jueves, 16 de junio de 2011

ARDER EN TU INFIERNO

Del inmenso cielo, a velocidad caía
era inminente el desplomo que venía,
asustado, agitándome; despertar necesitaba.
Más no podía y caía. La muerte me esperaba.

De pronto se sacudió el mundo.
Un sonido estrepitoso, al unisono se oyo,
ya en el suelo, inmóvil en aquel hoyo
veía seres venir, entes del inframundo.

Desesperado moverme quise, lo logre.
Aquellos seres huyeron despavoridos
excepto una malévola esencia; color ocre
sus ojos, color azul sus bellos labios.

Silueta perfecta, hacia mi vino.
Su tétrico rostro al mío acerco vivazmente,
sus labios los míos tocaron, sabor a azufre.
Y de sus labios oí: Pobre hombre de amor sufre.
Y se alejo de mi dejándome de amor demente,
la llame, y no volvió, la llame y no vino.

Pase una noche entera buscándola,
la vi rezagada entre inmensas llamas,
con ojos encendidos y pupilas dilatadas.
Presurosa se acerco, con sus manos atadas;
Y me pregunto ¿tanto me clamas?
y en lagrimas me quede viéndola.

Se fue, a sus llamas avivar,
pensé entonces ¿Por qué la llegue a amar?
El calor del medio mi cuerpo sintió;
quemando, ardiendo se quedo en aquel sitio.

En mi rostro, inconformidad y rabia;
por ver en su cuerpo, aquella maravilla.
Intentando no sofocarme por el fuego
buscando ayuda, ¿no hay?. Hasta luego…

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