Cuando
llegó al consultorio tomo asiento en la típica sillita color rojo en el centro
de la sala y se limpió el sudor de la frente unas tres veces con el pañuelo
color rosa que guardaba en el pantaloncillo de tela. Empezó tartamudeando, con
los ojos desorbitados y sin más empezó a contar sin detenerse ni un solo
segundo, mientras yo tan solo lo escuchaba:
“La
verdad es que no puedo explicar mis sueños. Cada día se me hacen más
sangrientos y bizarros, tanto que incluso empiezo a temerlos mientras me siento
al borde de la cama luego de despertar. Por ejemplo, ayer soñé que iba en una
combi por una de las calles de Huamanga, para ser exactos por la Cinco Esquinas.
Esa donde se puede ver gran cantidad de periódicos, carros y peatones inundando
todo el ambiente con su fétido olor y también cantidad de vagabundos sentados
pidiendo limosna o simplemente vendiendo peines, agujas, carretes de todos los
colores, caja de fósforos, dedales y cigarrillos de contrabando. La combi en la
que iba era la número cinco y sus colores rojo y azul se distinguían de los demás
microbuses. Venía desde mi casa en el seguro de Cannán alto y el tráfico a esa
hora era un total asco. Últimamente las calles se han llenado de venezolanos y
eso mismo pasaba en mi sueño. Iba yo con la vista enfocada en la acera donde
las personas se aglomeran y los rostros se confunden los unos y los otros,
donde sus ojos son también tus ojos por tan solo un par de segundos, donde tus
manos sienten el sudor de un cuerpo a varios metros de distancia al igual a
pocos centímetros. La calle abarrotada me dejaba ver directamente a un
vagabundo que levantaba la mano para pedir alguna moneda que cayera sobre ella
y la pueda descansar por lo menos un breve lapso de tiempo. En esto una hermosa
venezolana que vendía marcianos y sándwiches pasaba con su típico acento
ofreciendo su mercancía, la vi pasar cerca del vagabundo que con la mano
estirada esperaba se posase en ella alguna moneda. Juro que pude ver sus ojos
cuando la extranjera estuvo delante de él, esos ojos inyectados de lujuria y de
completo desconocimiento, sus manos dejando de estar estirada para ir a parar
sobre el enorme y acorazonado derrier en forma tan descarada que la chica
extranjera comenzó a increparle su actuar dejando caer alguno que otro chupete
y sándwich. El hombre cubierto con tan sólo harapos y sonrisa sobrecogida quiso
levantarse del suelo donde se hallaba sentado intentando huir del lugar antes
de llamar la atención de los transeúntes sin embargo, no contó con que la
extranjera usase la cuchilla que guardaba en su bolso para apuñalarlo. El golpe
que le dio fue tan rápido y tan violento, en medio del insulto que ella musito:
mañoso coñesumadre.
El
cuchillo fue a dar un par de veces en el estómago del vagabundo, dejando el
polo color amarillo con una mancha roja que se iba acrecentando dejando que el
ocaso de su ropa grite a todos en la calle. El tipo cayó lentamente al suelo,
mientras la venezolana iba alejándose lentamente hasta llegar a una esquina y
doblar. Algunos peatones lograron también observar todo lo sucedido, las pocas
mujeres que allí estaban gritaron en medio del tráfico atascado de pleno tres
de setiembre. Por mi parte pude ganarme con todo el espectáculo pues estaba por
así decirlo frente a ellos, sentado en el asiento del fondo de la combi de
color blanco con líneas rojas y azules.
El
grito de las mujeres avivó a los transeúntes quienes se acercaron rápidamente
al vagabundo desangrándose en plena vereda. Las mujeres explicaban una y otra
vez que la atacante fue una extranjera, venezolana, por la gorrita que está
llevaba puesta y la describían como una mujer de grandes proporciones que
vendía marcianos y sándwiches quien saco de su cartera el objeto punzocortante
con el cual hirió al compatriota. Las personas en rededor se indignaron y
comenzaron a proferir insultos en contra de la mujer que aún no conocían.
Inmediatamente una pequeña comitiva salió disparada buscando a la artífice de
tremenda falta a un ciudadano peruano. No tardaron ni diez minutos en traer a
la mujer quien inútilmente intentaba explicar lo ocurrido;
-
Pero
chica, lo hice porque estaba cansada de que los coñesumadres se sientan con
facultad de meterme la mano cada que ellos quieran.
Para
esto, el tráfico no había dejado avanzar al colectivo en el cual me encontraba,
los demás pasajeros bajaron dispuestos a golpear a la mujer pues les parecía
algo bien pendejo que siendo extranjera cometa tremenda falta, comenzando a
increparle sobre el seguro social, la facilidad de trabajo que se les daba y
demás cosas que en estos momentos no recuerdo bien. Puede que todo esto haya
sido tan sólo la cosecha de toda la mierda que sueltan los medios de
comunicación tratando de enervar a mis conciudadanos para buscar un desfogue de
toda la telaraña de corrupción y el maltrato continuo de nuestras autoridades,
y es que es mil veces mejor echar la culpa a unos tipos que desconocen de todo
esto y solo vienen a tratar de sobrevivir. En esto no quiero defender a nadie
solo ser sincero con lo que viene ocurriendo en nuestra sociedad o al menos lo
que sucedía en aquel momento en mis sueños
Comenzaron
a empujar a la pobre mujer que lentamente se colocaba detrás del colectivo en
el que iba y fueron expandiendo el chisme sin siquiera levantar al pobre
vagabundo que se encontraba tirado en la vereda sin poder emitir alguna
palabra.
Esta
parte del sueño fue la que me dejó helado sin poder respirar y minutos después
me llevo a despertarme para toparme con un frío de diez grados bajo cero en
plena selva, algo que no se veía en cientos de años, el paisaje estaba cubierto
de una neblina tan potente que a diez metros uno no podía distinguir
absolutamente nada.
La
mujer se intentaba proteger de los manotazos que la gente intentaba propinarle
colocándose detrás de la combi, para esto yo me levanté del asiento y quise
salir para explicar cómo había sucedido todo, no para defender a la extranjera,
si no para aclarar el tema y para regañar a todos por no llevar de una puta vez
al herido a un centro hospitalario. Cuando el motor de la combi que estaba
detrás aceleró con todo hasta colisionar con la combi de la cual estaba a punto
de bajar, el coque fue tan brutal que destartalo la parte trasera del vehículo
en el cuál venía, dejando para mí sorpresa y miedo total las piernas de
ciudadana venezolana deslizándose en el piso de la combi donde yo aún permanecía,
sangre chorreando por todos lados como si fuera una bañera, la gente afuera
festejando lo ocurrido con;
-
¡Se lo merecía por perra!
-
Bien hecho, por no respetar a los ciudadanos natos.
-
Que se joda, quien la manda a salir de su país.
Alrededor
otros ciudadanos venezolanos trataban de no vomitar y de huir a toda costa del lugar.
Por mi parte no me quedó más que bajar del vehículo, avanzar unas cuantas
cuadras con los zapatos manchados de sangre, entrar a una librería para
preguntar por libros que hablen sobre el salvajismo humano a lo que el vendedor
replicó:
-Solo
tengo el antiguo testamento, pasillo uno, fila cuatro.
Avance
lentamente hasta que por fin pude abrir los ojos y abrigarme con una manta más,
sin comprender completamente que carajos estaba pasando en mi cabeza.”
Al
acabar los oficiales lo sacaron de la oficina y se lo llevaron directamente a
su celda, donde purgaba cadena perpetua, para retirar sus artículos personales
y ser trasladado a un hospital psiquiátrico.
-Narcisiliano Qatsuqui