Fue un viernes como hoy, hace veintiséis años. Todo comenzó una
mañana tranquila, en las radios los programas de moda eran aquellos que más
discusiones tenían. En los sets de televisión habían largas colas de mujeres
con el cuerpo totalmente desnudo, habían también familias que incluso peleaban,
algunos iban a los arañazos y moratones. La noticia en la prensa escrita iba
desde violaciones hasta aprovechamiento de los recursos del pueblo. Pero a
nadie le importaba tanto estas cosas. Total, es la pizca de sal perfecta para
el caldo de cultivo que como sociedad hemos ido cocinando.
Como bien dije, comenzó un viernes como hoy, porque muchos se preguntarán ahora
que ya es un día institucionalizado y respetado a lo largo de toda nuestra
selva, Sierra y Costa. Desde el sur, centro y el norte de la República Peruana.
Dieciséis de julio, señor. Al siguiente día, no sé supo nada en los diarios
porque en aquel entonces solían publicar lo que “conviene" al país, así
que la noticia salió cuando ya hubieron más casos.
Todo comenzó en Lima centro, once dos puntos cuarenta y dos. El individuo
identificado como 18191547 acababa de sufrir un asalto a mano armada, cuando
lleno de indignación y hastío, cogió una varilla de acero de aproximadamente
unos cuarenta centímetros de largo, por unos dos centímetros de diámetro y
comenzó a golpear al delincuente que iba revisando la billetera del agraviado.
El tipo llego a darle sesenta y dos golpes, todos con el fierro. Llegando a
romper la cabeza del asaltante reconocido como 34678998. Las fuerzas del orden
entonces llegaron a la escena del crimen y lo llevaron a una celda donde luego
fue juzgado y condenado a tres años de prisión efectiva, quiero decir tres años
luego de todo tipo de apelaciones y amparos y cuanta documentación se tuvo que
presentar para bajar los treinta años que querían dar en primera instancia. Los
vecinos del lugar donde ocurrieron los hechos comenzaron a publicar por las
redes sociales, esa misma tarde, el vídeo del brutal acto que fue tomada por la
sociedad como una manera eficaz de frenar la delincuencia, ya que las
autoridades al parecer andaban coludidas a estas, al punto de no saber a quién
recurrir. En sus post solo se leía el enojo que estos cargaban luego de ser
víctimas también de otros tipos de robos. Al día siguiente, a eso de las tres y
veintitrés de la mañana, un sujeto de mediana estatura identificado como
92190400 fue atacado por dos adolescentes quienes con un cuchillo en la mano lo
despojaron de sus pertenencias dejándolo acostado en el piso sin corté alguno.
Al parecer el chico gritó y despertó a los vecinos quienes invadidos de cólera
salieron y molieron a palos a los dos pillos. La policía nada pudo hacer y tan
sólo recogió los cadáveres írreconocibles de ambos chiquillos. En las noticias
tampoco se oyó de este lamentable hecho. Claro está que en las redes sociales
habían videos y algunos post que insinuaban al levantamiento del pueblo, ante
tantos robos y violencia por parte de los fascinerosos, quienes ya no temían a
las autoridades corruptas, hubo publicaciones virales de juntas vecinales arengándose
a tomar la justicia por sus manos. Habían tantos likes y compartir que uno al
verlos recordaba con nostalgia las cadenas de curación y el compartir de Amén
que tanto circulaban por aquel entonces, la gente llena fe siempre estuvo
presente.
Lo mismo pasó al día siguiente en dos distritos de Lima. Y al siguiente día en
tres distritos. A la semana había sido asesinados muchos delincuentes,
incluyendo comercializadores de pasta básica en varios puntos de la ciudad, la
policía nada podía hacer en contra de la muchedumbre que cada vez empezaba a
salir a las calles llevando bajo la chompa una varilla metálica. Los diarios
comenzaron a hablar del grave problema de la muerte a garrotazos y que no era
lo correcto. En las televisoras recordaban que gracias a la ola de
agarrotamiento la delincuencia había bajado diez por cierto esa semana. En las
radios los locutores agradecían a los pobladores y su nueva lucha, esperando
que está se intensifique y se pueda por una buena vez eliminar toda
delincuencia. Pronto en menos de un mes, todo el país era testigo de
agarrotamiento a los delincuentes. En cuarentaycinco días los asaltos se
redujeron a cero. Los noticiarios celebraban poder caminar tranquilos por las
calles sin ser víctima de algún asalto: se puede beber con libertad decían en
dos o tres programas para adultos. En algunos periódicos sacaban tips para
elegir un garrote fuerte y liviano. Las televisoras ahora presentaban los videos
más sanguinarios tomados por usuarios de los diez más brutales agarrotamientos
de la semana. Claro que siempre maldiciendo al delincuente que era atacado ya
sea por la turba o una sola persona. A los dos meses era raro oír sobre algún
asalto en las ciudades, las mujeres llevaban garrotes que emitían choques eléctricos
para sentirse más segura.
Parecía que llegaba un tiempo de cambio para el país, un tiempo de calma a una
sociedad tan golpeada por la delincuencia cuando se oyó en las noticias que dos
mujeres se agarraron a garrotazos en un mercado de la sierra peruana por, y
esto no es alguna broma, dos kilos de melón coquito. Al parecer las dos
llegaron al mismo tiempo y pidieron al unísono el último melón que quedaba.
Comenzaron a jalarse la una a la otra, cuando en medio de la riña se acercó el
comerciante, ambas mujeres sacaron de su cartera varillas de metal y comenzó la pelea que acabó siendo una batalla campal. Al tercer mes las autoridades de la mano con los
medios de comunicación empezaban su campaña para evitar que las personas lleven
varillas de Protección, puesto que cada pequeña pelea ocasionada, disputa o
simplemente porque alguien caía mal a un grupo de personas, comenzaban a llover
garrotazos de todas partes y en todas las direcciones. En Palacio de gobierno,
el presidente caminaba dando vueltas en la pequeña oficina de su despacho, se
notaba asustado y preocupadísimo, tenía ya las uñas muy cortadas de tanto mordérselas.
En plena reunión decidieron enviar un mensaje a la nación, donde indignado, el
mandatario comenzó a amenazar a todo aquel que vuelva a ocasionar algún
incidente que acaben en garrotazos, dijo que los metería preso y que no
importaría si fuera una ciudad entera. Seguido de esto agradeció a todos por
comprender, se persigno y acabó con un: “Amén, hermanos”.
La población se asustó al ver a las fuerzas Armadas y la Policía en todas las
calles y todas las plazas, tanquetas en la casa de Pizarro. Fue entonces que los
garrotazos pasaron a ser algo así como un deporte más. A escondidas y alejados
de la ciudad, comenzaban a reunirse semana a semana más personas desde jóvenes
a personas muy maduras, mujeres e incluso autoridades locales. Todos rodeados,
con sus garrotes de última generación, comenzaban a correr y golpear a quien se
tuviese cerca. Claro está que para estos juegos comenzaron a crear reglas,
siendo la de mayor rigor el de llevar su vara forrada para así proteger la vida
de los demás participantes. Al sexto mes en los trabajos muchos llevaban
moratones y pequeños hematomas, muy pocas veces en la cara. Los permisos por
fracturas comenzaron a aumentar desenfrenadamente. En la tele todos los
programas invitaban a especialistas en Reumatología. En los periódicos
comenzaron a aparecer anuncios de armaduras de ule. En las radios sonaban el
electro y la propaganda:
“cuida tus huesos, cuidado hermano, no
vaya a ser, que se te dañen. Y sufrirás y lloraré, porque ahora es muy difícil,
movilizarse”.
Las autoridades estaban tranquilas
pues a estos los protegía la defensa del país. Pasaron siete, ocho meses y las
cosas empezaron a empeorar en el país, más del cuarenta y cinco por ciento de
los trabajadores del país se hallaba ausente con permiso médico por alguna
lesión o producto de tantos hematomas. Aunque había disminuido el porcentaje de
asaltos y demás crímenes, al parecer la ciudadanía había tomado el camino del
garrote como desestresante. Esto lo supieron luego de enviar durante el noveno
mes a sus informantes y censantes. Al decimos mes se reunieron congreso,
jueces, fiscales, ministros y el mismísimo presidente. Bebieron vino de cinco
dólares la copa, pisco de cuarenta y dos grados con un valor de quince dólares
el shot, whisky de veinte dólares cada
hielo y completamente ebrios aprobaron una ley que al año siguiente instauró el
“Día Del Garrote”.
Se dijo también en la reunión, entre voces gangosas y rostros sudados, que se
usarían los estadios para las celebraciones, plazas y colegios para poder darle
al ciudadano la oportunidad de desestresarse una vez al año y golpear el
garrote contra un vecino suyo, decidieron que deberían usar máscaras también
para evitar posibles ajusticiamientos, la medida del garrote y el grosor del
recubrimiento, la cantidad de golpes que se podría dar a una persona, etc. Pero
claro que todas esas indicaciones que tomaron en aquella reunión las tienen
ustedes en las cartillas que se les entregó al inscribirse. Ahora que saben un
poco más sobre cómo se instauró en nuestro País el día del garrote puedan
ustedes rememorar a sus conciudadanos quienes también buscaban que su voz logre
hacerse valer en el tiempo. Gocen que este día es especialmente para ustedes.”
“Pueden pasar los de las puertas A, B y C” “Repito, pueden pasar los de las
puertas A, B y C.”
Cuando todos hubieron ingresado, por los parlantes se pudo
escuchar un tétrico Amén.
-Melvin Jara.