sábado, 25 de junio de 2011

INICIO Y FIN DE LA AGONIA

Era un 19 de abril; sol radiante
iluminaba el cielo, cielo despejado.
Cuando de pronto cayo la oscuridad
cambiando el jolgorio con brusquedad,
un día hermoso, fue siendo alejado
solo se respiraba el olor de lo agobiante.

El día no llegaba, la noche eterna era.
Soledad y tristeza en el mundo se respiraba
angustiosos; a pasos lerdos la humanidad andaba.
Preguntándose Acaso el fin del mundo, este será?
Por meses la oscuridad reinaba al mundo,
y de este nacieron el odio y el rencor.
Trayendo indudablemente la pena y el dolor.
Cambiando la alegría por un dolor rotundo.

Pasado un tiempo, la tierra quedo insulsa;
falto de color, muriendo entonces las flores.
Los campos quedaron marchitos; llenos de horrores.
Silencio total, nadie palabra alguna cruza.

En completa agonía vivían los hombres,
ya carentes de fe; sin ganas de vivir.
Todo se perdía; el mundo iba a dejar de existir.
En total descuido, iban perdiéndose los amores.

Cuando el mundo ya no daba para más.
Aun recuerdo ese día, 10 de febrero era.
El cielo oscuro; sin estrellas se ilumino,
los hombres de la tierra, recobraron su camino,
se vieron a los ojos como si no lo hubieran hecho jamás.
Y en aquel silencio se oyó un canto, cual sirena.

Los campos se volvieron a llenar de vegetación,
las flores sus colores recobraron por completo.
Los poetas escribieron de nuevo; pues renació la inspiración,
el mundo recobro la alegría, de veras no miento.
Volvió nacer el amor, que había muerto.
Las aves volvieron a volar, en compas por el cielo abierto.
Renació la pasión, la alegría. Llenaban las calles
padres, hijos, amantes, el mundo entero. Cual pasacalle.

Entonces en menos de un día, volvió la felicidad.
Todo tomo nuevamente su rumbo de dicha eterna,
no hubo ya odio ni melancolía, ni nada que enferme.
Bañados de dicha, de amor se quedaron toda la eternidad.
Marcando ese increíble y hermoso día,
como el día final de la tristeza, de mi agonía


NAVILES MHYN

jueves, 16 de junio de 2011

ARDER EN TU INFIERNO

Del inmenso cielo, a velocidad caía
era inminente el desplomo que venía,
asustado, agitándome; despertar necesitaba.
Más no podía y caía. La muerte me esperaba.

De pronto se sacudió el mundo.
Un sonido estrepitoso, al unisono se oyo,
ya en el suelo, inmóvil en aquel hoyo
veía seres venir, entes del inframundo.

Desesperado moverme quise, lo logre.
Aquellos seres huyeron despavoridos
excepto una malévola esencia; color ocre
sus ojos, color azul sus bellos labios.

Silueta perfecta, hacia mi vino.
Su tétrico rostro al mío acerco vivazmente,
sus labios los míos tocaron, sabor a azufre.
Y de sus labios oí: Pobre hombre de amor sufre.
Y se alejo de mi dejándome de amor demente,
la llame, y no volvió, la llame y no vino.

Pase una noche entera buscándola,
la vi rezagada entre inmensas llamas,
con ojos encendidos y pupilas dilatadas.
Presurosa se acerco, con sus manos atadas;
Y me pregunto ¿tanto me clamas?
y en lagrimas me quede viéndola.

Se fue, a sus llamas avivar,
pensé entonces ¿Por qué la llegue a amar?
El calor del medio mi cuerpo sintió;
quemando, ardiendo se quedo en aquel sitio.

En mi rostro, inconformidad y rabia;
por ver en su cuerpo, aquella maravilla.
Intentando no sofocarme por el fuego
buscando ayuda, ¿no hay?. Hasta luego…