-Dale que ya es tarde
-Pero recién acabo de despertar y ya quieres que salga. Apresurado las cosas nunca salen bien y lo sabes, espera.
Eran las seis de la mañana y la habitación ocupada solo por André, quién acababa de abrir los ojos luego de una larga siesta, quedaría desolada. Raquel que hacía media hora estaba despierta y ya cambiada esperando ansiosa para poder salir se encontraba en la puerta.
El tiempo transcurría lento mientras André tomaba un café instantáneo, mientras ella ansiosa con la taza vacía, golpeteando con los pies ese piso de madera. En el ambiente se lograba sentir el petróleo añejo que cubría ese piso que era golpeado constantemente.
-André, ¡apresúrate! ¿Acaso no puedes tomarte algo en serio?
-Es que no puedo salir con el estómago vacío, ya acabe -dijo mientras dejaba la taza ahora vacía y se limpiaba las manos del polvillo de harina que dejaron los panes que comió y recogiendo el pequeño paquete que había dejado la noche anterior sobre la mesa- Vayámonos entonces.
Se incorporó con pereza, aún con el bostezo en la garganta. Cogió la chompa sobre la silla y sin más se dirigió a la puerta.
-¿Piensas qué todo es así de fácil verdad? -Empezó de pronto Raquel, muy enojada y empezó a botar las cosas de la casa, las pocas cosas que había en casa. Volaron por todos lados, las dos tazas, los panes que quedaban sobre la mesa, los cubiertos y el azucarero. Todo al mismo tiempo su grito y las cosas por todos lados de la habitación- Pero claro, el hombrecito no se da cuenta que así nada más no son las cosas, si, porque su estómago es primero y no se fija absolutamente en nada.
-Demonios Raquel, ahora que sucede. Ya estoy listo, ¿vamos?
-No, pues ahora yo no estoy lista, yo no estoy lista ahora. Porque claro, Andrécito solo piensa en él y en nadie más, menuda mierda André, Menuda mierda, lo mismo siempre, la misma cagada de siempre.
-Demonios Raquel, cálmate y dime ¿qué es lo que sucede ahora?
-¿Qué vas a saber tú?
-¡Por eso te pido que me digas!
-No, ya fue. Vamos.
-¿Quieres que recoja las cosas que tiraste?
-¡No!
Salieron de la habitación, ya fuera la calle empezaba a llenarse de la luminosidad del día, las avenidas empezaban a llenarse de ambulantes y de peatones apresurados. Afuera todo era igual, los autos, los semáforos en rojo, verde o amarillo. El casero vendiendo los panes a ocho por un sol, la señora de cincuenta años con la bolsa repleta de verduras, la señorita de veintidós años y su cartera negra, sus medias gruesas y los anteojos marrones. Todo como todos los días salvo André y Raquel que pisaban la calle por primera vez a esa hora y se le venían todos los olores y hedores de la gran urbe.
Sus pasos eran lentos y silenciosos, sus ojos iban hacía todos los rincones de la calle como buscando algo que los saque de esa extraña nube en la que iban, claro que Raquel estaba aún furiosa con las manos cruzadas mientras avanzaba algunos pasos más adelante que André.
Al llegar a la estación de trenes, luego de unos quince minutos de larga caminata. Ambos con los mismos gestos, es decir ella furiosa con las marcas sobre su frente y sus brazos cruzados y él inspeccionando todos los rincones de la calle. Raquel volvía a golpear el suelo con sus tacones.
-Y ahora André, prométeme que no volverás a pisar esa casa, pero promételo por favor. No vaya a ser como la última vez.
-Esta bien R, lo prometo. Prometo que no será como la última vez. Será como una nueva vez.
-Carajo, ¡hablo en serio!
-¡Lo prometo!
Llegó el tren y los presentes comenzaron a formar para poder ingresar en los vagones. Trajes multicolor en una sola fila y ella aún parada con los brazos cruzados, esperando quizá que su acompañante diga algo antes de formar también. Pero este se encontraba viendo los rostros de los formantes, sus trajes y sus zapatos, sus ojos iban también siguiendo a los que iban saliendo de los vagones.
-Entonces -interrumpió Raquel- ¿esta vez si no volverás a la casa?
-Así será y ya -respondió mientras sacaba su boleto de tren- descuida, más bien trata de arreglar todo. Llegarán pronto.
-¡Ja! Eso lo sé.
-Bueno, entonces hasta la otra- Dijo y camino hacía la fila que empezaba a ingresar a los vagones ahora vacíos.
Ella parada aún con los brazos cruzados espero tan solo diez segundos y luego dió media vuelta y regresó por donde vino.
La noticia estalló a eso de las once de la mañana, cinco horas después. Los policías de la ciudad no lograban comprender quién habría perpetrado tan vil acto. Pues sólo encontraron a la mucama llamada Raquel con claros síntomas de haber sido dopada, la caja fuerte vacía y el Conde Martínez con el rostro desfigurado, posiblemente por los constantes golpes que recibió con el martillo que se encontró sobre la cama de huéspedes.
MELVIN JARA.