He de ser franco con ustedes
y conmigo mismo. Muchas veces tome por verdad mis propias mentiras, siempre la
manía de tarrajear mis palabras, de adornarme incluso estando desnudo. Pero es
que esto de escribir no ha sido elección mía, ese dizque don no me lo ha dado
nadie, las letras tampoco me eligieron ni por casualidad. Caigo para cubrirme
de letras, caigo y me queda tan solo acomodar oraciones para lograr contar una
historia realmente falsa.
Malo en la pintura con
dibujos que pasan a ser de primariosos, fálicos, carentes de identidad,
garabatos sin cuerda. Y lo he intentado, tantos cuadros que se han venido a la
mente, desde los más psicodélicos con colores turquesa y verde, los paisajes de
amanecidas de marzo hasta agosto, cuadros fríos y tristes de julio, heladas
semanas las de agosto. Tengo tanto en mente pero todo lo que sale de mis manos
son garabatos y digo la verdad ahora, para no estar en vergüenza en lo tan poco
que me queda por vivir.
Si hablamos de cantar
tampoco manejo la cadencia y el ritmo de una voz cantora. Con un graznido de un
ave agonizante que huye de la garganta para no ahogarse perpetuamente. Si
supieran de los sueños y del corto intento de niño en esta rama artística, los pequeños
conciertos por entonces, sobre las ruinas de una ciudadela ignorada, con los
zapatitos de charol y la camisa blanca como la sonrisa que jamás lograré
esbozar.
Estas manos que sirven de
sustento al lápiz tampoco son adiestrados como para tocar algún instrumento
musical, ni de cuerda, ni de viento, ni de percusión. Nada en lo que pude
apoyarme, a pesar de los intentos fallidos y de los esfuerzos que duraron poco.
Demasiado poco y por eso no logré progresar.
Ha de saber que también
me metí de lleno al baile, al zapateo y
al repicar de pasos. Porque de todas las fiestas a las cuales acudí acabaron
sacándome por exceso de bebida y por sacar a bailar el cuerpo frío del ataúd de
una pariente lejana mía y que nadie perdono por tan solo estar con alguna bebidas
demás.
Actuar tampoco ha sido lo
mío. Lo digo luego de aquella trágica experiencia. Audicionar para lograr como
máximo logro ser el árbol en una puesta escénica de colegio. Aunque algunos
amigos míos suelan recordar aquel bochornoso suceso entre copas: allá por años
atrás cuando llevaba dieciocho o diecinueve años, con la emoción a cuestas de
participar en un film pornográfico, en un film amateur. Entramos a la sala tres tipos, uno viejo con
canas y el rostro cubierto de arrugas que intentaba reventarse un grano alojado
en medio de la frente, el otro era un melenudo de unos veinticinco años que no
dejaba de rascarse entre las pelotas y yo con un jean nuevecito y mi mejor
camisa. El encargado de la audición nos mandó a sentar en las tres sillas de madera
situadas en medio de la sala con tenue luz. Ya sentados los tres vimos ingresar
a tres mujeres completamente desnudas y para mí en ese entonces era la primera
vez que me hallaba frente a mujeres desnudas. Personalmente podría decir que me
encantó la chica de en medio, con pechos pequeños y cabellera con el corte de Mía Wallace, de la película Tiempos Violentos, quizá por eso me gustó en demasia. Las otras dos eran algo adultas, una con el vientre lleno de estrías
y el sexo poblado de vellos, la otra de unos cuarenta o cuarenta y cinco años
completamente depilada en el sexo dejando a la vista sus labios parecidos al mismísimo hocico de caballo en pleno rebuzne, por lo
grotesco y oscuro. Fue justamente ella quien se me acercó y la misma que fue
bajándome el cierre del pantalón nuevo jean, las otras dos se acercaron al tío
y al chico que no dejaba de rascarse las bolas. Para ese entonces me hallaba
aturdido ante los pechos pequeños de la chica que bajaba la bragueta
del chico que no dejaba en paz sus pobres pelotas. Sentí las manos de la tía, que tenía también la panza llena de rollos, iba sacando mi humanidad
apretándolo lentamente. Me contuve todo lo que pude en aquel entonces, pero eso
no me sirvió de mucho pues a pesar de todo el esfuerzo acabe viniéndome en el
pantalón jean nuevo que me puse por primera vez aquella tarde. Los tipos que me
acompañaban en aquel entonces rieron mientras yo dejaba el lugar manchado y
avergonzado. No volví a audicionar ni a usar el jean de aquella tarde.
Por eso digo que esto de
escribir no es algo que venga buscando por placer, digo de verdad, olvidando
mis mentiras ciertas, que tan solo caí por peso de gravedad, por simple
conformismo a esto de ir dejando línea tras línea hechos que intento mezclar
con fantasía y realidad. Digo que la escritura tan solo es para mí el refugio
que me aparta de toda mentira y de toda verdad. Porque yo caí a las letras, sí,
tan sólo caí en ellas pues jamás oí llamado alguno, jamás, jamás tuve eso que
otros llaman inspiración porque tan solo me ha quedado por redactar hechos
reales llenos de ficción. Menuda mierda la que me queda por vivir, menuda
mierda.
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