demasiado poco y por eso no logré progresar.
Ha de saber que también me  metí de lleno al baile, al zapateo y al repicar de pasos. Porque de todas las fiestas a las cuales acudí acabaron sacándome por exceso de bebida y por sacar a bailar el cuerpo frío del ataúd de una pariente lejana mía y que nadie perdono por tan solo estar con alguna bebidas demás.
Actuar tampoco ha sido lo mío. Lo digo luego de aquella trágica experiencia. Audicionar para lograr como máximo logro ser el árbol en una puesta escénica de colegio. Aunque algunos amigos míos suelan recordar aquel bochornoso suceso entre copas: allá por años atrás cuando llevaba dieciocho o diecinueve años, con la emoción a cuestas de participar en un film pornográfico, en un film amateur.  Entramos a la sala tres tipos, uno viejo con canas y el rostro cubierto de arrugas que intentaba reventarse un grano alojado en medio de la frente, el otro era un melenudo de unos veinticinco años que no dejaba de rascarse entre las pelotas y yo con un jean nuevecito y mi mejor camisa. El encargado de la audición nos mandó a sentar en las tres sillas de madera situadas en medio de la sala con tenue luz. Ya sentados los tres vimos ingresar a tres mujeres completamente desnudas y para mí en ese entonces era la primera vez que me hallaba frente a mujeres desnudas. Personalmente podría decir que me encantó la chica de en medio, con pechos pequeños y cabellera con el corte de Mía Wallace, de la película Tiempos Violentos, quizá por eso me gustó en demasia. Las otras dos eran algo adultas, una con el vientre lleno de estrías y el sexo poblado de vellos, la otra de unos cuarenta o cuarenta y cinco años completamente depilada en el sexo dejando a la vista sus labios parecidos al mismísimo hocico de caballo en pleno rebuzne, por lo grotesco y oscuro. Fue justamente ella quien se me acercó y la misma que fue bajándome el cierre del pantalón nuevo jean, las otras dos se acercaron al tío y al chico que no dejaba de rascarse las bolas. Para ese entonces me hallaba aturdido ante los pechos pequeños de la chica que bajaba la bragueta del chico que no dejaba en paz sus pobres pelotas. Sentí las manos de la tía, que tenía también la panza llena de rollos, iba sacando mi humanidad apretándolo lentamente. Me contuve todo lo que pude en aquel entonces, pero eso no me sirvió de mucho pues a pesar de todo el esfuerzo acabe viniéndome en el pantalón jean nuevo que me puse por primera vez aquella tarde. Los tipos que me acompañaban en aquel entonces rieron mientras yo dejaba el lugar manchado y avergonzado. No volví a audicionar ni a usar el jean de aquella tarde.

Por eso digo que esto de escribir no es algo que venga buscando por placer, digo de verdad, olvidando mis mentiras ciertas, que tan solo caí por peso de gravedad, por simple conformismo a esto de ir dejando línea tras línea hechos que intento mezclar con fantasía y realidad. Digo que la escritura tan solo es para mí el refugio que me aparta de toda mentira y de toda verdad. Porque yo caí a las letras, sí, tan sólo caí en ellas pues jamás oí llamado alguno, jamás, jamás tuve eso que otros llaman inspiración porque tan solo me ha quedado por redactar hechos reales llenos de ficción. Menuda mierda la que me queda por vivir, menuda mierda.

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