La oscuridad me hace un llamado,
la barra del bar aquel, reclama mi presencia.
Las calles abarrotadas del frío y de miradas.
Miradas que asesinaban el pudor,
que doblegan el sano juicio.
la barra del bar aquel, reclama mi presencia.
Las calles abarrotadas del frío y de miradas.
Miradas que asesinaban el pudor,
que doblegan el sano juicio.
Los faroles, con sus destellos,
las esquinas y sus espacios lúgubres
me hicieron recordar que a ellos pertenezco.
Esas avenidas repletas de personas de día
y llenas de sabios por las noches,
que predican la palabra más pura, la más franca.
Vuelvo a los suburbios, aunque nunca me fui.
Regreso al oscuro mundo, al que pertenezco.
Esas manos ajenas, esos besos perdidos,
la caricia que no te pertenece, pero se te da.
La luna y sus estrellas cantan a mi regreso,
levantando sus copas, recogiendo los cigarros;
esos que una tarde los tire.
El placebo que genera, me esperaba paciente;
con los brazos abiertos y la falda corta
en aquella puerta me espera.
es ella quien siempre cura mis heridas.
Con un poco de alcohol y sal.
Y vuelvo a los suburbios, como antaño.